Un tranvía llamado Deseo

Un tranvía llamado Deseo Resumen y Análisis Acto III Escena 4

Resumen

Varias horas después, toda la ropa de Blanche está tirada por la habitación. Ella estuvo bebiendo. Viste un traje de satén algo arrugado, una diadema de piedras y pantuflas. Habla en voz baja, imagina estar en una fiesta en su antigua casa de Belle Rêve.

Stanley llega a la casa. También estuvo bebiendo. Le dijeron que descansara porque el bebé no iba a nacer hasta la mañana siguiente. Blanche le cuenta a Stanley que recibió un telegrama de Shep Huntleigh invitándola a un crucero por el Caribe. Stanley le sigue la conversación y actúa como si creyera todo lo que ella dice. Le ofrece una cerveza, diciendo que es una gran noche para los dos, teniendo en cuenta el bebé y el millonario del crucero.

Stanley se cambia la ropa para ponerse el pijama de seda que usó en su noche de bodas. Blanche sigue hablando sobre Shep, dice que es un caballero y que se satisface simplemente con que ella, una mujer inteligente y educada, lo acompañe. “La belleza física es efímera, un bien transitorio. ¡Pero la belleza del alma y la riqueza del espíritu y la ternura del corazón -¡y yo tengo todas esas cosas!- no nos son arrebatadas, sino que crecen!” (p.144), afirma, pero dice haber sido muy tonta por haber derrochado sus perlas… “ante los cerdos”, completa Stanley, y ella: “¡sí, los cerdos!”, aclarando que no solo se refiere a él, sino también a su amigo Mitchel, que “volvió con una caja de rosas a pedirme perdón. Imploró mi perdón, pero hay cosas imperdonables. La crueldad deliberada es imperdonable” (p.144).

La amabilidad de Stanley ha empezado a extinguirse tras la referencia a él como un cerdo. Le dice a Blanche que todo lo que dice es mentira, tanto el telegrama como el asunto de Mitch. Le grita sobre sus mentiras y sus trucos, y su tono comienza a resultar amenazante para Blanche, que corre al teléfono intentando llamar a Shep Huntleigh. Está aterrada. Se escuchan ruidos del exterior que dan cuenta de que una situación violenta está teniendo lugar en la calle, como gritos y sirenas policiales.

Stanley sale del baño y se queda mirándola. Blanche intenta que él se mantenga lejos de ella, que le permita salir. Él comienza a divertirse con la posibilidad de no dejarla ir. Ella rompe una botella y lo enfrenta con su filo. Él la fuerza violentamente para que la suelte y luego la alza para llevarla a la cama, diciendo: “¡Tenemos esta cita desde que nos conocimos!” (p.148).


Análisis

Si la escena anterior sugería, por medio de efectos, que la interioridad de Blanche se expandía por el espacio, materializando de algún modo el tema de la ilusión, esta escena torna físico ese despliegue. Blanche ha puesto música, se ha prácticamente disfrazado (la diadema y el satén se combinan con pantuflas de entrecasa) y ha desperdigado todos sus vestidos y joyas por la habitación. La situación con Mitch le desnudó la realidad como algo extremadamente violento y doloroso, y se ha refugiado por completo en su ilusión. Antes de que Stanley entre a escena, ella le habla “a un grupo de admiradores espectrales” (p.140).

