Un artista del hambre

Un artista del hambre Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

Después de descuidar y olvidarse del artista del hambre, los trabajadores del circo recuerdan que está dentro de la jaula, y un inspector le pregunta si todavía está en ayunas. El artista del hambre les pide a todos que lo perdonen y dice que, aunque siempre quiso que la gente admirara su ayuno, no deberían hacerlo. Tiene que ayunar, explica, porque nunca pudo encontrar ningún alimento que le gustara. Agrega que si hubiera encontrado comida de su agrado, la habría comido.

Con esta explicación, el artista del hambre muere. El circo lo entierra y coloca una pantera en su jaula. Al público le fascina esa pantera vivaz y salvaje, y se amontona alrededor de su jaula sin poder alejarse de ella.

Análisis

El artista del hambre ya había admitido que ayunar era fácil, aunque nadie le había creído. Ahora, él completa aquella idea: ayunar es fácil para él simplemente porque no le gusta ningún alimento. Esto podría interpretarse como un gesto cómplice de Kafka hacia sí mismo, dado que era vegetariano y, como esta práctica no era tan común en aquella época, la oferta de alimentos vegetarianos elaborados era realmente escasa. Así y todo, vale la pena señalar que su vegetarianismo era producto de un profundo respeto por la vida de los animales; sin ir más lejos, se dice que una vez, en un acuario, Kafka le comentó a un pez en un estanque: "Ahora puedo mirarte en paz; ya no te como". Más intrigante es que algunos críticos han llegado a interpretar que el vegetarianismo de Kafka oculta su complejo de inferioridad respecto de su cuerpo. El autor tenía muchos complejos sobre su físico, sobre todo, en comparación con el de su padre, fornido y masculino -por supuesto, masculino bajo los términos heteronormativos imperantes de aquel entonces-.

Ahora bien, más allá de este vínculo que puede existir entre la confesión del artista del hambre y ciertas cuestiones biográficas del propio Kafka relacionadas con su tipo de alimentación, lo cierto es que el ayunador está confesando que su arte es un engaño, que no tiene mérito y que, justamente por eso, no debe ser admirado. Esto también puede relacionarse con la vida de Kafka, quien, justo antes de morir, pidió que quemaran sus obras inéditas por no sentirlas lo suficientemente buenas. De la misma forma en que el artista del hambre no encuentra mérito en su arte debido a que surge casi como una imposición de las circunstancias, Kafka tampoco encuentra demasiado mérito en su obra, ya que es, en cierta medida, producto de un sufrimiento inevitable.

Asimismo, para comprender cabalmente la importancia de esta última confesión del artista del hambre, vale la pena volver a la metáfora que establece una relación entre el ayuno y el sufrimiento. En un primer momento, parecía que el artista del hambre ayunaba-sufría por decisión, es decir, en pleno ejercicio de su libre albedrío, pero luego entendemos que no, que él está condenado a ayunar-sufrir, y que no hay ejercicio de ninguna libertad, sino un aplastante sometimiento a las circunstancias. Estas circunstancias no son excepcionales, es decir, no tienen que ver con algún tipo de eventualidad que desestabiliza emocionalmente al artista del hambre. Por el contrario, son las características naturales, intrínsecas del mundo lo que llevan al artista del hambre a ese estado de alienación. En cierta medida, podemos decir que ese mundo -signado por la capacidad de enajenación que produce el sistema capitalista- está diseñado para hacerlo sufrir-ayunar y, desde ya, no hay ningún mérito en limitarse a ser víctima de las circunstancias. De esta forma, el ayuno es un mero acto reflejo, no una decisión consciente de sufrir.

Por otro lado, el artista del hambre afirma que quería ser admirado por su ayuno. En ese sentido, sus acciones traicionan su verdadero deseo: en ese estado de sufrimiento permanente no consigue una verdadera empatía con su público. Por el contrario, se convierte en un simple entretenimiento, hasta que la gente se cansa de él. Si además de esa admiración, el artista del hambre estaba buscando alguna forma del amor entre él y la gente, el hecho de estar en una jaula, con la boca cerrada para no comer, establece una clara e infranqueable distancia con su público.

Luego aparece la pantera como una suerte de contracara del artista del hambre. Kafka se asegura de que la reconozcamos como un símbolo de apetito y vitalidad al llamar la atención sobre la libertad que acecha en sus mandíbulas y “la alegría de vivir" que brota de su garganta. La pantera irradia sensación de libertad, aun estando dentro de una jaula. El artista del hambre, por otro lado, aunque a veces se creía libre a través de su abnegación, siempre fue cautivo de su propio sufrimiento y hambre. La pantera es el próximo espectáculo para el público, un nuevo entretenimiento horrible del que la audiencia no puede apartar los ojos. Este animal, a diferencia del artista del hambre, produce y ejerce violencia; no es un depósito de sufrimiento como el ayunador. La última línea sugiere que la pantera realmente ha suplantado al artista del hambre como una forma de arte comercial mucho más fácil de digerir. Tal vez también haya algo de amarga ironía en esto: no sería de extrañar que el voluble público abandonara a la pantera en algún momento, como ha hecho antes con el artista del hambre.

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