Resumen
Capítulo IX
La narración vuelve a la segunda persona y al marco de la historia del Lector. Él está en un avión leyendo Sobre la alfombra de hojas iluminada por la luna. No deja de leer ni cuando baja del avión ni cuando pasa por los controles del aeropuerto. De repente, una persona le quita el libro. Se trata de un policía que se lo confisca porque está prohibido en el país al que ha llegado el Lector: la ficticia Ataguitania. El Lector intenta protestar, pero se detiene cuando una mujer detrás de él dice: "Por el libro no te preocupes, tengo un ejemplar yo también" (222). La mujer se parece a Lotaria pero tiene el pelo corto y lleva gafas de sol grandes que ocultan gran parte de su rostro. Él la sigue a través de la aduana del aeropuerto y, cuando ella toma un taxi afuera, él se sube a otro y va detrás.
Los taxis paran en el campo, y la mujer, que le pide al Lector que la llame Corinna, se sube al taxi del Lector y le entrega un libro. Al mirar la portada, el Lector ve que no se trata de Sobre la alfombra de hojas iluminada por la luna, de Ikoka, sino de En torno a una fosa vacía, de Calixto Bandera. Ella le dice que en Ataguitania los libros solo circulan con cubiertas falsas. Mientras el taxi continúa avanzando, el Lector le echa un vistazo al texto del libro; no es la misma historia que Sobre la alfombra de hojas iluminada por la luna. Corinna, por su parte, le dice que "El proceso de falsificación, una vez puesto en marcha, no se detiene jamás" (223), y agrega que todo en el país ha sido falsificado. Cuando ella le comenta al Lector que la policía y su organización están compitiendo para explotar más la falsificación, él se da cuenta de que el taxista está escuchando. Corinna le dice que no se preocupe, ya que el taxi en el que están es falso. El Lector observa que hay otro taxi detrás, siguiéndolos, y Corinna responde que también es falso, aunque puede tratarse de uno de esos falsos enviado por su organización o por la policía.
El segundo taxi pasa al primero, en el que van el Lector y Corinna, y hombres armados saltan gritando "¡policía!". Corinna, el Lector y el taxista son esposados y obligados a subir al segundo taxi. Corinna se presenta como Gertrude a los policías que conducen, pide que la lleven al cuartel general y le explica al Lector que, en realidad, ellos son parte de su organización. Poco después, un tercer taxi intercepta al segundo. A Corinna, al Lector y al taxista original se les quitan las esposas y, en cambio, se las colocan a los policías falsos del segundo taxi. Todos se suben al tercer taxi. Corinna-Gertrude ahora se presenta como Ingrid y pide que la lleven al puesto de mando. El líder le dice que se calle y la pone en un auto diferente al del Lector. Este último tiene los ojos vendados y, cuando le quitan la venda, se encuentra en la oficina de un inspector de policía. Un oficial llama a Alfonsina y se presenta Gertrude-Ingrid-Corinna con uniforme de policía. Ella le pide al Lector que firme documentos, y otros agentes le quitan el dinero y la ropa y le entregan el traje de prisionero. La mujer le explica que hay revolucionarios que se han infiltrado en la policía y que no debe preocuparse de que lo envíen a prisión, porque esta también está controlada por los revolucionarios. El Lector, por su parte, sugiere que Marana puede estar detrás de todo esto, pero la mujer afirma que no importa: el jefe también podría ser falso. A medida que la mujer continúa hablando, el Lector se da cuenta de que nadie es verdaderamenete leal a nadie.
Luego, el Lector se encuentra en una oficina de la prisión. Un funcionario está respondiendo a su queja respecto de que cuando buscó En torno a una fosa vacía en la biblioteca de la prisión, todo lo que encontró fueron algunas páginas rotas. Sorpresivamente, el funcionario de la prisión le pide un consejo al Lector. Dice que ya tienen máquinas para censurar obras, pero quieren comparar los hallazgos de la máquina con las impresiones del Lector, ya que se ha determinado que él es un lector promedio. Cuando lo llevan a la sala de máquinas, hay una programadora. La presentan como Sheila, pero, quizás como era de esperar, es la misma mujer que él cree que es Lotaria. La máquina está imprimiendo páginas cubiertas de palabras que, según el oficial, es el texto completo de En torno a una fosa vacía.
