Las máquinas (Motivo)
Las numerosas máquinas relacionadas con la lectura y la escritura que aparecen en varios pasajes de Si una noche de invierno un viajero reflejan la intención de Calvino de parodiar aquellas formas autómatas y frías que utilizaban algunas personas para abordar la literatura en su época, muchas de estas formas asociadas al mundo académico y a las nuevas posibilidades que en esos años empezaba a ofrecer la tecnología con respecto al procesamiento de información. Asimismo, podemos decir que el motivo de las máquinas no se circunscribe estrictamente al ámbito de lo literario, sino que también puede interpretarse en un sentido un poco más amplio como una crítica hacia ciertos vicios de la modernidad.
Quizás esto se pone de relieve con mayor claridad a través de la máquina de lectura de Lotaria, que cuenta el número de veces que se usa cada palabra en un libro y luego las ordena por frecuencia de aparición. Gracias a este sistema, Lotaria afirma que puede decir todo lo que necesita sobre un libro sin la necesidad de leerlo. En este sentido, Lotaria y su máquina simbolizan la frialdad teórica con la que se analizaban los textos literarios en la época en que escribe Calvino; dicho de otra forma, la utilización de esa máquina por parte de Lotaria parodia, de alguna manera, a esos académicos que no juzgan los libros por su mérito literario, sino que hacen suposiciones y afirmaciones sobre los textos basándose puramente en modelos teóricos. La visión negativa de Calvino respecto de este tipo de análisis literario se muestra en el malestar de Silas Flannery con esta máquina y la consiguiente profundización de su bloqueo de escritor.
Otra máquina de libros que aparece en Si una noche de invierno un viajero es la que describe Ermes Marana en la carta que cuenta su paso por Nueva York:
... está la lectora soldada a la butaca por las muñecas (...) para poder someterla a la lectura ininterrumpida de novelas y variantes de novelas tal y como salen a la luz del ordenador. Si la atención de lectura alcanza ciertos valores con cierta continuidad, el producto es válido y puede ser lanzado al mercado, si la atención en cambio disminuye y varía, la combinación es descartada y sus elementos son descompuestos y reutilizados en otros contextos (142).
Esta máquina combina múltiples aspectos que podrían generar miedo e incomodidad en un lector. Primero, las novelas están siendo creadas por computadora. Esto sugiere que los humanos podrían ser reemplazados por máquinas, incluso en campos como el arte y la literatura. En segundo lugar, el tema y el estilo de la novela se modifican basándose únicamente en su capacidad para mantener la atención del lector. Esto implica que la industria editorial moderna está más preocupada por escribir libros que sean atractivos y de fácil acceso que aquellos de mayor calibre intelectual. Por último, la forma en que el lector está incapacitado con grilletes, tapones para los oídos y una correa para la barbilla muestra la impotencia de los escritores y consumidores de literatura ante los intereses capitalistas de los gigantes de la publicación mundial.
Los libros (Símbolo)
La trama de Si una noche de invierno un viajero avanza gracias a los diferentes libros incompletos con los que el Lector se va topando. Hasta cierto punto, podemos afirmar que estos libros simbolizan esa búsqueda del hombre de darle un cierre a las cosas o llegar a una explicación satisfactoria y racional de las mismas. Ahora bien, por otro lado, esa arquitectura narrativa trunca que el Lector encuentra en cada uno de los libros también puede interpretarse como un reflejo de lo que es su propia vida: un relato incompleto y ese afán por darle un sentido. Sin ir más lejos, cuando el séptimo lector en el capítulo XI le hace entender que, más allá de cualquier pretensión vanguardista, al final todas las historias son muy parecidas entre sí y concluyen más o menos igual, el Lector abandona su obsesión por los finales de esos libros que había comenzado a leer y se concentra en cerrar una parte de su vida casándose con Ludmilla. Así las cosas, en el final de la novela es el propio Lector el que desmitifica la carga simbólica de los libros y comprende que para darle un cierre real a las cosas debe accionar en el plano concreto de su vida y dejar la dimensión simbólica de los libros.
