Como la vida misma

Como la vida misma Citas y Análisis

Las nueve menos cuarto de la mañana. Semáforo en rojo, un rojo inconfundible. Las nueve menos trece, hoy no llego. Atasco. Doscientos mil coches apretujados junto al tuyo. Tienes la mandíbula tan encajada de tensión que entre los dientes permanece aún, apresado, el sabor del café matinal.

Narrador, 633

Estas son las primeras frases del relato. En ellas se presenta la situación de modo general: una mañana, el protagonista está conduciendo su automóvil y se encuentra en el medio de un atasco. Tiene prisa y cree que no llegará a tiempo, por lo que siente mucha tensión. La gravedad de la situación se expresa a través de la hipérbole, ya que doscientos mil vehículos puede ser una cifra exagerada. De todas maneras, la enorme cantidad de carros atascados en la congestión del tránsito da cuenta de una escena cotidiana pero sofocante: el protagonista no puede avanzar, se encuentra encerrado y apretujado.

Por otra parte, desde este fragmento inicial, el relato muestra su amplio uso de las imágenes sensoriales. Aquí, la imagen visual del rojo del semáforo se entrelaza con la imagen gustativa del sabor del café. Esta última, además, nos lleva a los lectores a la interioridad del personaje, a sus sensaciones.

Finalmente, cabe destacar que la voz narrativa intercala el uso de la primera y de la segunda persona. Esta oscilación del 'tú' al 'yo' profundiza la inmersión de los lectores en la interioridad del personaje. Cuando leemos "hoy no llego", es como si percibiéramos de modo directo los pensamientos del protagonista. Al mismo tiempo, la voz que narra en segunda persona nos muestra, con distancia, las actitudes y los comportamientos del hombre, lo ridiculiza, y así presenta una crítica social.

Verde. Avanza, imbécil. Tira, tira. ¿Qué hacen? No arrancan. No se mueven, los cretinos. Están de paseo, con la inmensa urgencia que tú tienes. Doscientos mil coches que han salido a pasear a la misma hora con el único fin de fastidiarte.

Narrador, 633

Esta cita pone de manifiesto el tema del individuo contra la sociedad, fundamental en este relato. En medio del atasco, el protagonista considera que los demás conductores son sus enemigos, y compite con ellos por avanzar. Cuando estos no se mueven como él quisiera, los insulta, llamándolos "imbéciles", "cretinos" y "canallas". Además, se encuentra tan centrado en sí mismo y en sus necesidades individuales que llega a pensar que él es el único que tiene algo importante que hacer, y que los demás solo quieren molestarlo. De este modo, el texto propone una crítica social y expone cómo, en las ciudades contemporáneas, los individuos son llevados al individualismo, al egoísmo y al narcisismo, lo cual destruye las relaciones solidarias entre las personas. Así, predominan la competencia y la agresividad.

Te embarga un presentimiento de desastre, una premonición de catástrofe y derrota. Hoy no llego.

Narrador, 633

Esta cita da cuenta del uso del sarcasmo presente en el texto, efecto que se logra gracias a la combinación de la primera y la segunda personas en la voz narradora. Por un lado, leemos el pensamiento del personaje, convencido de que llegará tarde, y, por el otro, la descripción exagerada y sarcástica de esta situación por parte del narrador en segunda, que describe el problema como una posible catástrofe. Llegar tarde, en realidad, no debería considerarse como un problema de tanta gravedad. El sarcasmo sirve aquí para subrayar la crítica social de "Como la vida misma": el estrés y la ansiedad creadas por el atasco y por la vida demasiado acelerada de las ciudades contemporáneas hace que determinados problemas se vivan de manera exagerada.

Por el retrovisor ves cómo se acerca un chico en un vespino, zigzagueando entre los coches. Su facilidad te indigna, su libertad te subleva. Mueves el coche unos centímetros, arrimándolo una pizca al del vecino y compruebas con alivio que el transgresor se encuentra bloqueado, que ha detenido su insultante avance: te jorobaste, listo, paladeas.