El primer impulso del Lector es empezar a leer. Sin embargo, de repente siente que ya no puede ser arrastrado "pasivamente por la peripecia" (228). Agarra a la mujer y le grita. Le dice que se quite el uniforme, sabiendo que hay otro uniforme debajo. Ella se quita el disfraz de Sheila, Alfonsina, Corinna y, finalmente, Ingrid. Cuando se quita el uniforme de Ingrid, la mujer está completamente desnuda ante él. Ella le pregunta si es un uniforme y él responde que no. Ella no está de acuerdo y le dice: "¡El cuerpo es un uniforme! ¡El cuerpo es milicia armada!" (229). La mujer le arranca la ropa al Lector y tienen relaciones sexuales. Mientras sucede esto, el narrador le habla directamente al Lector, señalando que parece sentir el derecho de tener relaciones sexuales con todos los personajes femeninos del libro. El flash de una cámara se dispara y un fotógrafo invisible regaña a la mujer, a quien llama Capitán Alexandra, por ser atrapada una vez más en una relación sentimental con un prisionero. El fotógrafo amenaza con usar las fotografías para chantajearla, pero a la mujer esto no parece molestarle. El Lector, por su parte, se encuentra envuelto en la historia que se ha estado imprimiendo desde la máquina.
En torno a una fosa vacía
En torno a una fosa vacía tiene lugar en un país anónimo de habla hispana. Un joven llamado Nacho es enviado por su padre moribundo al pueblo de Oquedal para encontrar a su madre. Nacho le ha preguntado a su padre por su madre durante toda su vida, pero solo ha obtenido respuestas falsas y contradictorias. El padre de Nacho, Don Anastasio Zamora, muere antes de que pueda decirle a su hijo el nombre de su madre, por lo que Nacho se dirige al pueblo sin saber exactamente a quién buscará cuando llegue.
Toma un camino a lo largo del borde de un acantilado. En su primer día, ve a otro hombre a caballo al otro lado de un valle. Nacho le grita, pero no obtiene respuesta. Luego, cabalga rápido y se adelanta al otro hombre. Cuando mira por encima del hombro, ve al hombre apuntándole con un rifle. Nacho alarga la mano para sacar su propia pistola, pero el hombre vuelve a poner su rifle sobre su hombro. Durante el resto del viaje, simplemente viajan al mismo ritmo, a la par.
Cuando Nacho llega a Oquedal le da su nombre y el de su padre a un indio viejo. El anciano señala el palacio de la familia Alvarado. Nacho va a la casa y sigue a un criado que lo lleva por múltiples patios. En el último, se presenta una mujer llamada Anacleta Higueras. Ella le da de comer a Nacho, diciéndole "Come, hijo" (237), frente a lo cual él se pregunta si eso significa que realmente es su hijo, o si es solo una forma de hablar. Nacho come la comida, que es extremadamente picante, y le pregunta a la Anacleta si conoce a su padre. Ella le dice que ese hombre trajo el mal al pueblo y luego desapareció. Nacho mira a Amaranta, la hija de Anacleta, y le pregunta si no tienen el mismo aspecto. Anacleta responde que "Todos los nacidos en Oquedal se parecen" (238). Nacho ahora le pregunta por un retrato que vio en uno de los patios, y Anacleta responde que es de Faustino Higueras, su hermano, que murió cuando "el enemigo se atravesó en su camino" (238).
Más tarde, Nacho se acerca a Amaranta en otro patio. Él le dice que quiere medir la similitud de sus rasgos presionándolos juntos. Empiezan a besarse, y él la empuja contra unos sacos mientras ella lucha contra él. Anacleta los encuentra y le grita a Nacho, agarrándolo del cabello. Nacho interroga astutamente a Anacleta, revelando que la razón por la que besó a Amaranta es para que Anacleta le diga si ella es su hermana. Anacleta le dice que su madre es la dueña de la casa, Doña Jazmina.
La narración ahora salta lo que queda del día y pasa directamente a la noche. Nacho ha sido invitado a cenar con Doña Jazmina y su hija Jacinta. Doña Jazmina le cuenta a Nacho que su padre jugaba en el mismo cuarto donde ellos comen. Siempre ganaba mucho dinero y luego lo perdía todo al amanecer. También dice que él bajaba a los cuartos de los indios a dormir con mujeres. Cuando Jacinta se ríe, Nacho piensa que se parece a Amaranta y repite la cita de Anacleta de que todos los de Oquedal lucen iguales. Doña Jazmina le dice que Faustino Higueras era mitad blanco y mitad indio, pero que "De ánimo, en cambio, era todo indio. Estaba con ellos, tomaba su defensa... y así acabó" (241). Pasa de Faustino Higueras a hablar de Don Anastasio y le dice a Nacho que les pregunte a los indios sobre una canción que cantan sobre su padre.
