Memorias del subsuelo

Memorias del subsuelo Ironía

El hombre del subsuelo clama por una vida llena de deseo, pero no desea nada

El hombre del subsuelo dedica buena parte de la primera sección de la novela a reprocharle a sus contemporáneos que dejan afuera de sus ideales políticos el deseo de las personas, concentrándose únicamente en responder a sus necesidades racionales. Enaltece el deseo humano, independientemente de su objeto y del carácter beneficioso o perjudicial para el sujeto deseante, como aquello que define a las personas, equiparándolo incluso a la vida misma. Resulta irónico, por tanto, que el hombre del subsuelo se presente a su vez como una persona incapaz de desear; un hombre que, ante la realidad, se muestra abrumado e incapaz de actuar, y prefiere evitar todo contacto con los otros.

El hombre del subsuelo está obsesionado con la mirada que tienen de él personas que considera inferiores

El protagonista de la novela no pierde oportunidad de destacar su superioridad intelectual y moral respecto de las personas que lo rodean, a quienes desprecia y por quienes se siente, asimismo, despreciado. Es por esto que resulta irónico que tema y se obsesione con la mirada que estas personas tienen sobre él, y busque cautivarlas y ser admirado por ellas.

Según el hombre del subsuelo, la civilización hace más sanguinarios a los hombres

El hombre del subsuelo señala la ironía de que en su presente, destacado por sus contemporáneos como un tiempo de progreso civilizatorio que puede contraponerse con la barbarie del pasado, el hombre parece ser más sanguinario que antes -"si no más sanguinario, sí seguramente un sanguinario más malo y vil que antes" (25): "hoy, en cambio, consideramos el derramamiento de sangre como algo horrendo, pero lo provocamos hasta con más frecuencia que antes" (25).

Según el hombre del subsuelo, los románticos rusos son bandidos y profundamente honrados

En clara clave irónica, el hombre del subsuelo ensalza a los románticos rusos destacando su capacidad de ser "profundamente honrados" "aunque no muevan un solo dedo en pos de ese ideal" y "aunque sean unos rematados bandidos y ladrones" (50). El uso de la ironía le permite a Dostoyevski, aquí, introducir una crítica a la generación romántica (a la que él mismo pertenecía) en clave humorística.

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