El papel pintado amarillo

El papel pintado amarillo Resumen y Análisis Segunda parte

Resumen

La narradora y John reciben a unos parientes para celebrar el 4 de julio, día de la Independencia de Estados Unidos. Jennie se hace cargo de todos los preparativos. Aunque la protagonista no realiza ninguna tarea, se siente exhausta y no entiende por qué su salud no mejora. El marido le dice que, si sigue así, en otoño la llevará a una consulta con el Dr. Weir Mitchell. Ella se atemoriza, porque sabe que ese médico indica tratamientos todavía más duros que los de John con respecto al reposo y el aislamiento. De todos modos, se nota a sí misma quejosa y angustiada. Llora constantemente, pero evita hacerlo delante de John. Si bien escribe a escondidas para tratar de aliviar sus preocupaciones, hacerlo la cansa mucho.

En este momento, trata de convencer a John de que la deje visitar a unos primos, pero él cree que antes de reactivar la vida social, ella debe recuperarse. La negativa la hace llorar, y John la lleva hasta la habitación, donde le lee en la cama hasta que ella se queda dormida. El marido le dice que debe controlarse y usar su fuerza de voluntad para mejorar. La protagonista siente alivio porque el bebé está bien cuidado y no debe dormir en esa habitación horrible que le toca a ella.

Cada día, el papel le resulta más estimulante. Pasa horas estudiando su patrón caótico y confuso, y admite que, aunque le sigue pareciendo horrible, lo encuentra cada vez más fascinante y atractivo. Apenas John se va de la casa, ella se dedica a observar los dibujos del papel pintado amarillo. En una sección de la pared comienza a distinguir patrones más nítidos y cree ver las rejas de una jaula. Poco a poco, va distinguiendo una figura humana por detrás de esas barras, y termina por reconocer a una mujer que se arrastra y sacude la jaula, tratando de escapar. En realidad, se trata de varias figuras femeninas, y algunas de ellas parecen haber sido degolladas, pero la protagonista se concentra en una en particular.

Una noche, a la luz de la luna, la mujer del empapelado se hace bien visible. En vez de dormir, la protagonista sale de la cama, observa la figura de cerca e, incluso, toca el papel. Cuando vuelve a la cama, John está despierto. Ella le pregunta si ya pueden irse de esa casa, pero él responde que todavía les quedan tres semanas de alquiler. Además, él asegura que su salud está mejorando, aunque ella no se dé cuenta. La narradora le dice que si está mejor, es únicamente en el plano físico, pero antes de que pueda expresar sus emociones y pensamientos, John la interrumpe y le dice que no debe fijarse en esas ideas negativas. El hombre vuelve a dormir, mientras que ella se queda despierta, observando el empapelado.

La mujer se obsesiona cada vez más con el dibujo. Le resulta horrible y hasta tortuoso. Como se pasa todo el día mirándolo, se da cuenta de que el diseño cambia mucho con la luz. De día, con los primeros rayos del sol, el dibujo se ve de una manera, y a la luz de la luna, de otro modo diferente. A medida que pasa el tiempo, la figura de la mujer atrapada entre barrotes se hace completamente nítida.

Siguen pasando los días y John la obliga a pasar más tiempo en la cama. La protagonista pretende seguir sus indicaciones y dice que no quiere ser una carga para su marido, pero le resulta imposible dormir. Lo único que quiere y puede hacer es mirar el dibujo del empapelado. Sin embargo, procura que John no se dé cuenta de nada.

En este punto, comienza a tener pensamientos paranoicos. Primero dice que tiene miedo de John. Luego, comenta que tanto él como Jennie están actuando de modos extraños. La única explicación que encuentra es que ellos también deben estar interesados en el papel. En un momento, ve que Jennie toca el papel y le pregunta qué está haciendo. Jennie responde que ha visto manchas amarillas en su ropa y la de John, y quiere saber si provienen del papel. A la protagonista le preocupa que ellos se conviertan en obstáculos que la separen del papel. Cree que su misión es descifrar un mensaje secreto guardado en el patrón caótico, y afirma: "estoy decidida a ser la única que descubra la solución" (18).

