El arte y el sufrimiento
En principio, podemos decir que el arte que lleva adelante el artista del hambre tiene un vínculo directo con el sufrimiento, y no solo en el plano físico, sino también en uno más metafórico. En este sentido, podemos interpretar que el arte del ayuno proviene del libre albedrío que él ejerce en su abnegación y masoquismo. Así, aunque el artista del hambre está confinado en una jaula, parecería tener control total sobre su dolor y su hambre (excepto cuando el empresario le impone la condición de los cuarenta días), superando los límites humanos en esa búsqueda constante de alcanzar una nueva obra maestra del hambre. Kafka idealiza al artista del hambre como un ser alienado y atormentado que busca distanciarse de la sociedad capitalista y se concentra únicamente en su propio arte desde su jaula.
Sin embargo, el artista del hambre cuestiona la importancia de su extraño arte hacia el final del relato. Primero dice que ayunar es fácil, aunque nadie le cree. Luego, pide que no lo admiren por haber ayunado, ya que, en realidad, lo hizo simplemente porque nunca encontró comida que le gustara. En otras palabras, el artista del hambre está condenado a su enajenación, y esta, a su vez, le produce mucho sufrimiento. En este sentido, podemos decir que si el mundo hubiera sido un lugar más adecuado para él, con gusto habría elegido no sufrir. Esta afirmación socava el libre albedrío que aparentemente ejerce en su ayuno: no comer es, simplemente, un reflejo de alienación, no un esfuerzo elegido deliberadamente.
Otro problema surge con su arte. Si asumimos como cierta esa generalización que indica que la mayoría de los artistas tienen una fuerte tendencia a sufrir, podemos interpretar que a menudo ellos se expresan a través del arte para aliviar ese sufrimiento y compartirlo con los demás. Este compartir puede verse como un gesto noble, pero también tiene algo de egoísta y amargo: los artistas quieren que el público sufra tanto como ellos. El artista del hambre no logra ampliar su audiencia, en parte, porque su sufrimiento no es más que un acto para entretener a la gente. En este sentido, él no puede lograr que el público lo entienda haciéndolo sufrir lo que él sufre. Esta incapacidad para hacer que la gente empatice con él de una manera más profunda solo lo hace sufrir más, creando un círculo vicioso de sufrimiento.
En última instancia, se pone de relieve que existe un desencuentro definitivo entre el artista y su público: mientras que el primero siempre acaba artísticamente insatisfecho después de su acto, la audiencia, aun sin conectarse en ningún momento con la esencia del arte que el artista del hambre lleva a cabo, se va satisfecha de haberse entretenido.
La dependencia del artista respecto de su audiencia
El artista tiene una relación complicada con su público. Como la mayoría de los artistas, necesita validación constante. Él opina que ayunar y sufrir es un gran arte y no un mero entretenimiento, por lo que necesita demostrar que no está haciendo trampa. Sin embargo, nadie cree que realmente esté ayunando todo el tiempo. Esta incomprensión de su arte produce más sufrimiento en el artista del hambre, por lo que entra en un círculo vicioso: cuanto más sufre, menos lo comprende su público, y esto, a su vez, le produce más sufrimiento.
Ahora bien, por otro lado, el artista del hambre también necesita sentirse superior a las masas. Eleva su ayuno a proporciones míticas, tratando de romper récords mundiales, incluso cuando nadie más le presta atención. Lo que es más importante, se deleita en mantener su ayuno mientras sus vigilantes nocturnos (generalmente carniceros glotones) se atiborran de alimentos con el desayuno que el propio artista del hambre paga para ellos. De todas formas, a los ojos del artista del hambre, estos vigilantes son de voluntad débil, mientras que él tiene una determinación y una concentración divinas. Quizás este sentimiento de superioridad también asegura que nadie pueda criticarlo; si nadie más entiende su arte, entonces nadie puede emitir un juicio calificado sobre él. Esta combinación de dependencia, necesidad de validación y sensación de superioridad puede explicar por qué el artista del hambre permanece eternamente insatisfecho. Quiere que lo entiendan y que validen su arte, pero también quiere que no lo entiendan para sentirse superior y permanecer impermeable a las críticas.
Por último, es interesante observar que el artista del hambre insinúa eso que realmente ha estado buscando todo el tiempo recién al final del relato. Con sus últimas palabras al inspector del circo, frunce los labios como si fuera a besarlo, lo que hace pensar que él, en realidad, ha estado buscando alguna forma de amor, y que se ha equivocado creyendo que la conseguiría a través del hambre y el sufrimiento.