Después de la cena, Nacho se queda a solas con Jacinta. Al igual que con Amaranta, sugiere tener intimidad; a diferencia de Amaranta, Jacinta está completamente dispuesta. Se arrancan la ropa y se dan cuenta de que tienen un lunar en el mismo lugar del cuerpo. En ese momento, Doña Jazmina los atrapa y le grita a Nacho. Él pregunta quién es su madre y ella dice que es Anacleta Higueras, aunque la mujer no quiera admitirlo.
Nacho vuelve a Anacleta y le pregunta por la canción. Ella lleva a Nacho a caminar a los campos de maíz y le cuenta una larga historia. El padre de Nacho y Faustino se pelearon y decidieron cavar una tumba y pelear por ella hasta que uno de ellos muriera. Todos los indios se reunieron alrededor mientras ellos peleaban con cuchillos y, al final, Faustino perdió. Acto seguido, Faustino fue enterrado y Zamora, el padre de Nacho, dejó Oquedal para siempre. Sin embargo, Nacho ve que la tumba está vacía. Anacleta explica que los indios de muchos otros pueblos vinieron a pedir reliquias y pedazos del cuerpo de Faustino para llevarlos a la batalla, ya que, decían, eran de buena suerte. Ella le dice a Nacho que hay leyendas que indican que Faustino todavía anda por ahí, montando un caballo negro en la montaña.
Nacho piensa que Faustino era el otro hombre a caballo que vio en su viaje a Oquedal. Mira a su alrededor y ve que un grupo de indios ha formado un círculo alrededor de la tumba. Un joven con un cuchillo se acerca a Nacho y le pregunta qué le dio el derecho de poner las manos sobre su hermana. Nacho pregunta quién es, y el hombre responde que es Faustino Higueras. La historia termina con Nacho agarrando su cuchillo y preparándose para pelear.
Capítulo X
El Lector está tomando el té con un hombre llamado Arkadian Porphyritch, Director General de los Archivos de la Policía Estatal de Ircania. El lector ha sido enviado a Ircania por el Alto Mando Ataguitano en una misión. Ircania y Ataguitania han estado confabulados durante mucho tiempo para intercambiar libros prohibidos para que el gobierno tenga algo contra lo que luchar. Hablan extensamente sobre la práctica de prohibir libros y la forma en que realmente fortalece el poder de la palabra escrita. Al igual que el señor Cavedagna, Porphyritch expresa que hay dos formas de leer libros: hacerlo sumariamente para trabajar y hacerlo por placer.
El Lector pregunta si Porphyritch conoce a Marana y la conspiración apócrifa. Este dice que sí y que incluso capturó a Marana una vez. Sin embargo, no pudieron lidiar adecuadamente con él porque sus motivos no eran el poder o el dinero, sino una mujer soltera de la que sabían poco. Lo que sí descubrieron es que esta mujer, que el Lector sabe que es Ludmilla, leyó para "despojarse de toda intención y de todo prejuicio, para estar dispuesta a captar una voz que se deja oír cuando menos se la espera, una voz que viene no se sabe de dónde, de alguna parte al margen del libro, al margen del autor, al margen de las convenciones de la escritura: de lo no dicho, de lo que el mundo aún no ha dicho de sí y no tiene aún palabras para decirlo" (249). La búsqueda de Marana es mostrarle a esta mujer que "tras la página escrita está la nada; el mundo existe solo como artificio, ficción, mal entendido, mentira" (249-250). Después de sostener e interrogar a Marana durante una semana, Porphyritch llegó a creer que la mujer ya había ganado: ella podía encontrar la verdad detrás de la falsedad.