La editorial (Símbolo)
La editorial posee una carga simbólica muy fuerte, sobre todo para el personaje de Ludmilla. Ella se niega a ir con el Lector a la editorial, aludiendo que "Hay una línea fronteriza: a un lado están los que hacen los libros, al otro los que los leen. Yo quiero seguir siendo una de las que leen, por eso tengo cuidado de mantenerme siempre al lado de acá de esa línea. Si no, el placer desinteresado de leer se acaba, o se transforma en otra cosa, que no es lo que yo quiero" (109). Esta cita refleja que una editorial para Ludmilla no es simplemente ese lugar donde se editan e imprimen los libros, sino una dimensión trágica en la que esos libros son moldeados por el sistema capitalista y pierden toda la naturalidad del proceso de escritura. Sin ir más lejos, Ludmilla idolatra a Flannery porque está convencida de que el estilo simple y natural de este autor lo salvaguarda de la degradación que implica para un libro el trabajo editorial. En síntesis, la editorial simboliza en la novela esa instancia en la que un libro pierde su esencia y se contamina de capitalismo.
Los espejos (Símbolo)
Los espejos son un símbolo importante en la historia enmarcada En una red de líneas que se intersecan. El narrador es un hombre paranoico y obsesionado con los espejos. Los ama tanto que investiga profundamente y colecciona caleidoscopios. A lo largo de la historia, su paranoia y obsesión lo llevan a crear "espejos" de diferentes aspectos de su vida con la intención de evitar supuestos peligros: contrata dobles, tanto de él mismo como de su amante; compra pares de coches iguales; y, finalmente, crea grupos prácticamente idénticos de delincuentes para llevar a cabo secuestros falsos. En este sentido, los espejos simbolizan la locura del narrador, que se obsesiona con la idea de duplicar la realidad para distraer a quienes supuestamente conspiran contra él y sentirse a salvo.
Por otro lado, al final deEn una red de líneas que se intersecan, el narrador ve a su amante y su esposa reflejadas una y otra vez en una habitación cubierta de espejos y no puede decir qué partes del cuerpo son de quién. Aquí, los espejos parecen homogeneizar hasta la despersonalización a dos personajes femeninos. Esto puede funcionar como un símbolo del rol que Calvino le otorga a las mujeres dentro de esta novela: siempre secundario, débil, casi decorativo. De todas formas, es imposible saber si este tratamiento respondía a una cosmovisión sexista del autor respecto de la mujer o si, por el contrario, proponía personajes femeninos débiles e impersonales como una forma de parodiar a esa mirada machista de los hombres de su época.
Los uniformes (Símbolo)
Los uniformes se mencionan en más de una oportunidad a lo largo de Si una noche de invierno un viajero, pero son de mayor importancia en el capítulo IX. El lector ha ido a Ataguitania y conoce a una mujer que, cree, es Lotaria disfrazada. En realidad, lleva varios disfraces: uniformes que se usan directamente uno encima del otro. El Lector la despoja uno a uno de estos: "Con mano espasmódica desabrochas la bata blanca de la programadora Sheila y descubres el uniforme de agente de policía de Alfonsina, arrancas los botones de oro de Alfonsina y encuentras el anorak de Corinna, bajas la cremallera de Corinna y ves las insignias de Ingrid... " (229). Estos uniformes apilados se pueden leer de manera pesimista como un símbolo de engaño o, de manera optimista, como un símbolo de que la identidad de una sola persona es compleja y multifacética.
La escena continúa con el personaje femenino arrancándose la última pieza de ropa para revelar sus pechos desnudos y declarando: "¡El cuerpo es un uniforme! ¡El cuerpo es milicia armada! ¡El cuerpo es acción violenta! (...) ¡El cuerpo significa! ¡Comunica! ¡Grita! ¡Impugna! ¡Subvierte!" (229). Los aspectos del propio cuerpo, como el sexo y la etnia, pueden considerarse un uniforme obligatorio y desempeñar un papel en la experiencia de la vida. Además, la forma en que uno elige exhibir y adornar su cuerpo, el uniforme elegido por uno, contiene información sobre la propia identidad.