El público no entiende el arte del ayuno, pero lo disfruta, mientras que el artista del hambre entiende su arte, pero no está satisfecho con él.
Cada vez que el artista del hambre concluye su ayuno, el público se muestra satisfecho, a pesar de no comprender la importancia de ese arte. Irónicamente, el único que queda disconforme cuando concluye el número es el propio artista del hambre, quien, más allá del éxito de su acto, se siente incomprendido por su público. A propósito de esto, el narrador expresa la imposibilidad de la audiencia de comprender en profundidad al artista del hambre: "¿Y si intentara explicarle a alguien el arte del ayuno? A quien no lo siente, no es posible hacérselo comprender". De esta forma, los que más disfrutan del espectáculo del artista del hambre son aquellas personas que no pueden comprenderlo.
La ira del artista del hambre no se concentra en aquellos que quieren ir a ver a los animales, sino en las personas que se quedan a verlo.
En el circo, la mayor parte del público pasa por al lado de la jaula del artista del hambre sin prestarle atención, porque les resulta mucho más atractivo ir directamente a ver a los animales. Sin embargo, hay un grupo de personas que se detiene en la jaula del ayunador para contemplarlo. Irónicamente, el artista del hambre siente un rechazo profundo por este último bando, ya que considera que, en realidad, no se detienen allí para verlo a él, sino para estorbar a aquellos que quieren ir a ver a los animales.