Narrador, 633

Esta es otra cita que ejemplifica el tema del individuo contra la sociedad. En este caso, el chico del vespino simboliza a aquellos individuos que, por algún motivo, se distinguen de la mayoría, y esto les otorga mayor libertad. En otras palabras, por utilizar una motocicleta pequeña y liviana, en lugar de tener un automóvil como los demás, este muchacho puede avanzar con más comodidad. Pero el protagonista no puede ver esa capacidad como algo positivo, sino que le resulta indignante. Esto se debe a que la lógica del atasco hace que los individuos se vean enemistados entre sí y en competencia. Para el protagonista, el hecho de que el chico avance acentúa su propia imposibilidad de hacerlo, y por eso siente rabia. Así, cuando el chico debe detenerse algunos metros más adelante porque el paso también está bloqueado para él, el protagonista siente satisfacción.

Toda la secuencia demuestra que no hay relaciones de comunidad y solidaridad en este contexto social, sino únicamente competencia, individualismo y agresividad.

Te vuelves en el asiento, te encaras con la fila de atrás, ves a los conductores a través de la capa de contaminación y polvo que cubre los cristales de tu coche.

Narrador, 634

El ambientalismo es una cuestión que Rosa Montero suele explorar en su obra tanto literaria como periodística. Esta frase, que puede parecer apenas un detalle, propone una crítica a la contaminación como característica general y naturalizada de las ciudades contemporáneas. Los individuos están separados entre sí por capas de contaminación y polvo, es decir, ven y respiran un aire impuro y poco saludable. Es interesante observar que, si bien los conductores y sus coches son víctimas de esta situación, porque ellos mismos están cubiertos por el esmog, también son, en parte, responsables, pues el uso desmedido de vehículos produce un gasto innecesario de combustible y una producción excesiva de sustancias que contaminan.

Gesticulas desaforadamente. Los de atrás contestan con más gestos. El atasco se convierte en un santiamén en un concurso mímico. Doscientos mil conductores solitarios encerrados en doscientos mil vehículos, todos ellos insultando gestualmente a los vecinos: frenéticos manotazos al aire, ojos desorbitados, codos volanderos, dedos engarabitados, escurrir de babas rabiosas por las comisuras de la boca, dolor de nuca por mirar hacia atrás con ansias asesinas.

Narrador, 634

Este es uno de los fragmentos más cinematográficos del relato. La construcción visual es tan potente que los lectores podemos imaginar la escena con precisión. El texto presenta los movimientos de brazos, cuellos y cabezas de los conductores detenidos en el atasco, así como en la profusión de sus gestos faciales, de manera tal que parecen realizar una coreografía. De todos modos, cabe destacar que el propio relato no describe la escena como una coreografía, sino como un "concurso mímico", es decir, como competencia de gestos. Así, se construye como una pelea, silenciosa y tal vez ridícula o graciosa, porque, como se ha mencionado, los individuos en este contexto compiten entre sí y se enojan los unos con los otros.

Comprendes repentinamente que conseguir la prioridad en el estrechamiento se ha convertido en el objetivo principal de tu existencia: nunca has deseado nada con tal ímpetu y tal ansia.

Narrador, 634

Esta es otra instancia donde la competitividad del protagonista se pone de manifiesto. Cuando su coche y un utilitario avanzan en paralelo y se acercan a un tramo más angosto de la calle, inmediatamente compiten por ver quién logra avanzar más rápido. Una vez más, la voz narradora en segunda persona propone a los lectores observar la escena con cierta distancia para ridiculizarla: esta competencia se vuelve el objetivo principal del protagonista, lo cual resulta absurdo y exagerado.

La calle adquiere ahora una fluidez momentánea, puedes meter segunda, puedes meter tercera, te embriaga el vértigo de la velocidad. A lo lejos ves una figura negra, una anciana que cruza la calle con tembloroso paso. Pero tú estás intoxicado de celeridad, no puedes remediarlo, sientes el retumbar de los támtanes de la caza del peatón y aprietas el acelerador sin la menor clemencia. Te abalanzas sobre la anciana, la sorteas por milímetros, la envuelves del viento de tu prisa: "Cuidado, abuela", gritas por la ventanilla; estas viejas son un peligro, un peligro te dices a tí mismo, sintiéndote cargado de razón.

