El papel pintado amarillo

El papel pintado amarillo Resumen y Análisis Tercera parte

Resumen

La narradora está cada vez más entusiasmada con el papel amarillo, y cree que este le da un propósito en la vida. Así, piensa que su salud mental está mejorando. Sin embargo, sus pensamientos paranoicos y su comportamiento obsesivo continúan al tiempo que su narración parece relatar cada vez más alucinaciones. Les queda una última semana de alquiler en la casa. Ella está segura de que podrá develar el secreto del empapelado en ese tiempo.

Dado que la luz de la luna es la mejor para observar el dibujo, la protagonista duerme todo el día para poder mantenerse despierta por las noches. Siempre encuentra nuevos detalles o movimientos en el diseño. Además de destacar su color amarillo y los movimientos desesperados de la mujer, que parece encerrada tras barrotes en el papel, la narradora comienza a sentir que de él se desprende un "olor amarillo" (20) que inunda toda la casa e, incluso, los alrededores. Dice que este olor no es malo, y es muy sutil al principio, pero también es persistente, y con la humedad "resulta asqueroso" (19). La presencia de este olor es tal que se le mete entre el cabello. La mujer también descubre una raya que atraviesa toda la habitación y los muebles, como si alguien hubiera rayado todo. Se pregunta quién hizo esa marca, cómo y para qué.

Finalmente, la narradora distingue con total claridad el dibujo que cree ver en el papel. Se trata de una mujer que se arrastra y sacude los barrotes que la aprisionan, como queriendo escapar. Si bien es cierto que ve este dibujo repetirse, es decir, hay varias mujeres en el diseño del empapelado, la protagonista se concentra en una en particular. También ve muchas cabezas y dice que esto no le sorprende, porque el dibujo en sí mismo es tan asfixiante que puede estrangular a esas figuras femeninas que viven en el papel. Está segura de que es imposible salirse de ese encierro, por lo que comenta que la mujer "Siempre quiere salir, pero ese dibujo no hay quien lo atraviese" (20).

De todos modos, enseguida, la protagonista comienza a ver a la mujer del dibujo por fuera del papel pintado. Cree verla en el jardín que rodea la casa, arrastrándose a plena luz del día, pero parece esconderse cuando alguien -por ejemplo, Jennie- puede verla. La narradora reflexiona que debe ser extremadamente humillante ser vista arrastrándose o gateando por el suelo, en medio del día, siendo una mujer adulta. También dice que ella misma, a veces, recorre la habitación a gatas, pero que solo lo hace cuando John no está en la casa y la puerta está cerrada con llave.

Cuando solo quedan dos días en la mansión alquilada cerca de la playa, la protagonista se dispone a arrancar el papel de las paredes. Sabe que John y Jennie la vigilan, y escucha que esta última le pasa informes detallados a su hermano sobre lo que la protagonista hace y deja de hacer. Ella cree que el poder del empapelado es tal que cualquiera que duerma rodeada por él durante meses se comportaría de maneras extrañas. Una noche que John está ocupado con pacientes graves y no puede regresar a la casona, la protagonista arranca la primera mitad del empapelado. Mientras lo hace, ve que la mujer del dibujo también sacude el papel desde su lado.

Cuando Jennie ve el estado de la habitación a la mañana siguiente, se espanta, pero la narradora la convence fácilmente de que ha quitado el papel porque es demasiado horrible. Jennie entiende el impulso de arrancarlo porque a ella también le resulta muy desagradable. A la protagonista, la habitación ahora le gusta bastante. La noche siguiente, última de la estancia en la mansión alquilada, se encierra sola en el cuarto, cierra la puerta con llave y la arroja por la ventana hacia el jardín. Quiere capturar a la mujer del dibujo y así sorprender a John. Tiene una cuerda con la que pretende atar a la figura del dibujo si esta intenta escapar. Frenética, continúa arrancando el papel de las paredes. Se siente tan perturbada que piensa en saltar por la ventana, pero recuerda que esto es imposible porque hay barrotes. Además, cree que sería "un acto indecoroso" (24) y le da miedo encontrarse con las muchas mujeres que ahora ve arrastrándose en el jardín. Se pregunta si todas se han escapado del papel. En este punto se ata a sí misma con la cuerda y cree que de noche tendrá que encerrarse en el papel.

