Lo que ansío recuperar es lo que fui
Antes de que la cama, antes de que el cuchillo,
Antes de que el alfiler del broche y el ungüento
Me fijaran así, en este paréntesis;
Caballos fluyendo al viento,
Un lugar, un tiempo fuera de la mente.
La identidad es un tema fundamental en la poesía de Plath. Ser siempre la misma persona, pese a las vivencias traumáticas y las angustias cotidianas, es una obsesión de la voz poética. En esta cita, esa obsesión se refleja con claridad. La voz poética pretende recuperar su yo, volver a ser aquella que fue antes de que la mota entrara en el ojo, es decir, antes de que la locura irrumpiera en su vida, fijándola en un paréntesis eterno, fuera de la mente.
Nunca conseguiré recomponerte del todo,
Armarte, encolarte y ensamblarte adecuadamente.
"El coloso" es uno de los aclamados poemas de Plath en los que la voz poética se dirige a su padre. Si bien la poesía no debe leerse meramente en clave biográfica, en estos poemas resulta muy difícil separar la voz poética de la autora. El padre de Sylvia Plath, Otto Plath, murió cuando ella tenía ocho años, dejando una marca terrible en Sylvia. Otto era un padre autoritario por el que ella sentía devoción y pánico. En sus poemas, Sylvia intenta reconstruir la figura de ese padre perdido a tan temprana edad. Sin embargo, tal como indican los versos citados, esa tarea se le hace imposible. La figura colosal del padre es inabarcable, y las palabras no le alcanzan a la poeta para ensamblar su figura de manera adecuada.
Me transformo en un guijarro inmóvil.
A lo largo de toda su obra, la voz poética se presenta de manera recurrente como una entidad pasiva sobre la que el mundo opera como si fuera una cosa inanimada. Esta cita pertenece al poema "Las piedras", en el que la voz poética narra su estadía en un hospital. Allí, la tratan como si fuera un objeto al que se debe reparar. Ante la imposibilidad de afrontar ese mundo frío e inhumano, ante la imposibilidad de ser, la voz poética se convierte, metafóricamente, en una piedra. Así, los demás podrán hacer con ella lo que quieran sin que ella sufra. Perder la identidad, en este caso, forma parte de una decisión estratégica para preservarse del dolor impuesto.
Incluso a través del papel de regalo podía oírlos respirar
Ligeramente, a través de sus pañales blancos, como un bebé
malísimo.
En la poesía de Plath, la naturaleza es una fuerza destructiva y avasallante. En "Tulipanes", la voz poética narra un día de su internación en un hospital. Ha logrado, felizmente, librarse de su familia, de sus obligaciones, e incluso se ha olvidado un poco de sí misma. Todo parece estar bien, hasta que la naturaleza irrumpe: las flores que depositan en el cuarto de la voz poética arrasan con su paz somnolienta. Los tulipanes, irónicamente, no llenan de vitalidad el espacio, sino que destruyen la poca vitalidad que allí aún restaba.
La luna no es una puerta. Es una cara de por sí,
Blanca como un nudillo y terriblemente afligida,
Que arrastra el mar tras ella como un crimen oscuro.
He aquí otro símbolo clásico de la poesía que Plath "adultera". Así como las flores no aparecen en sus versos con una connotación positiva, como suelen aparecer en la poesía clásica, la luna aquí tampoco es la luna típica que ilumina sutil y seductoramente la noche. No es el astro que inspira al artista, ni el que evoca las emociones del soñador. La luna de Plath es una cara triste, que siempre está afligida o enferma (ver también "Límite" y "Lesbos"). Sus destellos no irradian vitalidad, sino muerte y desasosiego.
En mí se ahogó una joven antaño, y en mí una anciana hoy
Se yergue hacia ella, día tras día, como un pez terrible.
En la poesía de Plath, la muerte está siempre presente y no representa un final, sino una fuerza latente que está con nosotros a cada segundo. En "El espejo" esta idea es central. En los versos citados, el espejo deja en claro que la vejez y el deceso están presentes todo el tiempo, junto a nosotros. La anciana que se mira en el espejo está día a día más cerca de ahogarse y desaparecer como otrora desapareció aquella joven.
Estos versos también trabajan con la cuestión de la identidad. Sutilmente, el espejo nos invita a preguntarnos si cuando nos miramos en su reflejo aún somos aquellos que fuimos años o décadas antes, o si aquel que se reflejó otrora ya no existe más.
Siempre te tuve miedo: a ti, a ti
Con tu Luftwaffe, con tu pomposa germanía,
Con tu pulcro bigote y esa
Mirada aria, azul centelleante.
En "Papi", uno de los poemas más famosos y mordaces de Plath, la voz poética compara a su padre con un demonio, un vampiro y (he aquí lo más controvertido) un nazi. La Luftwaffe, el bigote y la mirada aria son tres elementos simbólicos que aluden al nazismo. Mediante estas alusiones, Plath no intenta meramente escandalizar o perturbar a los lectores de su época, sino hermanar la violencia de la moral masculina con la violencia del Tercer Reich.
Cabe destacar otro verso de este mismo poema que profundiza en esta idea: "Toda mujer adora a un fascista". Tal como lo demuestra esta cita, la reflexión (conflictiva, no lineal, maniquea ni panfletaria) sobre el rol de la mujer en la sociedad y su responsabilidad también es una constante en la poesía de Plath.
Y ahora voy dejando
Espuma sobre el trigo, un centelleo marino.
El grito del niño
Se disuelve en la pared.
"Ariel", uno de los poemas más importantes de Plath, puede considerarse una oda a la muerte. Aquí, la voz poética se entrega a la liberación que trae el final. Monta un caballo y, en su viaje rumbo a la oscuridad, se va liberando de las opresiones de la vida cotidiana. Tras ella, solo queda espuma y un suave centelleo. El grito del niño, el reclamo del hijo, la exigencia y la demanda insoportable de la maternidad, finalmente, se disuelve.
La turba que masca cacahuetes
Se arremolina para ver cómo me quitan
Las vendas de las manos y los pies:
El gran strip tease.
En estos versos aparece la idea de que la muerte y el dolor de la voz poética son objeto de goce para los otros. Mientras ella vive muriendo y renaciendo, la turba la rodea para deleitarse con su sufrimiento y aplaudir sus resurrecciones. Aquí, nuevamente, aparece la deshumanización y la cosificación de una sociedad que se recrea en el morbo, sin interesarse en lo más mínimo por el sufrimiento del prójimo.
La savia
Brota como las lágrimas, como el
Agua que se esfuerza
En restablecer su espejo
En la roca,
Deshaciendo y horadando
Este cráneo blanco,
Carcomido por las malas hierbas.
En "Palabras", Plath postula al arte poética como una liberación vital, orgánica. Las palabras brotan de la voz como lágrimas, como savia, desde lo más íntimo de su emoción. Para salir a la luz deben, sin embargo, enfrentarse a la razón, horadar el cráneo carcomido por las malas hierbas.
Estos versos de "Palabras" evidencian la postura poética de Plath, su idea de que la poesía debe nacer desde lo más hondo de la emoción, desde lo más verdadero del ser, e imponerse a la razón y sus vicios hipócritas.