En 1863, Dostoyevski comienza una tormentosa relación con Apollinaria Prokófievna Súslova, una joven estudiante a quien persigue durante meses por Europa al tiempo que se profundiza en el autor su inclinación al juego. Durante ese mismo período, la revista El tiempo, fundada por el escritor junto a su querido hermano Mijaíl, es clausurada por la censura rusa. Al año siguiente, el mismo en el que se publica Memorias del subsuelo, fallecen tanto la esposa del escritor, María Dmítrievna Isáyeva, como su hermano Mijaíl. Fiódor está desolado y endeudado, en buena medida a causa de su afición al juego.
Este es el contexto personal que enmarca la escritura y publicación de Memorias del subsuelo. No obstante, la vida del escritor ya había sufrido una serie de vuelcos que transformaron sus ideas y valores, convirtiendo su espíritu entusiasta y revolucionario en uno desencantado y pesimista: en 1849, Dostoyevski fue arrestado y condenado a muerte por sus actividades políticas, y su condena fue conmutada por el presidio en Siberia recién cuando el autor se encontraba frente al pelotón de fusilamiento. Luego de esto, pasó una temporada realizando trabajos forzados en Siberia antes de ser reclutado para prestar servicios en el ejército. Recién se lo autoriza a regresar a San Petersburgo diez años después, donde retomará su vida.
La estadía del autor en Siberia no solo constituye una etapa de gran pesar por las terribles condiciones en las que vive, que incluyen el frío extremo, el maltrato sistemático de los guardiacárceles, la convivencia con pulgas y piojos, y el trabajo duro. También significa un desencanto respecto a las ideas socialistas y revolucionarias que había sostenido en su juventud. Esto es así porque en los campos de trabajo forzado conoce a los trabajadores y campesinos cuyos intereses creía defender con sus ideales socialistas, pero reconoce que esta gente detesta a las personas como él tanto como al zar. Deduce, así, de este encuentro, que la intelligentsia desconoce, en buena medida, al pueblo ruso, y que no es posible trasladar un sistema de ideas europeo a su país.
Estos acontecimientos, apenas esbozados, contribuyeron sin dudas al pesimismo que caracteriza Memorias del subsuelo, una obra que cuestiona el entusiasmo revolucionario de la intelligentsia de su época, así como las ideas románticas de la generación anterior, a la que pertenecía el mismo autor, sin oponerles, ni a uno ni al otro, una propuesta superadora. El hombre del subsuelo es un personaje torturado que cree demostrar la inutilidad de cualquier acción humana, optando en consecuencia por esconderse en el subsuelo, es decir, por aislarse de una sociedad que desprecia, sin hacer nada para cambiarla.