John llega a casa y, desesperado, intenta abrir la puerta del cuarto. Ella gatea por el piso de la habitación y le explica con mucha calma dónde encontrar la llave. Cuando él finalmente logra entrar, la ve arrastrándose por el piso y le pregunta qué ocurre. La protagonista responde que finalmente ha podido salir del empapelado, y que lo ha arrancado por completo para que no puedan meterla allí de nuevo. Al escuchar esto, el marido se desmaya. Ella no registra nada fuera de lo normal en la situación, por lo que no entiende la reacción del hombre. Sigue gateando alrededor del cuarto, incluso arrastrando su cuerpo sobre el de John, que queda tirado en el piso.

Análisis

En la parte final de la narración se perfecciona el paralelismo entre la protagonista y la figura femenina que cree ver en el papel amarillo, ya que ambas se ven encerradas entre barrotes y sin la posibilidad de escapar, aunque así lo quieran. De esa manera, se subraya la importancia del motivo del espacio doméstico como prisión, característico de la literatura de mujeres en occidente, para describir y denunciar la reducción de los roles sociales de las mujeres a las tareas del hogar. En este contexto, se espera que las mujeres, en particular las de clase media y alta, solo se desempeñen como madres y esposas, y se las priva de la posibilidad de trabajar y tener una vida fuera de la intimidad y lo privado.

Simultáneamente, el texto da continuidad a la elaboración del motivo del doble. Evidenciando la división de la personalidad de la protagonista, la mujer dibujada en el papel amarillo se constituye como su doble siniestro y monstruoso. Además de criticar la situación opresiva en la que viven las mujeres en el siglo XIX, esta duplicación crea efectos aterradores a lo largo del relato. La mujer del papel es siempre perturbadora: se arrastra, tiene el cuerpo doblado de manera tal que parece fracturado, y está rodeada de las cabezas estranguladas de otras mujeres. Para la protagonista, esta imagen es siempre "horrible" (22) y "desconcertante" (17), aun cuando empatiza con la mujer atrapada en el empapelado. El desdoblamiento perturbador de la figura de la protagonista es un elemento que permite leer esta obra como historia de terror. Como se ha mencionado, de hecho, las primeras lecturas de El papel pintado amarillo tras su publicación en 1892 la entienden como una historia de terror que se inserta en la tradición de la literatura gótica y la emparentan a obras como Frankenstein, de Mary Shelley.

El aroma del papel, expresado a través de la sinestesia “olor amarillo”, que combina una imagen visual con una olfativa, se extiende por toda la casa y sus alrededores, e incluso impregna el cabello de la protagonista. Esto refleja la obsesión con el empapelado que sufre la mujer, quien ya no piensa en otra cosa. Toda su actividad y su creatividad están dedicadas a lo que ve o cree ver en los diseños del papel.

En sintonía, al final de la narración, la protagonista ha perdido la cordura por completo. Ya no parece conectada de modo sensato con la realidad: dice que se encierra en el cuarto para gatear, y su relato pasa a presentar puras alucinaciones. Poco a poco, confunde su identidad con la de la mujer dibujada. Además, crece su paranoia con respecto a John y Jennie. Afirma tener miedo de su marido. Al mismo tiempo, cree que todos están actuando de maneras extrañas por efecto del papel amarillo. El hecho de que la protagonista termine enloqueciendo distingue esta ficción de la vida real de su autora, quien decide abandonar el tratamiento del reposo absoluto y acaba por mejorar su salud mental. Por el contrario, la protagonista parece perdida para siempre. A su vez, este desenlace enfatiza la denuncia social propuesta por la obra y funciona como advertencia. El final del relato parece decir que si los médicos continúan recomendando el encierro de las mujeres con problemas psicológicos, les harán daños severos y, tal vez, irreversibles.

Cabe destacar, por último, el desmayo de John en la escena final. La narración, que se ha desarrollado de manera perturbadora y preocupante, parece terminar como una sátira. El desmayo como respuesta a una conmoción emocional en el siglo XIX es entendido como gesto típicamente femenino y como signo de debilidad. Por lo tanto, que John, marido y médico, representante de la racionalidad y la autoridad, termine desmayado sin que su esposa le dé importancia alguna es un modo de ridiculizarlo y reírse de él. Si al principio la narradora afirma que no es posible hacer nada para contraponerse a las decisiones de los hombres y al poder de la medicina, al final parece encontrar un modo -al menos simbólico y compensatorio- de contestarles, demostrando que el tratamiento es inefectivo y hasta contraproducente, y satirizando la autoridad médica masculina.