Un artista del hambre que ayuna profesionalmente en una jaula está atravesando momentos difíciles. Esto se debe a que la gente piensa que hace trampa, robando comida y comiéndola a escondidas. El empresario para el que trabaja pone un límite de cuarenta días a su ayuno, a pesar de que el ayunador cree que puede durar más. Tan disconforme está el artista del hambre con la decisión de su jefe que hasta queda insatisfecho cuando el público sale contento de sus funciones.
De un día para el otro, el público simplemente deja de interesarse por el artista del hambre. Ni siquiera una gira europea logra despertar el interés de la gente, y el artista del hambre se postula para hacer su número en un circo. Sin embargo, allí el público solo lo observa porque está cerca de la jaula de los animales, no porque estén interesados en él. Así, el artista del hambre pierde toda motivación y se lo ve descuidado. Un día, al verlo tan deteriorado, el capataz del circo le pregunta si todavía está ayunando. El artista del hambre pide perdón y explica que la gente no debe admirar su acto, ya que su ayuno es forzoso: él simplemente nunca pudo encontrar ningún alimento que le gustara, pero si lo hubiera hecho, se lo habría comido. Luego de decir esto, muere. El circo lo reemplaza con una pantera. El público está fascinado por la vitalidad de esta pantera y permanece todo el tiempo cerca de la jaula que hasta hace poco pertenecía al artista del hambre.