El fracaso personal
Uno de los temas que aborda este relato de Kafka, y que también está presente en varias de sus obras, es el del fracaso personal. El artista del hambre muere en la más profunda decadencia, ante la indiferencia absoluta de su público, como un ayunador profesional sumido en el fracaso. Y esto, en parte, es así porque no hay forma de satisfacer a una sociedad cada vez más compulsiva e irreflexiva en términos de consumo. Ahora bien, el artista del hambre, como encarnación de esa figura atemporal del artista incomprendido, asimila el desinterés del público como un fracaso personal, independientemente de que, en realidad, ese desinterés no responda a sus cualidades artísticas, sino más bien a esa convulsa e incoherente forma de consumir que tiene la sociedad moderna. En este sentido, cabe recalcar que lo que le ocurre al artista del hambre es un fiel reflejo de lo que siente el propio Kafka; sin ir más lejos, antes de morir, el autor le pide a su mejor amigo, Max Brod, que queme toda su obra inédita, ya que consideraba que era, lisa y llanamente, un fracaso.
Ahora bien, la definición de fracaso personal es mucho más compleja en el contexto de esta sociedad moderna, sometida a las presiones que ejerce el sistema capitalista, ya que no es producto ni de la falta de talento ni de compromiso del artista con su obra, sino de esa forma caprichosa que el público tiene de consumir o desechar cualquier cosa. Esto produce, a su vez, un estado de frustración alienante para el artista y lo lleva a una fuerte sensación de absurdo y apatía.
La soledad
Está claro que el artista del hambre es un hombre solo. Y esta afirmación no se basa únicamente en el hecho de que el público pierde el interés en su acto y lo abandona, sino en el profundo sentimiento de soledad que lo embarga por sentir que nadie lo toma en serio ni aprecia su arte. A raíz de todo esto, el artista del hambre se sumerge en una profunda depresión y muere en la más absoluta y decadente soledad.
De esta forma, el tema de la soledad se refleja tanto en la realidad objetiva del artista del hambre -el publico efectivamente lo deja solo- como en su percepción subjetiva respecto de cómo este público, antes de abandonarlo, disfrutaba de su acto sin entenderlo. En este sentido, podríamos decir que cuanta más gente observa su acto, el artista del hambre más solo se siente, ya que esa sensación de ser incomprendido aumenta. Por otro lado, el mundo moderno, en su afán de consumo, ha perdido la capacidad crítica de replantearse lo que consume y por qué lo hace. Es, en cierta medida, la presión de consumo que ejerce el sistema capitalista sobre la sociedad lo que lleva al público a dejar solo al artista del hambre.
La soledad, entonces, aparece en esta obra como un sentimiento inevitable frente a la alienación que propone el mundo moderno. Kafka trabaja este tema en varias de sus obras; sin ir más lejos, Gregorio Samsa, personaje principal en La metamorfosis, experimenta una sensación de soledad muy parecida a la del artista del hambre y, al igual que él, muere solo e ignorado por todos.
El arte y el sistema capitalista
Durante todo el relato, el público del artista del hambre es descrito como una masa: todos se mueven en conjunto, todos pierden interés o se fascinan por las mismas cosas y al mismo tiempo. En síntesis, las personas pierden su identidad individual y se convierten en un dispositivo enajenado de consumo. En este contexto, el público deja de interesarse por el artista del hambre de la misma forma en que empezaron a interesarse por él: sin saber por qué.
Kafka escribe este relato en el período de entreguerras, momento en que el sistema capitalista está experimentando una fuerte revitalización. A raíz de esta exacerbación del capitalismo, se ponen mucho más de relieve ciertos aspectos del sistema que son problemáticos o cuestionables, por lo menos para el autor. Uno de estos aspectos, sin duda, es la alienación que provoca el sistema en términos de pérdida de conciencia individual y pulsión desenfrenada de consumo. Dicho de otra forma, el capitalismo busca la homogeneización de la sociedad para controlarla más fácilmente y hacerla consumir de manera autómata. Esto, sin ir más lejos, es lo que le ocurre al público del artista del hambre: se van tras la novedad sin reflexionar ni mínimamente respecto de aquello que dejaron atrás.
En este sentido, Kafka, a través del personaje del artista del hambre, propone una crítica a este modo irreflexivo, casi indiferente de consumo. El precepto del capitalismo parecería ser: no importa qué consumas, lo importante es que lo hagas. Y en esta lógica, el arte se resiente mucho. Aparecen las fuerzas corruptoras del capitalismo a someter la libertad artística. En este cuento, el empresario limita el ayuno del artista del hambre a cuarenta días simplemente porque se ha dado cuenta de que el público pierde el interés por el acto después de ese tiempo. Si bien el artista del hambre podría y querría seguir ayunando, su ambición artística no es rentable y, por ende, no es respetada.
Por último, también podemos observar la injerencia del capitalismo en el rol que cumple el artista del hambre en el circo. En un sistema que propone la deshumanización de las personas para convertirlas en una gran fuerza de consumo o, en su defecto, en un producto para ser consumido, el artista del hambre se vuelve un simple espectáculo de relleno en un contexto en el que la atracción principal son los animales.