Resumen
El "Romance de la Guardia Civil Española" es el más extenso de este poemario. Comienza con la llegada de unos caballos negros a la ciudad de los gitanos. Cuando se hace de noche, ellos están en las fraguas trabajando con metales y un caballo herido toca todas las puertas, visita todas las casas. La secuencia tiene lugar en Jerez de la Frontera la noche de Navidad. El yo lírico advierte a los gitanos: deben tener cuidado porque se acerca "la benemérita", es decir, la Guardia Civil. Finalmente, llegan cuarenta guardias y el tiempo parece detenerse. Con sus sables destruyen toda la ciudad. Se escuchan gritos, las gitanas ancianas corren para escaparse y las mujeres jóvenes también. Los gitanos se reúnen en el portal de Belén; algunos de ellos están heridos. Los guardias disparan sus fusiles, prenden fuego la ciudad, la destruyen y luego se van.
Análisis
Este poema está dedicado a "Juan Guerrero, Cónsul General de la Poesía". Se trata de Juan Guerrero Ruiz, editor de la revista Verso y prosa, publicada en Murcia. García Lorca también lo llama "Cónsul de la Poesía" en algunas cartas que le envía por aquellos años.
El "Romance de la Guardia Civil Española" constituye el clímax de toda la secuencia poética de este libro, ya que presenta, hace explotar y da fin a la lucha entre los gitanos y la Guardia Civil, los dos personajes colectivos que funcionan como protagonista y antagonista, respectivamente, del Romancero gitano. Es importante recordar que si bien el poeta crea una Andalucía mítica, y los gitanos representados aquí no deben interpretarse como ejemplos antropológicos de las personas de ese pueblo, la persecución contra los gitanos tiene antecedentes históricos reales. Los relatos sobre la represión, la tortura y el asesinato de este pueblo son muy antiguos, y en el período más cercano a la escritura del libro, la Guardia Civil realmente es una organización armada que se encarga de ejecutar esa violencia.
El poema comienza con una descripción épica de los guardias con un matiz negativo: son seres casi humanos pero sin rostro y totalmente negros, tenebrosos: "Los caballos negros son. / Las herraduras son negras. / Sobre las capas relucen / manchas de tinta y de cera. / Tienen, por eso no lloran, / de plomo las calaveras. / Con el alma de charol / vienen por la carretera" (273-274). Este poemario, tan lleno de personificaciones de elementos de la naturaleza, curiosamente deshumaniza la figura de los guardias civiles; los diferentes objetos, materiales y partes de su uniforme parecen reemplazar el cuerpo humano de estos soldados. Tanto es así que no pueden sentir; no lloran, porque en lugar de cabeza y rostro tienen calaveras de plomo, material del que se hacen las balas. Por lo demás, llegan montando a caballo, por lo que, de entrada, sabemos que traen la muerte.
En una primera instancia, la ciudad de los gitanos, en contraste con esta escena, está de fiesta, ya que es Navidad. Paradójicamente, los soldados traen muerte y destrucción el día que se celebra el nacimiento de Cristo. La alusión a la Virgen María y a San José, padres del niño Jesús, hace nítida esa referencia. Pero además presenta la visión lorquiana de la mezcla entre lo gitano y lo cristiano, porque esta María y este José han perdido unas castañuelas y visten sedas y lentejuelas. Es decir, son personajes bíblicos agitanados en el poema.
Cuando los guardias finalmente entran en la ciudad, se desata una secuencia terrorífica que comienza con una paralización total de la fiesta: "Los relojes se pararon, / y el coñac de las botellas / se disfrazó de noviembre / para no infundir sospechas" (277). Los soldados infunden tanto temor, son tan violentos y amenazantes que hasta el tiempo se detiene y los objetos tratan de ocultarse. De inmediato, ese terror se transporta a las figuras humanas y las ancianas corren para escapar.
Los gitanos parecen encontrar refugio en el Portal de Belén, donde San José y la Virgen protegen y curan a los heridos. La secuencia de violencia perpetrada por la Guardia Civil configura una verdadera escena de guerra, invasión y saqueo. Destruyen absolutamente todo a su paso, disparan sus fusiles la noche entera y prenden fuego la ciudad. Las hogueras que encienden tienen tanto poder destructor que hasta "... joven y desnuda / la imaginación se quema" (278). La imaginación gitana, así personificada, es aniquilada por los soldados. En otras palabras, la violencia ejercida contra la ciudad y los cuerpos de los gitanos es también la represión de su cultura, su pensamiento y su arte.
Por último, cabe destacar que el ritmo y la cadencia del romance se organizan en torno a la repetición del verso "¡Oh ciudad de los gitanos!", varias veces acompañado por un segundo verso en forma de pregunta: "¿Quién te vio y no te recuerda?". Esta repetición funciona casi como un estribillo. También aparecen ambos versos en la estrofa final, que es muy poderosa, y la única donde el yo lírico utiliza la primera persona: "¡Oh ciudad de los gitanos! / ¿Quién te vio y no te recuerda? / Que te busquen en mi frente / Juego de luna y arena" (279). Aunque los soldados han destruido ese lugar mítico y, por lo tanto, la ciudad gitana de fiesta ya no existe, el poeta guarda su memoria, la lleva en la frente, y por eso la recrea poéticamente en su romance.