El padre hubiera dado su vida por tener una escopeta cuando era chico; su hijo pierde la suya tras recibirla (Ironía situacional)
El padre, cuando era un chico, anhelaba tener una escopeta, pero dada su condición de pobreza le era imposible. Esta arma, en un contexto de miseria rural, puede pensarse como símbolo de poder, masculinidad y autosuficiencia. La escopeta es un objeto que permite proteger de los peligros, así como también cazar por comida, dos tareas relegadas al poder masculino. El padre, luego de aparentemente prosperar, logra tener una escopeta que dar a su hijo, lo que hubiera sido su deseo de niño: “A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora -y el padre sonríe” (p. 67). Este dar la vida es lo que resulta irónico, puesto que el hijo muere literalmente en el relato por poseer un arma.
El padre tiene miedo a que su hijo muera y alucina con su hijo muerto, pero cuando efectivamente su hijo muere, alucina con su hijo vivo (Ironía situacional)
Desde el comienzo del cuento, y luego de que el hijo salga de cacería, el narrador describe algunas características del padre. Se dice que es “de estómago y vista débiles” (p. 67), pero también que “sufre desde hace un tiempo de alucinaciones” (p. 67). De todas estas visiones, la más perturbadora es aquella en la que ve a su hijo morir, “envuelto en sangre” (p. 68), luego de un accidente en el que trataba de limar su cinturón de caza. Esta alucinación puede entenderse como producto de una preocupación que el padre siente hacia la seguridad de su hijo. Al final del cuento, cuando el padre halla a su hijo muerto, “sonríe de alucinada felicidad” (p. 71), ya que, según su visión, el niño está vivo.