Análisis

La forma y el significado del papel pintado amarillo se vuelven cada vez más visibles. La figura de la mujer que se arrastra comienza a mostrar la dimensión simbólica de este diseño: representa la situación opresiva en la que vive la protagonista, encerrada y privada de hacer lo que más le gusta. La mujer del empapelado se arrastra, posición que denota su carácter derrotado, oprimido y atrapado, y que se corresponde con la posición social de inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres en la época. Los barrotes del empapelado enfatizan esta relación entre la protagonista y la mujer del dibujo, ya que la primera está postrada en una habitación cuyas ventanas también están enrejadas. Asimismo, estas primeras descripciones de la mujer atrapada en el empapelado dan comienzo a la elaboración del motivo del doble en El papel pintado amarillo. Como quedará evidenciado hacia el final de la narración, la mujer dibujada funciona como doble siniestro de la protagonista: es una figura horrorosa, perturbadora y monstruosa.

En esta parte del relato, la luz cumple una función destacada, sobre todo la luz de la luna, cuyo efecto hace que el dibujo del papel amarillo se vuelva más nítido y visible para la protagonista. En efecto, la noche parece ser el momento de mayor conexión entre la protagonista y el empapelado: lo observa detenidamente, logra distinguir cada vez con más claridad la figura de la mujer atrapada detrás de él, y hasta se levanta de la cama para tocarlo, estableciendo así un contacto físico y no únicamente mental con este objeto que la fascina. Es posible pensar que la noche y la luna abren mayores posibilidades para la creatividad y la imaginación de la narradora, entre otras cuestiones porque John duerme y ella se ve menos vigilada.

En sintonía con la construcción de este paralelismo entre la protagonista y la mujer del dibujo, la apreciación de la narradora con respecto al papel empieza a cambiar. Sigue obsesionada con el diseño, pero si antes este le generaba rechazo, ahora parece encontrar cierta calma o sentido en el patrón, sobre todo a la hora de enfrentar la angustia y la soledad. En ese sentido, leemos: "Me está gustando mucho el dormitorio, a pesar del papel de pared. O puede que a causa de él..." (12). El papel la ayuda a pasar el tiempo y la hace sentir especial. De hecho, afirma: "En ese papel hay cosas que sólo sé yo; cosas que no sabrá nadie más" (15). La narradora comienza a sospechar que el papel guarda un mensaje secreto. En este punto, parece resquebrajarse su conexión cuerda con la realidad que la rodea, y su salud mental empeora cada vez más. A partir de aquí aumentan sus pensamientos paranoicos, su comportamiento obsesivo y el relato parece narrar alucinaciones.

Al mismo tiempo, se potencia la infantilización de la protagonista por parte de John, que la vigila constantemente y no le permite salir ni vincularse con otras personas. De hecho, llega a tratarla como un padre a una hija, por ejemplo, cuando le lee en la cama para que ella se quede dormida. Curiosamente, John, por un lado, cree que ella no está lo suficientemente sana y fuerte como para visitar a sus familiares o tomar decisiones de manera autónoma, pero, por el otro, también relativiza su sufrimiento. Por ejemplo, cuando ella llora de angustia, él le dice que debe usar su fuerza de voluntad y dejar de concentrarse en fantasías: "Dice que de esto sólo puedo salir yo misma; que tengo que usar mi voluntad y mi autocontrol, y no dejarme vencer por fantasías tontas" (14), como si recuperar la salud mental dependiera únicamente de decisiones y pensamientos.

En este segmento de la narración se destaca la alusión al Dr. Silas Weir Mitchell, médico estadounidense que vive y ejerce su profesión a fines del siglo XIX. Weir Mitchell es reconocido como el padre de la neurología moderna y, entre otras cosas, es el creador del tratamiento del reposo absoluto, especialmente orientado a tratar los trastornos psicológicos de las mujeres. El tratamiento consiste, tal como se exhibe en El papel pintado amarillo, en la inactividad total. Las pacientes deben pasar semanas y hasta meses en la cama y no hacer ninguna tarea física o intelectual. Esta alusión tiene una fuerza particular porque, además de ser una referencia histórica al interior de la ficción, funciona como denuncia: Weir Mitchell atendió a Charlotte Perkins cuando ella misma sufría las dolencias psicológicas, en las que luego se basa para escribir este relato. Durante el tratamiento, tanto la autora como el personaje de su ficción, sufren cada vez más y ven su salud mental deteriorada. Así, el tratamiento del reposo absoluto es presentado como opresivo y cruel. De hecho, leemos que la protagonista no quiere atenderse con él "por nada del mundo" (12), ya que es "peor" (12) que su marido y su hermano, es decir, más severo y riguroso con las prescripciones.