Resumen
"Romance de la luna, luna", primer poema del romancero, inicia con la voz del yo lírico presentando una escena y un paisaje: aparece la luna en una fragua y un niño la observa. La luna se mueve en el aire y muestra "sus senos de duro estaño" (218). Entonces se produce un diálogo entre el chico y el satélite. El niño le dice que se vaya, que huya, porque si aparecen los gitanos harán alhajas con ella. La luna le pide que la deje bailar y le anticipa que cuando lleguen los gitanos lo encontrarán con los ojos cerrados sobre un yunque. Vuelve a pronunciarse la voz del yo lírico, que narra la llegada de un jinete que toca el tambor: son los gitanos que se aproximan. Cuando llegan, el niño ya tiene los ojos cerrados, es decir, ha muerto, y luego la luna se lo lleva, de la mano, por el cielo. El poema se cierra con llantos de los gitanos dentro de la fragua, donde el aire se lamenta por la muerte del niño.
Análisis
Este primer poema, como todos los del Romancero gitano, está dedicado a una persona muy cercana al autor. En este caso, se trata de su hermana Conchita García Lorca. Las dedicatorias nos permiten recrear los vínculos afectivos y artísticos de Lorca en el período en que publica este libro. Como se ha mencionado, las referencias a su infancia, su familia y la tierra donde nace son permanentes en toda su producción.
Una primera versión de este romance se menciona en una carta que el autor envía a su amigo Melchor Fernández Almagro en 1926, con el título "Romance gitano de la luna luna de los gitanos". Se publica por primera vez ese mismo año en la revista El Norte de Castilla y, un año más tarde, en la Revista de Occidente. La escritura del poema data del año 1924 y, como es evidente, el autor trabaja diferentes versiones del título.
Lo primero que destaca en este poema es la luna, el elemento poético más aprovechado por Federico García Lorca. En la obra del autor, este símbolo representa la muerte. La imagen del satélite abre el poema y, a su vez, el romancero entero, lo que anticipa que la muerte será uno de los temas más centrales (tal vez el principal) de todo el poemario. En "Romance de la luna, luna", y en muchos otros poemas del libro, la imagen de la luna al comienzo nos indica que el protagonista o alguno de los personajes morirá. En este caso, se trata del niño que la observa y conversa con ella de manera inocente desde la fragua. En las estrofas finales, los gitanos del taller lloran, ya que "Por el cielo va la luna / con un niño de la mano" (220), es decir, están velando al chico porque ha muerto.
La descripción de la luna hace énfasis en su blancura de varias maneras. En los primeros versos aparece adornada con nardos, flores aromáticas de color blanco. Además, es "pura", característica también muy relacionada con este color. La propia luna, cuando se dirige al niño, le dice "Niño, déjame, no pises / mi blancor almidonado" (219), haciendo referencia al almidón, otra sustancia típicamente blanca. Es interesante notar que estas propiedades suelen estar asociadas a nociones positivas, pero en la poesía de Lorca son signos que anticipan una muerte trágica, triste o violenta.
Por otra parte, la luna es presentada como figura femenina, también simbolizada por la presencia de los nardos y por la mención a sus "senos". Esta cuestión es especialmente relevante porque toda la primera serie de poemas (hasta el "Romance de la pena negra") tiene a mujeres como protagonistas. En el Romancero gitano, varios elementos de la naturaleza aparecen personificados y la luna es uno de ellos. Así, en este primer poema la luna ocupa el lugar de protagonista femenina y encarna la presencia de la muerte. Como puede verse en las primeras versiones del título del poema, se trata de una luna gitana: el poeta relaciona a las mujeres gitanas directamente con esa noción de muerte, pena y soledad que desplegará a lo largo de todo el libro.
Además de la luna personificada como mujer gitana, este primer poema también presenta a los gitanos como personaje colectivo que funciona como figura central de este romancero. Si bien la caracterización es muy sutil, ya aparecen elementos propios de estos sujetos: su relación con los elementos metálicos (como el yunque), con el espacio de la fragua (taller donde se funden los metales para forjar objetos) y con los caballos, que también simbolizan la muerte en la literatura lorquiana.
Sin que el poeta mencione en qué región o ciudad ocurre esta secuencia, gracias a las referencias sutiles a los gitanos, ya pinta un paisaje andaluz. En ese sentido, se destaca la mención de algunos elementos de la naturaleza típicos de Andalucía y significativos para los gitanos andaluces (y para los españoles en general), como los campos de olivos y el ave llamada zumaya.