La muerte
En la poesía de Plath, morir es un acto literal y metafórico. En términos literales, la muerte es una posibilidad constante. La voz poética se refiere de manera recurrente a la idea del suicidio, de desaparecer definitivamente de la tierra. Por supuesto, el suicidio de la autora le brinda aún más relevancia a esta idealización ficcional.
En términos metafóricos, la muerte se presenta como algo que puede suceder en vida sin terminar, efectivamente, con la vida. De hecho, en poemas como "Lady Lázaro", la voz poética muere deliberadamente para transformarse, encontrarse a sí misma y resguardarse del caos del mundo exterior. Luego renace. Saber morir en vida es un logro.
En ambos casos, la muerte es presentada como algo puro y, por lo tanto, perfecto. Es un lugar inmaculado, que está a salvo de las miserias mundanas. A diferencia de la vida ordinaria, que se percibe como opresiva y cruel, la muerte le pertenece a la voz poética: es su lugar de libertad y calma.
La opresión de la mujer
Este tema es central en la poesía de Plath. A través de sus versos, la autora explora la opresión constante y la lucha de la mujer por su autonomía dentro de las estructuras sociales impuestas. Esta lucha, en general, es infructuosa. Las mujeres que presenta Plath no logran existir por sí mismas: su existencia depende de la voluntad y el deseo del hombre. Por supuesto, Plath es crítica al respecto. No culpa a la mujer (aunque tampoco la exime de responsabilidad), sino que, con un tono irónico y virulento, señala a los hombres y los acusa de imponer una moral ridícula e injusta.
La naturaleza
En la poesía de Sylvia Plath, la naturaleza es un reflejo de los estados anímicos de la voz poética. Los paisajes no son meras descripciones objetivas, sino que sirven como elementos externos que revelan, disparan o exacerban tensiones internas. A diferencia de lo que sucede en romanticismo, donde la naturaleza a menudo exalta el amor y el espíritu creador, en Plath, la naturaleza exacerba emociones negativas. La angustia, el miedo, el dolor por la pérdida y la búsqueda de significado en un mundo desolador aparecen proyectados en elementos como la violencia del mar, la muerte de un crustáceo o la cara de la luna. Con maestría, la autora logra fusionar el mundo natural con la voz que versa sobre él. Saber si es la angustia de ella la que carga de desolación al mar, o si el mar es el que llena de desolación el alma de la voz poética es, entonces, imposible e incluso inútil: lo que está afuera es percibido desde un adentro, y lo que está adentro está atravesado, inevitablemente, por el exterior.
La locura
En la poesía de Sylvia Plath, la locura es mucho más que un estado mental patológico. Es una respuesta a las presiones externas y un síntoma lógico de vivir en un mundo ilógico, hipócrita e insensible. A la usanza del romanticismo, Plath invierte los valores tradicionales, postulando que el mundo que se considera "cuerdo" es, en el fondo, el que está loco.
En sus versos, la locura se entrelaza con la búsqueda de identidad y la crítica al mundo circundante. La voz poética se pierde constantemente en esa sociedad que la oprime y la considera "loca" por tener una percepción diferente a la que rige por norma. Ser considerada una "loca" es lo que, paradójicamente, enloquece a la voz poética. Tener la percepción alterada no es un problema; el problema está en ser juzgada, cosificada, internada y apartada por ver las cosas de otra manera.
La locura en Plath se presenta, entonces, no solo como un estado personal, sino como una potente metáfora para criticar las estructuras sociales y para explorar la posibilidad de una liberación radical a través de la disolución del yo. En un mundo que a menudo se muestra hostil e incomprensivo con lo diferente, tal vez es mejor ser un loco y "quedar afuera", que intentar ser un cuerdo y ser sometido a vivir en el corazón de la locura.
El arte
A través de sus versos, Plath define su búsqueda poética personal, sus afinidades estéticas y también aquello que rechaza. En su poética se lee un afán por la autenticidad y un rechazo absoluto a los trucos formales y las supercherías. Plath se propone llegar a la emoción y los sentidos de la manera más genuina. Postula que hay dos obstáculos que hacen difícil esta búsqueda: la mente y el mundo moderno. La mente, con sus razones y argumentos, es una entidad que limita la conexión con los propios sentidos. El mundo moderno, con su materialidad burda y excesiva, aleja a la voz poética de su fuero íntimo. A menudo, Plath postula el pasado como un tiempo ideal para los artistas, un tiempo en el que los mitos aún vivían, y no todo estaba controlado por la razón moderna.
Recordemos que la poesía confesional en la que se inscribe la obra de Plath surge en oposición a la poesía académica, erudita y analítica de poetas modernistas como T.S. Elliot y W. H. Auden, que dominaron la escena durante las décadas de 1920 y 1930.
La identidad
Este tema es recurrente y se entrelaza con los otros que hemos analizado en esta sección. En la poesía de Plath, la voz poética lucha constantemente para encontrar su propia identidad y hacerla valer, o para perderla y vivir en la amnesia definitiva. La voz poética se encuentra quebrada, perdida, difuminada debido a las presiones externas y los roles impuestos por la sociedad. Ante la imposibilidad de ser ella misma en un mundo que no la comprende ni tolera, la voz poética suele presentar la pérdida de la propia identidad como un anhelo. En los momentos en los que logra olvidarse y desprenderse de sí misma, siente una gran liberación y muchísima paz. Sin embargo, el mundo la impele a hacerse cargo de su vida y seguir adelante una y otra vez. Esto genera una tensión circular e imposible de resolver, ya que la voz poética se ve obligada a ser en un mundo que no la acepta tal y como es.
El mundo moderno
En la poesía de Plath, el mundo moderno es un lugar opresivo y deshumanizante. La materialidad excesiva, el dominio de la razón y el cálculo, y los mandatos sociales (regidos por la moral masculina) corroen la identidad de la voz poética, su psiquis y su capacidad creativa. La sociedad moderna es presentada como una masa informe y cruel, que considera el sufrimiento ajeno como una especie de espectáculo público.
En respuesta a la opresión sufrida por el mundo circundante, la voz poética encuentra en la locura, en la pérdida del yo y en el anhelo de la muerte una posibilidad de escape, una fuga hacia la nada, hacia la paz definitiva. Esos "hallazgos" son siempre momentáneos: la maquinaria del mundo moderno no deja que la voz poética escape. Una y otra vez vuelve a atraparla en sus fauces, a someterla a ser parte de una realidad que le es ajena y en la que no consigue ser quien verdaderamente es.