En los primeros momentos de su conversación con Stanley, asistimos al modo en que Blanche construye su ilusión. Primero, Shep Huntleigh se nos revela como una entidad mucho más ilusoria que real. Ella confunde los datos sobre ese hombre en sus explicaciones a Stanley. Quizás, justamente, porque la exactitud es insignificante cuando se trata de fantasear. Emerge el tema de las apariencias: en la imagen que ella quiere proyectar de sí misma, recibe invitaciones de admiradores para ir al Caribe. El modo en que ella ha conseguido identificar a ese grupo ilusorio de hombres que la cortejan es unificarlos a todos en la figura de Shep, supuesto millonario petrolífero. Los personajes ilusorios de Blanche se configuran en torno a sus necesidades: Shep es un caballero que no busca relacionarse sexualmente con ella. En este sentido, puede observarse que la ilusión de Blanche responde a lo que la hiere de la realidad: lo único que quería Mitch de ella, horas antes, era su cuerpo. Shep, por lo tanto, aparece como un hombre que la respeta, que solo quiere de ella lo que ella está dispuesta a ofrecer: “¡Una mujer culta, una mujer inteligente y educada puede enriquecer inconmensurablemente la vida de un hombre!”, dice Blanche, e inmediatamente se filtran en su fantasía sus preocupaciones reales, en torno al tema de la vejez: “Yo puedo ofrecerle esas cosas y el tiempo no se las lleva. La belleza física es efímera, un bien transitorio. ¡Pero la belleza del alma y la riqueza del espíritu y la ternura del corazón -¡y yo tengo todas esas cosas!- no nos son arrebatadas, sino que crecen!” (p.144).

Al hablar sobre Mitch también se pone en escena el mecanismo de Blanche por medio del cual construye su ilusión. En este caso, resulta una ironía dolorosa: Blanche dice que Mitch volvió a pedirle perdón, con un ramo de flores, y sabemos que eso no sucedió. Blanche parece haber diseñado una verdad mejorada a su medida. Ella corrige en su interior lo que le disgusta de la realidad, para presentársela (a sí misma y a los demás) en una versión más tolerable. Como ha admitido en la escena anterior, ella dice lo que debiera ser la verdad. Y la verdad debería haber sido que Mitch se disculpara. “Imploró mi perdón”, dice Blanche, “Pero hay cosas imperdonables. La crueldad deliberada es imperdonable. Es lo único imperdonable, en mi opinión, y lo único de lo cual nunca he sido culpable” (p.144).

Lo que la obra parece plantear es que la realidad amenaza constantemente con destruir la ilusión. Es más: cuando se intenta negar la realidad por medio de la ilusión, lo real emerge como una fuerza vengativa, a recordar su existencia son toda su crueldad. Esa amenaza está encarnada en Stanley, representante de lo crudamente real, salvaje, directo, sin mediación. El tema de la crueldad, en esta obra, está encarnado en la actitud destructiva que Stanley tiene hacia Blanche: no quiere simplemente que se vaya de la casa (ya le ha comprado un pasaje), sino también humillarla hasta destruir todo lo que queda de ella.

Es interesante el modo en que vuelve el tema del deseo en su relación con la muerte. Stanley pareciera sentir ambas emociones en conjunto en relación a su cuñada: la desea y también quiere, en la acción de violarla, acabar con ella por completo. En este sentido, y por el modo en que los antagonistas encarnan polos opuestos identificables con la realidad (Stanley) y la ilusión (Blanche), esta escena pareciera decir que, en el enfrentamiento entre ambas fuerzas, vencerá la crueldad de lo real. "¡Tenemos esta cita desde que nos conocimos!" (p.148), dice Stanley, evidenciando que su crueldad es de las imperdonables, es decir, ha sido deliberada. La frase constituye una atenuación: plantea su acción violenta como algo que ambos tenían pendiente, cuando en realidad el acto no es consentido por Blanche.

En esta escena se hace muy presente el deseo, y permite una reflexión: además de un tema, el deseo es un motivo. Por empezar, el deseo ha hecho que los personajes se encuentren. El lazo entre Stella y Stanley es sumamente carnal, pasional, motivado por el deseo que sienten el uno por el otro. El deseo es también lo que enlaza a Mitch y a Blanche en primera instancia: él se siente seducido por ella, y Blanche lo seduce motivada por el deseo de casarse y descansar. Por otra parte, el deseo es, también, lo que hizo que se perdiera Belle Rêve: las "épicas fornicaciones" de las distintas generaciones familiares acabaron con la propiedad. Blanche, a su vez, declara que el deseo (en este caso, sexual) es lo que la llevó hasta la situación en la que está: por acostarse con muchos hombres fue echada de Laurel, lo cual hizo que terminara en casa de su hermana. Por último, podemos decir que una mezcla de deseo y rencor lleva a Stanley a abusar sexualmente de su cuñada, empujándola a su caída definitiva.

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