Porphyritch dice que después de eso dejaron escapar a Marana, y ahora Marana falsifica, no por Ludmilla, sino por el bien de la mistificación misma. Porphyritch atesora el pensamiento de Ludmilla, una lectora que lee simplemente por leer. El Lector superpone brevemente las imágenes de Porphyritch y Ludmilla; luego cambia de tema al libro En torno a una fosa vacía. Porphyrich dice que actualmente no está disponible, pero lo estará en una semana o dos. Sin embargo, dice que un autor llamado Anatoly Anatolin ha estado trabajando en una versión de la misma novela pero ambientada en Ircania. Este libro, titulado ¿Cuál historia espera su fin allá abajo?, puede ser entregado al Lector muy pronto. Este, por su parte, planea ir directamente a Anatoly Anatolin y quitarle el manuscrito antes de que el gobierno pueda confiscarlo.
Esa noche el Lector sueña que está en un tren que atraviesa Ircania. Todos los viajeros están leyendo gruesos libros, y el Lector cree que estos son todos los libros que ha tenido que dejar de leer abruptamente. Cuando un viajero se levanta y deja su libro, el Lector lo toma y lo observa. Los otros viajeros lo miran con desaprobación. El sueño se interrumpe, y el Lector está esperando en un jardín a que llegue Anatoly Anatolin con el manuscrito de su nueva novela. Anatoly se acerca y le dice que el jardín está bajo observación. Le pasa muchos pequeños paquetes de páginas, que separa para que no quede un gran bulto en su abrigo. Sin embargo, en un momento una página sale volando, y dos agentes aparecen detrás de un arbusto y lo arrestan.
¿Cuál historia espera su fin allá abajo?
Un joven camina solo por las calles de su ciudad. Mientras lo hace, se imagina vívidamente borrando todas las cosas que no le importa ver. Esto comienza con edificios como un ministerio y tres bancos; luego aumenta a personas que son superiores o inferiores a él, ya que ambos tipos de personas lo hacen sentir incómodo. Al principio no borra a los extraños, pero luego comienza a sentirse solo rodeado de ellos, por lo que también los borra. El joven piensa que con todas las demás personas borradas, podrá ver mejor a aquellas con las que quiere encontrarse, específicamente a una mujer llamada Franziska. El narrador reflexiona detenidamente sobre su relación con ella; se llevan muy bien cuando se encuentran en la calle, pero nunca hacen planes concretos para encontrarse.
El hombre continúa borrando cosas mentalmente. Ahora se enfoca en amplios aspectos de la sociedad: transporte, ejército, salud, derecho, educación, cultura, economía, agricultura y luego toda la naturaleza. Sigue caminando por la calle, pero lo que ve ahora es una llanura infinita. Mirando a lo lejos, el narrador ve a Franziska. Con ella hay hombres con abrigos y sombreros. El narrador los reconoce como hombres de la Sección D. Piensa para sí mismo que ya los borró, pero cuando intenta borrarlos de nuevo, permanecen.
Los hombres saludan al narrador y le dicen que este los ha ayudado a limpiar. Mientras ellos hablan de sus misteriosos planes, el narrador se siente incómodo e intenta traer todo de vuelta a la existencia, pero se da cuenta de que no puede. De repente, tiene la sensación de que está en una trampa y de que necesita alcanzar a Franziska y escapar. Corre hacia ella, pensando que el mundo parece un trozo de papel en blanco. En eso, se forma una grieta en el suelo entre el narrador y Franziska, y él salta a través de ella. Cuando llega a Franziska, ella lo saluda feliz, actuando como si no hubiera nada fuera de lo común.
Capítulo XI
El Lector regresa de sus viajes a la ciudad donde comenzó y decide ver si la biblioteca tiene los libros que no ha podido terminar. Todos los títulos aparecen en el catálogo, por lo que él completa una serie de formularios de solicitud. Sin embargo, ninguno de los libros está disponible. Mientras el Lector espera que el personal los busque, se sienta en una mesa donde otras personas están leyendo. Estas personas que rodean al Lector comienzan a compartir sus puntos de vista sobre la lectura. El primero dice que lee los libros de a fragmentos, para hacer una pausa después de cada uno y pensar durante mucho tiempo al respecto. Otro dice que cada vez que vuelve a leer un libro es como leer uno nuevo por primera vez, porque gran parte de la lectura trata sobre la propia experiencia. Siete lectores hablan antes de que intervenga el Lector, expresando su total desacuerdo con gran parte de lo que han dicho los otros.
