"El subsuelo", Capítulo X
Resumen
El hombre del subsuelo afirma que él teme al edificio de cristal por la misma razón por la que sus interlocutores creen en él: porque es indestructible y no se puede burlar. Aquí introduce una nueva metáfora: afirma que si él se metiera en un gallinero para no mojarse, no tomaría el gallinero por un palacio por simple gratitud. Y agrega que sería lo mismo que fuera un gallinero o una mansión "solo si hubiera que vivir para no mojarse" (38), pero se pregunta qué hacer si uno piensa que no se vive solo para eso, y que si se trata de vivir, es mejor hacerlo en una mansión que en un gallinero. En todo caso, no importa si el edificio de cristal es una quimera y no responde a las leyes de la naturaleza; da lo mismo mientras uno lo desee. "Aniquilen mis deseos, eliminen mis ideales, muéstrenme algo mejor e iré con ustedes" (38). Y agrega: "mientras viva y desee, ¡que se me seque la mano si llevo un solo ladrillo para construir esa casa importante!" (39).
Análisis
Este breve capítulo se inicia con la introducción de una nueva metáfora: la del gallinero y la mansión. El hombre del subsuelo argumenta que, si solo se trata de asegurar la supervivencia, da lo mismo uno u otro. No obstante, no solo vivimos para satisfacer nuestras necesidades naturales, lógicas, racionales, y, por lo tanto, no nos es igual un gallinero que una mansión, es decir, no da igual bajo qué sistema político vivamos o qué tipo de vida llevemos mientras nuestras necesidades básicas, es decir, nuestra mera supervivencia, esté garantizada.
Aquí el texto cobra una dimensión más claramente política: el narrador da cuenta de forma explícita que sus interlocutores tienen un proyecto político con el que él tiene diferencias porque, según dice, este no tiene en consideración sus deseos, su individualidad. Para apoyar ese proyecto, arguye, deberían aniquilar sus deseos y eliminar sus ideales. Luego introduce una nueva metáfora, negándose a llevar "un solo ladrillo" para construir "esa casa importante". Esta figura retórica hace alusión a una expresión de V. Considérant, socialista utópico a quien se le atribuye la frase "Llevo mi ladrillo para el edificio de la futura sociedad". Así, esta alusión vuelve explícita la polémica que Dostoyevski abre con este texto respecto a los ideales de sus contemporáneos socialistas. El hombre del subsuelo parece estar advirtiendo sobre los peligros de un proyecto político cuyo objetivo esencial es cubrir las necesidades básicas de todos en detrimento de los deseos de cada uno, y adelanta que no formará parte del mismo.
"El subsuelo", Capítulo XI
Resumen
El narrador concluye que, en definitiva, lo mejor es no hacer nada. Pero vuelve a contradecirse: afirma que envidia y que no envidia al hombre normal, que el subsuelo es y no es lo mejor, que quizás crea en lo que está diciendo, aunque probablemente esté mintiendo. Entonces cita una posible respuesta de sus interlocutores, en la que lo acusan de querer vivir, pero resolver, al mismo tiempo, las cuestiones vitales con embrollos lógicos; de decir insolencias para luego disculparse por ellas; de estar furioso y hacer chistes; de haber quizás sufrido pero no respetar su propio sufrimiento. "Quiere efectivamente decir algo, pero oculta su última palabra por miedo" (40).
Luego agrega que, obviamente, es él mismo quien inventó todas esas palabras. Y se pregunta por qué llama a sus interlocutores "señores" si nunca nadie leerá lo que escribe, porque él no tiene el coraje de hacerlo imprimir. Pero agrega que hay cosas que el hombre teme revelarse incluso a sí mismo, y que en el último tiempo se ha dedicado a recordar sucesos que hasta el momento venía evitando, y quiere probar si puede ser sincero consigo mismo.
El hombre del subsuelo aclara que, en pos de no dificultar la redacción de sus memorias, no seguirá ningún sistema en su escritura. Nuevamente imagina a un interlocutor preguntándole por qué aclara cómo va a escribir si solo lo hace para sí mismo, y él se responde que quizás imagine un público para comportarse más decentemente. No lo sabe. Nuevamente, un interlocutor imaginario le pregunta para qué escribe. Y tampoco tiene una respuesta clara: quizás escribir es más solemne que limitarse a recordar, quizás le procura un verdadero alivio. En todo caso, dice que, a veces, un recuerdo lo oprime y escribirlo quizás lo abandone. Además, está aburrido y escribir le dará algo que hacer. Finalmente, afirma que está nevando y quizás sea la nieve la que le trajo el recuerdo que ahora no lo abandona, por lo que su relato será a propósito de la nieve derretida.
Análisis
En este último capítulo de la primera parte de la novela vemos una tensión muy fuerte al interior del protagonista, que quiere entregarse a la soledad y el egoísmo, es decir, a la vida en el subsuelo, indiferente a lo que piense el resto del mundo sobre él, pero que, al mismo tiempo, no puede alejarse del deseo de hacerse escuchar por otros, de comunicarse con sus contemporáneos y hacerse entender. La tensión entre la soledad y el individualismo extremos del hombre del subsuelo y su dependencia de la comprensión y la aprobación de los demás se hace evidente en la construcción de estos interlocutores, a quienes se les otorga una entidad concreta y hasta líneas de diálogo específicas. Pero será recién en la segunda parte del libro cuando esta tensión ocupe un lugar mucho más central.
Por otro lado, este final le da a la primera parte del libro una estructura cíclica: a las constantes contradicciones en las que caía el hombre del subsuelo al intentar definirse a sí mismo al principio de esta sección, se le suman las que abundan en este último capítulo. De esta forma, la personalidad del hombre del subsuelo demuestra estar en conflicto, coherente con las ideas sostenidas por él mismo, que afirmaba anteriormente la imposibilidad, para un hombre de conciencia, de asumir una identidad: en su cuestionamiento potencialmente infinito, la conciencia siempre termina cuestionándose a sí misma y no puede alcanzar nunca una posición estable.
Finalmente, el narrador nos introduce a la segunda parte de la novela, anunciando que la nieve derretida le trae recuerdos que no lo abandonan. Así, la segunda parte del relato nos llevará a la década de 1840, cuando el hombre del subsuelo tiene veinticuatro años. Este salto temporal supondrá un corrimiento en el tema principal del texto: si en la primera parte del libro se parodia al "hombre nuevo" de Chernishevski, poniendo énfasis en las contradicciones de las ideas materialistas y deterministas de su autor en particular y de la intelligentsia rusa de la época en general, la segunda parte del libro se remonta a la década de 1840 para poner también el foco en el tipo literario del "hombre superfluo" y en los ideales sentimentalistas, humanistas y románticos que predominaron en esa época, como veremos a continuación.