Resumen
Varias semanas después, Blanche escribe una carta para Shep Huntleigh, un viejo novio, intentando seducirlo para que la invite a ir de viaje con él. Se escuchan los gritos de Eunice y Steve, que discuten en el piso de arriba.
Stanley le pregunta a Blanche si conoce a un hombre llamado Shaw, que dice haberla conocido a ella en un hotel de Laurel, El flamenco. Blanche, algo nerviosa, dice saber cuál es ese hotel y qué reputación tiene, por lo que, dice, nunca se acercaría a él. Stanley sale, satisfecho de su acusación.
En pánico, Blanche le pregunta a Stella qué rumores ha escuchado sobre ella y su reputación. Admite no haberse comportado de modo ejemplar luego de la pérdida de Belle Rêve. Siente que es demasiado débil y no lo suficientemente independiente, y que ya no es más atractiva. Stella le prepara un trago mientras su hermana insiste en que no se va a quedar mucho más en la casa de los Kowalski; al menos se irá antes de que Stanley la eche. La bebida se le vuelca sobre la falda y grita en una reacción desmedida.
Blanche habla sobre su relación con Mitch. Dice que no le ha dicho su verdadera edad ni le ha dado más que un beso. También le dijo que era casta. Espera, de ese modo, que él la respete y le proponga matrimonio, y así finalmente poder descansar, sentirse segura. Stella le dice que todo saldrá bien y sale.
Un jovencito se presenta en la casa para cobrar el diario. Blanche se interesa en él inmediatamente e intenta sacarle conversación. Luego, lo besa y él se va. Aparece Mitch para su cita, con un ramo de flores, y ella le pide que le haga una reverencia.
Análisis
Esta escena, según el autor señala en sus acotaciones, es un momento de equilibrio entre las dos partes de la obra: la llegada de Blanche, por un lado, y los acontecimientos que llevan a su violenta partida, por el otro. La función de la escena se basa, mayoritariamente, en sugerir en Blanche una vida interior más profunda que lo que exhibe superficialmente. En relación a esto, podemos identificar un detonante para esta "apertura" de la protagonista. Ese detonante lo encarna Stanley, quien con la sola mención de un nombre logra desequilibrarla. En la reacción de ella se evidencia que el comentario de su cuñado emerge como la amenaza de un pasado que la avergüenza y del cual, evidentemente, no puede huir. Stanley, por su parte, quiere dejarle en claro a su cuñada que él sabe, aunque sin precisar cuánto ni cómo. Entra en juego el tema de las apariencias, ya que empieza a asomar lo que Blanche quería conservar oculto: que ella es como sus familiares, esa larga lista de aristócratas que con sus “épicas fornicaciones” condujeron a la familia a la caída. Stella, como hemos mencionado, había escapado de todo eso (y también de la responsabilidad), mientras que Blanche es una verdadera Du Bois, con todo lo que eso implica.
A raíz de dicho detonante, Blanche expresa preocupación ante Stella respecto a su reputación. No quiere confesar, pero necesita averiguar cuánto sabe, a esta altura, su hermana. En un momento reflexiona sobre sí y logra hacer una descripción mucho más cercana a lo realista que a lo romántico: se ve a sí misma como una mujer débil y poco autosuficiente cuyo atractivo físico ya no va a poder explotar mucho tiempo más: “Hay que ser suave y atractiva... y yo me estoy marchitando, ahora. No sé hasta cuándo voy a poder seguir engañando a la gente” (p.95). De algún modo, Blanche evidencia que su modo de sustentarse depende de su capacidad de ilusionar, para lo cual precisa, además del encanto y la gracia, cierto aspecto físico. Y sabe que, en este mundo, eso tiene fecha de caducidad. En los momentos de sinceridad absoluta de Blanche, aparece uno de sus dolores, que tiene que ver con el tema de la vejez, de la pérdida de la juventud.
Esos parlamentos de Blanche configuran un momento de lucidez. Luego, sin embargo, ella pierde estabilidad: se siente incómoda, ha exhibido una emoción demasiado profunda y grita en forma desmedida cuando se le cae el trago sobre la falda. Stella ve por primera vez que su hermana quizás no esté mentalmente estable, ya que sus emociones no guardan mucha relación con los estímulos externos. Se empiezan a notar las grietas en el interior de la mente de Blache, que más adelante se manifestarán escénicamente mediante intervenciones musicales y sombras en las paredes, además del comportamiento mismo del personaje.
Blanche intenta justificar su estado nerviosismo adjudicándolo a la preocupación que siente acerca de su relación con Mitch. De esa relación depende que ella pueda, finalmente, descansar: si se casara con él, conseguiría cierta estabilidad y la alarma del vencimiento ya no la preocuparía. Resuena, por lo tanto, el tema de la vejez. Para asegurarse cierto desarrollo de las cosas, Blanche le esconde la verdad a Mitch: considera necesario que él la crea casta y joven para que la “necesite”. Su cariño por Mitch parece real, aunque quizás sea más real su preocupación por el bienestar y la seguridad personal. Esta desesperada combinación la lleva a manipular a Mitch según sus deseos.
Esta apertura del personaje se completa hacia el final de la escena, antes de la llegada de Mitch. De cierto modo, la orientación del deseo de Blanche queda al descubierto cuando aparece un joven cobrador. En su actitud frente a él podemos ver cierto destello que nos permite imaginar a qué se refería Blanche cuando le decía a su hermana: “no fui tan buena durante los últimos dos años, cuando Belle Rêve empezó a escurrírseme de entre los dedos” (p.95). En esa negación de la “bondad” asociada a la actividad sexual puede verse, claramente, la introyección de los prejuicios sociales, absolutamente machistas, acerca de la sexualidad en la mujer. Sin embargo el tema es, sabremos luego, que la mala fama de Blanche no recaía simplemente en que era una mujer que disfrutaba del sexo casual, extramatrimonial, sino en que al menos una de sus relaciones había implicado a un menor de edad. En este final de escena se dan así indicios acerca del pasado de Blanche. No solo se ve claramente atraída por el joven que casualmente aparece en la casa, sino que también lo besa y, cuando este se va, Blanche llega a decir: “Me gustaría retenerlo, pero debo ser buena y no tocar a los niños” (p. 100). Es relevante mencionar que en la escena siguiente, cuando Blanche hable sobre su marido fallecido, se refiera a él en dos ocasiones como “el niño con el que me había casado” (p.111).