Aún frustrado porque los libros que desea no están disponibles, el Lector les dice a las otras personas que parece que los únicos libros que existen son los que se suspenden o se pierden. El quinto lector piensa que el Lector está hablando de Las mil y una noches, y describe la historia de la doncella que cuenta una historia larga e interconectada para apaciguar al califa Harun-al Rashid. El Lector quiere agregar la historia a su lista de libros interrumpidos, pero el quinto lector ha olvidado el título. El sexto lector pide ver la lista de las lecturas y lee todos los títulos de los libros en orden: "Si una noche de invierno un viajero, fuera del poblado de Malbork, asomándose desde la abrupta costa, sin temor al viento y al vértigo..." (268). Cuando termina la lista de títulos, dice que ha leído un libro que empezaba, justamente, así. El Lector trata de corregirlo, diciendo que él busca una continuación de todos esos libros, y no uno solo que comience con esa cita. En eso, el séptimo lector le dice que en la antigüedad todas las historias terminaban con el héroe y la heroína casándose o muriendo. Al escuchar esto, el Lector decide casarse con Ludmilla.
Capítulo XII
Este capítulo sirve como un epílogo breve. El Lector y Ludmilla se sientan uno al lado del otro en la cama a leer. Ludmilla cierra su libro, apaga la luz y le dice al Lector: "Apaga tú también. ¿No estás cansado de leer?" (269). El Lector, por su parte, responde que casi ha terminado con el libro de Italo Calvino Si una noche de invierno un viajero.
Análisis
Una de las cuestiones más significativas de esta sección de la novela está relacionada con los nombres; ellos juegan un papel importante tanto en la trama principal como en las diferentes subtramas, ya sea por el uso que Calvino le da a estos nombres o, incluso, por la decisión de prescindir de ellos en el caso de algunoss personajes.
En En torno a una fosa vacía, por ejemplo, Nacho tiene el mismo nombre que su padre. Esto se revela cerca del final de la historia: "«Pero ... Nacho Zamora soy yo» / «También a tu padre en aquella época lo llamaban Nacho" (243). El hecho de que Nacho y su padre tengan el mismo nombre no solo muestra su vínculo familiar, sino que presagia que Nacho será puesto exactamente en la misma situación que su padre, batiéndose a duelo sobre una fosa vacía. Si bien esta historia le atribuye al nombre una función simbólica de presagio, por otro lado, en el capítulo IX, los nombres constituyen simplemente una capa más de un disfraz o, simplemente, una fachada.
En el capítulo IX, el Lector conoce a una mujer cuyo nombre cambia constantemente: Corinna, Gertrude, Alfonsina. Dado que este personaje vive en un país ficticio donde las mentiras y los disfraces son la norma, trata los nombres como una forma más de ocultar el verdadero yo. El tratamiento contrastante de los nombres en estos capítulos yuxtapuestos hace que el lector contemple la importancia de los nombres dependiendo de la identidad y las circunstancias de cada uno.
Por otro lado, también podemos realizar un análsis respecto de la cuestión de los nombres a partir del tratamiento que Calvino le da al nombre del personaje femenino en el capítulo IX, tratamiento que también refleja el trato que el autor le da a todos los personajes femeninos a lo largo de la novela. Algunos estudiosos han acusado a Calvino de misoginia debido al hecho de que el personaje principal de la historia, así como todos los narradores de las historias enmarcadas, son hombres, mientras que las mujeres son solo personajes secundarios con poca sustancia. El Lector llega a creer que la mujer con muchos nombres es, en realidad, Lotaria, la hermana de Ludmilla. El narrador, por su parte, dice: "Con seguridad sabes solo que su función en tu historia es similar a la de Lotaria, conque el nombre que le corresponde es Lotaria y no sabrías llamarla de otro modo" (226). En síntesis, podríamos decir que el Lector, que define al personaje femenino basándose en la función que cumple en la historia y no en su identidad declarada, encarna esa perspectiva machista que, de una forma u otra, siempre acaba con la objetivación de la mujer.