Narrador, 635

A medida que avanza la narración, las emociones del protagonista se ven cada vez más intensificadas. Así como vive picos de ansiedad, estrés y nervios, cuando el tránsito comienza a fluir se ve dominado por el vértigo y la velocidad. Entonces procura avanzar muy rápidamente, sin considerar nada más a su alrededor. La euforia que siente es tal que no se detiene al cruzarse con una anciana que atraviesa la calle, y la esquiva por apenas unos milímetros. Esta anciana simboliza a los otros miembros de la sociedad que, por diferentes motivos, son más frágiles o tienen menos poder y, por lo tanto, son potenciales víctimas de aquellos sumidos en el individualismo, la competencia, la agresividad y la celeridad extrema.

Experimentas un alivio infinito por haber culminado la gesta, por haber cruzado la ciudad enemiga, por haber conseguido un lugar para tu coche; pero fundamentalmente te sientes aniquilado de gratitud hacia el anónimo vecino que se detuvo; es una emoción tal que te quita las fuerzas, que te deja por dentro como flojo.

Narrador, 635-636

La intensificación de las emociones sigue presente hacia el final de la historia. Cuando el protagonista encuentra un espacio para estacionar, otro conductor, inesperadamente, se detiene para darle espacio y tiempo. Una vez que logra aparcar el carro, el protagonista siente un gran alivio por haber salido de la experiencia del atasco, pero, sobre todo, siente muchísima gratitud hacia el otro conductor. Esta sensación de agradecimiento es muy profunda, porque el protagonista no puede creer que el otro haya tenido un gesto solidario: en estas circunstancias sociales, todos se han acostumbrado a relacionarse solamente de manera agresiva y competitiva. Así, la gratitud es potenciada por el asombro, y estas emociones le resultan tan intensas que su cuerpo se siente flojo, como agotado.

Muchas gracias, insistes; soy el del coche azul, el que aparcaba. El otro palidece, al fin contesta con un hilo de voz: "Pero, ¿qué quería usted, que me montara encima de los coches? No podía dar más marcha atrás". Tú te azaras, por unos segundos no comprendes, al fin, enrojeces: "Pero si le estoy dando las gracias de verdad, oiga, le estoy dando las gracias". El hombre se pasa la mano por la cara, abrumado, y balbucea; "es que... este tráfico, estos nervios..." Reemprendes tu camino, sorprendido. Y mientras resoplas en el aire frío matinal, te dices con filosófica tristeza, con genuino asombro: hay que ver lo agresiva que está la gente, no lo entiendo.

Narrador, 636

Estas líneas corresponden al final del relato. El protagonista se acerca al conductor que le ha cedido tiempo y espacio para estacionar y le da las gracias por ese gesto solidario. Sin embargo, el otro, que sigue detenido en el atasco, todavía está inmerso en los nervios y la ansiedad, y, por lo tanto, está muy irritable. Así, no entiende que el protagonista le está agradeciendo; piensa que ha venido a pelear con él. Por eso, primero le responde con agresividad. Cuando el protagonista repite que solo quiere darle las gracias, el otro termina por entender y se siente abrumado, se toca el rostro; parece darse cuenta de que está demasiado tomado por la ansiedad. El conductor explica, así, que la ansiedad es producida por el atasco mismo: "es que... este tráfico, estos nervios...".

Por último, el relato culmina con una gran ironía, potenciada por el uso combinado de la primera y la segunda personas narrativas. El protagonista termina por afirmar, quejándose, que la gente está muy agresiva, y él mismo dice no entender esta situación. Como cuenta la voz narradora, esta reflexión le genera tristeza y asombro al personaje. Sin embargo, la indignación y la sorpresa que el protagonista experimenta al notar la agresividad ajena es irónica porque él mismo, instantes antes, ha sido un claro ejemplo de esa agresividad. El individualismo y el narcisismo vuelven a ponerse de manifiesto: el protagonista parece incapacitado para ver un poco más allá de sus propias circunstancias. Entonces, cuando está detenido en el atasco y dominado por la ansiedad, le resulta totalmente natural comportarse de manera agresiva y competitiva, pero cuando logra estacionar y sale del tránsito, se extraña porque los demás actúan con la misma agresividad y competitividad que él.