La habitación (Símbolo)
La habitación donde debe reposar la protagonista es un símbolo potente en la narración. Por un lado, representa la situación de encierro y permite elaborar el tema del espacio doméstico como prisión para las mujeres en el siglo XIX. La división sexual del trabajo y los roles sociales diferenciados para varones y mujeres en la época determinan que estas últimas deben dedicarse a las tareas del hogar, a ser esposas y madres, y, por lo tanto, su vida se limita al espacio privado, dentro de la casa.
Por otro lado, el encierro también remite al control de las personas con problemas de salud mental, con frecuencia institucionalizadas en hospitales psiquiátricos de los que no pueden salir. El tratamiento impuesto a la protagonista, más que ayudarla a sanar su depresión, la oprime y la lleva a la locura. Estos simbolismos del cuarto con respecto al encierro se ven potenciados por el hecho de que es la habitación más alta y aislada de la casa y por tener barrotes en las ventanas.
Asimismo, por haber sido en el pasado la habitación de los niños, se trata de un símbolo de la infantilización de la protagonista. Como se ha mencionado, John la trata como si fuera una niña y no le permite tomar decisiones autónomas con libertad.
La mujer del dibujo (Símbolo)
La figura de la mujer que la protagonista ve en el papel pintado amarillo simboliza de manera gráfica la opresión de las mujeres que Perkins Gilman quiere denunciar. La mujer del dibujo está atrapada entre barrotes, se arrastra e intenta escapar, pero no lo logra. Esta imagen aterradora representa la propia situación de la narradora, quien se ve obligada a mantener reposo absoluto, no puede moverse ni realizar las actividades que más le interesan, como escribir, y su marido hasta le dice en qué cosas debe y no debe pensar. El paralelismo final entre las dos figuras femeninas, cuando la protagonista enloquece por completo y pasa a creer que ella misma es la mujer atrapada detrás del papel, completa el efecto de este símbolo.
El espacio doméstico como prisión (Motivo)
A lo largo del relato, se presenta el ámbito doméstico como prisión, motivo recurrente en diversas obras que tratan la cuestión de los roles sociales asignados a las mujeres, en particular desde el siglo XIX en la literatura occidental. Al igual que la mujer que parece estar atrapada detrás del papel amarillo, la narradora está encerrada en esa habitación que no le gusta. De hecho, las ventanas del cuarto tienen rejas, y tanto John como Jennie supervisan que la protagonista se mantenga en cama. El hecho de que se sienta observada por los múltiples ojos que cree ver en el diseño del papel resalta la cuestión de la vigilancia: estar encerrada es un modo de estar oprimida y controlada.
A su vez, por estar relegada al ámbito doméstico, la protagonista no puede hacer lo que verdaderamente le interesa: trabajar en su escritura, tarea que, aun a fines del siglo XIX, es considerada por muchos como inadecuada para las mujeres. Es por ello que debe escribir en secreto.
Cabe destacar que mientras la protagonista se encuentra en cama por sus problemas de salud mental, son otras dos mujeres las que se hacen cargo de las tareas domésticas: Mary cuida al bebé, mientras que Jennie se hace cargo de la casa. De este modo, el relato demuestra como la sociedad estadounidense de la época relega a las mujeres al hogar y cómo este, por ser el único ámbito donde ellas pueden desempeñarse, funciona como cárcel.
El doble (Motivo)
El motivo del doble, recurrente en las historias de terror y central en El papel pintado amarillo, se elabora en literatura a partir de la duplicación física de un personaje humano. De este modo, se evidencia la división de su personalidad, destacando, por lo general, una versión maldita, siniestra y hasta monstruosa de tal personaje.
En esta narración de Charlotte Perkins, en efecto, la protagonista ve su figura desdoblada en la mujer del empapelado, que funciona como su paralelo siniestro. Esta duplicación, además de exhibir una crítica al encierro de las mujeres en el ámbito doméstico, crea efectos aterradores a lo largo del relato. La mujer del papel es siempre perturbadora: se arrastra, tiene el cuerpo doblado de manera tal que parece fracturado y está rodeada de las cabezas estranguladas de otras mujeres. Para la protagonista, esta imagen es siempre "horrible" (22) y "desconcertante" (17), aun cuando empatiza con la mujer atrapada en el empapelado. De ese modo, se la configura como doble terrorífico de la narradora.
Cabe recordar que en los primeros años tras su publicación, esta narración es leída, sobre todo, como historia de terror. En la línea de grandes obras del género, como Frankenstein, de Mary Shelley, el texto de Charlotte Perkins crea el efecto atemorizante de lo siniestro mediante el motivo del doble.