Unas páginas después, Calvino matiza nuestra percepción del Lector respecto de la responsabilidad que le cabe en esta cuestión del tratamiento de los géneros en la novela. En un discurso inusualmente directo, incluso para los parámetros hiperlaxos de Si una noche de invierno..., el narrador le dice al Lector: "¿Hasta cuándo seguirás dejándote arrastrar pasivamente por la peripecia? Te habías lanzado a la acción lleno de impulso aventurero: ¿y después? Tu función se ha reducido pronto a la de quien registra situaciones decididas por otros, sufre arbitrariedades, se encuentra complicado en acontecimientos que escapan a su control. Entonces, ¿de qué te sirve tu papel de protagonista?" (228). Con esta cita, el lector del libro debe confrontar su falta de control sobre la historia. Luego, el Lector dentro del libro procede a desnudar al personaje femenino (que puede ser Lotaria) y tener sexo con ella. El narrador vuelve a acusar al Lector: "Lector, ¿qué haces? ¿No te resistes? ¿No escapas? Ah, participas... Ah, te lanzas tú también... Eres el protagonista absoluto de este libro, de acuerdo, pero ¿crees que eso te da derecho a tener relaciones carnales con todos los personajes femeninos?" (229). Esta escena refleja cierta conciencia de Calvino respecto de la impunidad del Lector, al mismo tiempo que da cuenta sobre cómo los personajes femeninos son objetivados en el libro.
En este sentido, parecería que Calvino empuja la responsabilidad de estos puntos de vista machistas y acciones fuera de sí mismo como autor y la deposita sobre el Lector, quien supuestamente tiene el control de la situación. Esto plantea un interrogante sobre cuánto control tienen realmente los lectores respecto de diferentes aspectos de una novela como, por ejemplo, las cuestiones de género. A propósito de esto, aunque no lo parezca, los lectores seguramente tienen cierto control: son, en buena medida, sus gustos e intereses los que controlan lo que se produce en un sistema capitalista. Dicho de otra forma, la industria del libro responde a la lógica capitalista de cualquier negocio y acaba dándole al público lo que este desea consumir. En síntesis, la novela de Calvino propone una reflexión respecto de cuánto la oferta literaria está supeditada a los caprichos del mercado.
Ahora bien, si el hecho de que Calvino suponga que su Lector es hombre tiene como objetivo implicar a los lectores masculinos como parte de la producción de novelas escritas por y para ellos y, en consecuencia, también responsabilizarlos por las perspectivas sumamente machistas que acaban teniendo estos libros, podríamos decir que Si una noche de invierno un viajero es bastante progresista para la época.
Después de la estructura no tradicional que ostenta la narración de Si una noche de invierno un viajero durante casi toda la novela, el final del libro es, paradójicamente, bastante tradicional. Aquí también podríamos apreciar un gesto irónico del autor, como si se estuviera burlando del carácter convencional de los finales en la literatura que parodia, o incluso de su propia ambición de vanguardismo. Cuando el Lector visita una biblioteca para tratar de encontrar copias completas de todas las historias de las que ha podido leer solo una parte, entabla una conversación con otros siete lectores. Uno de ellos sugiere que "Antiguamente un relato sólo tenía dos maneras de acabar: pasadas todas las pruebas, el héroe y la heroína se casaban o bien morían" (268). Tan pronto como el Lector oye esto, decide casarse con Ludmilla, y descubrimos en el breve capítulo XII que procede a hacer precisamente eso.
Este final parece demasiado abrupto quizás y, de alguna manera, también demasiado simple: ¿la inconstante y misteriosa Ludmilla consentiría tan fácilmente en casarse con el Lector y vivir una vida de pintoresca domesticidad? La última oración del libro también es intrigante. El Lector le dice a Ludmilla: "Un momentito. Estoy a punto de acabar Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino" (269). Por un lado, esto podría percibirse como un hecho más en la novela. Sin embargo, hay una paradoja en esta última escena: para nosotros, los lectores reales, con esta frase se acaba realmente la novela de Calvino; en cambio, el Lector está "a punto de acabar" de leerla y eso será así para siempre, ya que no hay nada más escrito por Calvino luego de esa frase. De alguna manera, da la sensación de que el autor busca con ese final abierto o eternamente inacabado dejar latente la pulsión de lectura en nosotros, los lectores reales, que acabamos de terminar su novela.
Por último, podríamos decir que el sentido global de Si una noche de invierno un viajero es presentar un texto narrativo erótico y narcisista, que provoca y seduce tanto a nosotros, los lectores reales, como al personaje del Lector con historias esperadas, pero falsas e inconclusas, mostrando, a su vez, una alegoría del mundo contemporáneo: confuso, lúdico, fragmentario, caótico, falso y enrevesado.