El papel pintado amarillo

El papel pintado amarillo Temas

La salud mental

La salud mental es uno de los temas principales de este relato. Desde el comienzo sabemos que la protagonista padece síntomas de la depresión: vive angustiada y no tiene energía para hacer nada, ni siquiera las actividades que más le gustan. Dado que la narración tiene lugar a fines del siglo XIX, los términos que se usan para hablar de esta condición son "depresión nerviosa transitoria" y "ligera propensión a la histeria" (5). En la actualidad, se la considera como depresión posparto. Cabe señalar que la protagonista ha dado a luz a un bebé poco antes de que inicie el relato.

En sintonía con el pensamiento médico de la época, le han indicado el tratamiento del reposo absoluto. Los médicos creen que estar en cama y descansar todo el día es el modo de recuperar la salud mental. Aunque la protagonista no está de acuerdo y cree que trabajar en su escritura le haría bien, se ve forzada a pasar todo el día en cama durante semanas. Esto la lleva a perder la cordura paulatinamente: además de la depresión, tiene pensamientos paranoicos y se obsesiona con el papel amarillo colocado sobre las paredes de su cuarto. Al final del relato, la mujer tiene alucinaciones y enloquece por completo.

La cuestión de la salud mental no solo está tematizada en la narración, sino que también se propone una denuncia al encierro y la opresión impuestos a las personas con problemas psicológicos y, en particular, a las mujeres con los entonces llamados 'trastornos nerviosos'. De hecho, toda la obra puede ser leída como una gran crítica al poder médico y sus tratamientos para atender problemas psicológicos. Para resaltar estas denuncias, El papel pintado amarillo hace alusión explícita al Dr. Weir Mitchell, médico que, en efecto, vive en Estados Unidos a fines del siglo XIX y defiende el tratamiento del reposo absoluto. Este médico ha atendido a la autora, Charlotte Perkins.

El rol social de las mujeres en el siglo XIX

Las normas sociales del período en que se escribe esta narración dictan que las mujeres deben dedicar sus vidas a ser madres y esposas. Sus roles se restringen a la vida privada, la familia y el ámbito doméstico, mientras que los hombres trabajan por fuera de la casa y establecen relaciones sociales en el ámbito público. En esta narración, el encierro en el ámbito doméstico de la protagonista se ve potenciado por el hecho de ser una mujer que padece problemas de salud mental. Y como ella misma no puede hacerse cargo de las tareas del hogar, son otras dos mujeres las que la reemplazan: Mary cuida al bebé y Jennie, de la casa. El papel pintado amarillo denuncia esta realidad, ya que demuestra que esta división sexual del trabajo y los roles sociales marcadamente diferentes para varones y mujeres son opresivos y les quitan libertad a estas últimas. Por ejemplo, la protagonista tiene pasión por la escritura y está convencida de que trabajar en ella le haría bien a su salud mental, pero se lo prohíben y solo puede hacerlo a escondidas. El encierro y la inacción que le imponen la llevan a la locura.

Cabe destacar que esta opresión también se manifiesta en la historia a través de los modos como John trata a su esposa como si fuera una niña. Esta infantilización es constante: no le permite tomar sus propias decisiones, la encierra en un cuarto (que, además, solía ser la habitación de los niños), le lee antes de dormir, la llama "tontita" (9) y le dice que es "la niña de sus ojos" (14).

La vigilancia

La protagonista se encuentra bajo constante vigilancia: tanto John como Jennie supervisan que se mantenga en cama y que no haga ninguna actividad. Enfatizando este control, las ventanas de su cuarto tienen rejas que le impiden escapar. Asimismo, la protagonista expresa la incomodidad que le genera saber que la vigilan constantemente: una de las primeras cosas que cree ver en el papel amarillo es un par de grandes ojos saltones que la miran sin cesar. Más adelante, comenta que no le gusta el modo en el que John la mira, controlándola, y se da cuenta de que Jennie prepara "informes" sobre todo lo que ella hace o deja de hacer durante el día (21).

Este tema está directamente ligado al motivo del ámbito doméstico como prisión, y permite observar críticamente la situación opresiva de las mujeres en las sociedades patriarcales de fines del siglo XIX en Occidente. Además, esta obra propone una denuncia a los modos de tratar la salud mental que implican el encierro y la vigilancia de los pacientes.

El poder de la medicina

Esta narración pone de manifiesto el poder de la medicina como discurso y práctica que controla las mentes y los cuerpos de las personas.

Esto puede verse con nitidez en la situación que sufre la protagonista desde el comienzo: se encuentra encerrada, aislada y postrada todo el día, a pesar de que quiere trabajar. El encierro, que aquí pretende ser un modo de tratar la salud de la paciente, es, en verdad, un modo de privarla de su libertad y de oprimirla. Además, la protagonista debe permanecer en una habitación que no le gusta, ya que el empapelado de las paredes le resulta repulsivo, y con el correr de los días su salud mental empeora hasta llevarla a la locura total. Esta problemática se enlaza con el poder diferencial que tienen los hombres sobre las mujeres: no es casual que el médico que impone este tratamiento de reposo absoluto en el relato sea precisamente el esposo de la protagonista.

Asimismo, la medicina denota su poder afirmándose como práctica científica y racional, en contraposición con la tendencia creativa de la narradora, que es presentada como tendencia banal, improductiva y fantasiosa.

La escritura

Este relato tematiza el asunto de la escritura como práctica creativa y expresiva. La protagonista, aunque tiene prohibido realizar cualquier actividad, escribe a escondidas en un diario íntimo. De hecho, todo el texto se presenta como una especie de carta secreta que la narradora escribe en su propio diario y nos dirige a los lectores. Ella misma afirma que la agota escribir con tanto disimulo, pero que tiene miedo de que la vean hacerlo porque sabe que no se lo permitirán. Por ejemplo, leemos: "Viene John. Tengo que esconder esto. Le irrita que escriba" (8). Lo mismo ocurre cuando escucha que Jennie se acerca a la habitación: afirma "Que no me encuentre escribiendo" (11), y enseguida confirma: "cuando no está puedo seguir escribiendo" (11). A pesar de estos obstáculos y de sentir que no tiene el poder suficiente para cambiar esta realidad, ella no puede dejar de escribir y comenta: "¡... de alguna manera tengo que decir lo que siento y lo que pienso! ¡Es un alivio tan grande...!" (13).

La escritura, así, aparece como actividad prohibida, pero también como medio de expresión que, para la protagonista, despierta pasiones y trae alivio.