Resumen
"Martirio de Santa Olalla" es un poema en tres partes. La primera presenta un "Panorama de Mérida"; traza el paisaje de esta ciudad: un caballo de cola larga corretea por las calles mientras los soldados romanos duermen o juegan. Las plantas y las flores se entremezclan con elementos metálicos, como cuchillos y yunques. Se oyen, por momentos, blasfemias (es decir, insultos) y los gemidos de una niña. En la segunda parte, "El martirio", se presenta la tortura de Olalla, la niña que grita en la primera parte. Le han cortado los senos y un hombre llamado "el Cónsul" los coloca en una bandeja. También le han cortado las manos; su cuerpo se desangra, está mutilado. En la tercera parte, titulada "Infierno y gloria", el cadáver de Olalla está colgado de un árbol. La atmósfera es fría. El cuerpo de la niña es como el carbón porque la han quemado, pero luego se ve blanco, cubierto por la nieve. En los últimos versos aparecen ángeles y serafines a su alrededor, que la celebran como santa.
Análisis
Este poema es mencionado por primera vez en una carta a Jorge Guillén, datada en 1926, bajo el título de "Romance del martirio de la gitana Santa Olalla de Mérida". Está dedicado a Rafael Martínez Nadal, un gran amigo de Lorca y uno de sus intérpretes más prestigiosos. El "Martirio de Santa Olalla" da inicio a la sección final del Romancero gitano, llamada "Tres romances históricos".
El romance sobre Santa Olalla está estructurado en tres partes y es tal vez el que más sadismo expone, ya que se trata de una niña torturada, mutilada y asesinada que, mediante ese martirio, se convierte en santa. La secuencia tiene lugar en Mérida, ciudad romana del sur de España donde viven muchos soldados licenciados cuando la península ibérica forma parte del Imperio Romano. Si bien hoy en día este territorio no forma parte de Andalucía, en aquella época sí. En ese sentido, los especialistas afirman que "al final el Romancero empieza una decidida ampliación hacia atrás en el tiempo y hacia afuera en el espacio" (Josephs y Caballero, 2020: 281).
Como en tantos otros poemas, los primeros versos ya anticipan la fatalidad del personaje, en este caso, mediante el símbolo de un caballo que juega en la ciudad. El paisaje es nocturno y silencioso hasta que cerca del alba, "Al gemir, la santa niña / quiebra el cristal de las copas" (282). Están torturando a Olalla y en los versos inmediatamente anteriores se presentan los instrumentos de tortura: "La rueda afila cuchillos / y garfios de aguda comba". En la historia de este martirio no se resalta la santidad de la niña ni creencias religiosas, sino la violencia, el dolor y el sufrimiento.
La segunda parte nos presenta el cuerpo diseccionado de la niña con un énfasis en sus partes más sexuadas: le cortan los senos y los colocan sobre una bandeja, su garganta se desangra y "Su sexo tiembla enredado / como un pájaro en las zarzas" (283). No hay menciones explícitas a la violación, pero es posible interpretar que es una de las formas de tortura ejercidas contra esta joven. El martirio poético presentado por Lorca se basa en dos relatos de niñas santas que también sufren la tortura: Santa Ágata y Santa Eulalia.
La poética de Lorca es tan poderosa y creativa que logra presentar imágenes sumamente bellas entre los versos que presentan secuencias de lo más violentas y sádicas; es uno de los grandes méritos del autor. Por ejemplo, enuncia: "Por los rojos agujeros / donde sus pechos estaban / se ven cielos diminutos / y arroyos de leche blanca" (283). La imagen es terrible y se refiere a un cuerpo muerto y mutilado. Sin embargo, el poema lo recubre de colores amables como el celeste y el blanco, y de referencias al alimento, la vida y la pureza, como el cielo y la leche.
Lo mismo ocurre en la parte III, que nos muestra a Olalla muerta colgando de un árbol. El poeta pinta un cuadro muy estetizado de este cadáver de niña, y aprovecha diferentes recursos para lograrlo. El más destacado de ellos es el énfasis en el color blanco, que ahora está materializado en la fría nieve del paisaje. Esa blancura, que simboliza la santidad, recubre el cuerpo, que está negro como un carbón porque la han quemado. En la estrofa final entra en escena la luz del sol y se escucha el canto de los ruiseñores, ambas imágenes muy utilizadas en la poesía para crear ambientes armónicos y bellos: "Una Custodia reluce / sobre los cielos quemados, / entre gargantas de arroyo / y ruiseñores en ramos. / ¡Saltan vidrios de colores! / Olalla blanca en lo blanco. / Ángeles y serafines / dicen: Santo, Santo, Santo" (285). El sol cuida el cuerpo como una custodia, su luz se refracta en colores a través de las gotas de nieve derretida como si fueran pedazos de vidrio y las figuras aladas y celestiales celebran la santidad de Olalla.