Resumen
"Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla" es un poema que cuenta la historia de Antonio Torres Heredia, un joven de linaje gitano con el apellido Camborio, que se dirige a Sevilla para ver el espectáculo de los toros. Es moreno, tiene grandes ojos y el pelo con rulos. En la mitad del camino corta limones y los arroja al agua, que se pone dorada, y en ese mismo punto, bajo un olmo, lo detiene la Guardia Civil. Se trata de 5 soldados, o "tricornios", y como Antonio no se defiende, es decir, no los mata, el poema se pregunta si es realmente un Camborio, si es un verdadero gitano. A las 9 de la noche lo meten en un calabozo, mientras los guardias beben limonada y el cielo está reluciente.
Análisis
Este poema se publica por primera vez en 1926 en la revista Litoral, junto con "San Miguel" y "Preciosa y el aire". Está dedicado a Margarita Xirgu, una de las actrices más famosas de la época y amiga muy cercana de Lorca. Juntos trabajan en obras teatrales en España y en varios países de América.
Antoñito el Camborio, protagonista de este romance, es creado a partir de un hombre real, un gitano famoso de la Vega, en Granada, que una noche cae de su caballo y accidentalmente se mata con su propio cuchillo. Lorca retoma ese relato y lo poetiza en "Sorpresa", un poema incluido en su libro Poema del Cante Jondo. En Romancero gitano, el personaje con el mismo nombre protagoniza 2 poemas, pero tiene una historia menos espectacular. El autor describe a esta figura como un "verdadero gitano", que no es capaz de hacerle daño a nadie y que prefiere morir antes que humillar su tradición cultural milenaria.
En los primeros versos se pone énfasis en la pertenencia de Antoñito a un verdadero y antiguo linaje gitano: "Antonio Torres Heredia, / hijo y nieto de Camborios" (256). Esta cuestión es problematizada hacia el final, porque el protagonista no se defiende de la Guardia Civil que lo prende: "Antonio, ¿quién eres tú? / Si te llamaras Camborio, / hubieras hecho una fuente / de sangre, con cinco chorros. / Ni tú eres hijo de nadie, / ni legítimo Camborio" (259). Su identidad es cuestionada porque no usa la violencia contra los soldados, reacción esperable para la masculinidad estereotipada del hombre gitano como violento. Antoñito no exhibe su identidad gitana con el cuchillo, sino con la magia y la conexión con la naturaleza: "A la mitad del camino / cortó limones redondos, / y los fue tirando al agua / hasta que la puso de oro" (257-258). Así, queda resaltado el hecho de que los violentos son los guardias y no Antoñito. Ese contraste, propio de la lucha histórica entre gitanos y la Guardia Civil, se refuerza en la última estrofa: "A las nueve de la noche / lo llevan al calabozo, / mientras los guardias civiles / beben limonada todos" (259). Mientras el gitano sufre y es privado de su libertad, los soldados toman limonada relajadamente.
Al mismo tiempo, el hecho de que el protagonista no mate a sus captores permite crear una temporalidad mítica. Esto se debe a que los gitanos cuchilleros no forman parte del presente de Antoñito el Camborio: "¡Se acabaron los gitanos / que iban por el monte solos! / Están los viejos cuchillos / tiritando bajo el polvo" (259). Dado que los soldados de la Guardia Civil están al acecho, reprimen y violentan al pueblo gitano, ya no es posible andar solos por el monte. Por eso, sus navajas, sus cuchillos, quedan en el olvido, en un pasado de imaginación poética, ocultas bajo el polvo.
Otro aspecto destacado de este romance es la mención a los toros, fundamental en la obra de Federico García Lorca, aunque el Romancero gitano no aporta muchos ejemplos de este motivo. Sin embargo, en "Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla" es un ingrediente central. Antoñito está en el camino de Sevilla porque va a ver el espectáculo de los toros, tradicional de toda España. A su vez, la referencia vuelve a aparecer en medio de una personificación del día y el atardecer, justo cuando los guardias detienen al protagonista: "El día se va despacio, / la tarde colgada a un hombro, / dando una larga torera / sobre el mar y los arroyos" (258). El día es un torero que lleva a la tarde colgada en el hombro como si fuera una larga capa con la que juega toreando. Esta poderosa imagen del crepúsculo ejemplifica el sentimiento idealizado gitano-andaluz que tanto le interesa al poeta y que admira en el arte de los toreros.