Resumen
Capítulo 39: Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos
El cautivo comienza su relato diciendo que proviene de un lugar de las montañas de León. Su padre, aunque tenía fama de rico, había perdido muchos de sus bienes con el tiempo, y un día decide reunir a sus tres hijos para repartir la hacienda que le queda. A cada uno de ellos le da un cuarto de la hacienda, quedándose él con la cuarta parte de sus bienes. Además manifiesta que le gustaría que elijan una profesión de las que dice el refrán que hacen prosperar a los hombres: “Iglesia o mar o casa real”. El cautivo, que es el hijo mayor, elige ser soldado; el hijo siguiente elige dedicarse al comercio y, el menor, a estudiar en Salamanca. Viendo que su padre se quedaría con muy poco dinero, el primero decide darle dos de los tres mil ducados que le correspondían, y sus hermanos, siguiendo su ejemplo, le dan mil ducados más cada uno. El padre les pide que le escriban contándole los sucesos favorables o adversos y luego se despiden. Uno se va a Salamanca, otro a Sevilla y el que será el cautivo, a Alicante. Eso ocurrió hace veintidós años, y desde entonces no ha vuelto a tener novedades de su familia.
Después de viajar por varias ciudades, comienza a servir al duque de Alba y luego llaga a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara. Más tarde, ya convertido en capitán, participa en la batalla en que la liga de la Santidad se enfrenta a las fuerzas otomanas. Aunque las fuerzas católicas resultan vencedoras en aquella jornada, él tiene la desdicha de caer prisionero de Uchalí, el rey de Argel. Desde entonces había tenido que remar en las galeras enemigas, y como no quería escribirle a su padre sobre su situación, se queda sin esperanzas de ser liberado.
El cautivo también cuenta que en el año 1573 Juan de Austria ganó Túnez, y que al año siguiente España perdió La Goleta y el fuerte. Menciona también a un alférez del fuerte, Pedro de Aguilar, quién terminó como esclavo en la misma galera que él y que componía poemas. Luego de dos años en Constantinopla, el alférez había logrado huir, pero él no sabe qué le ocurrió después. El cautivo recuerda los sonetos que había compuesto a la manera de epitafios a La Goleta y al fuerte.
Don Fernando sonríe al escuchar el nombre del alférez y dice que es su hermano, que es rico, se ha casado y tiene tres hijos. Él también conoce los sonetos y dice que los recitará a continuación.
Capítulo 40: Donde se prosigue la historia del cautivo
Don Fernando recita los sonetos dedicados a La Goleta y al fuerte y el cautivo continúa su relato. Cuenta que muere su amo Uchalí y su nuevo amo es un renegado veneciano llamado Azán Agá que es rey de Argel, y lo lleva a su tierra. Allí vive en una prisión que los turcos llaman “baño”, donde encerraban a los cautivos cristianos. Todos los días escucha las crueldades que su amo le hace a otros cautivos. Su amo solo fue amable con un cautivo, al que a pesar de sus intentos de huir, nunca hirió ni insultó, y este era un soldado español llamado Saavedra.
Un día, el cautivo, que está solo con otros tres compañeros en el patio de la prisión, ve que por una ventana alta de una casa colindante alguien extiende una caña con un lienzo atado en un extremo. Los otros cautivos se acercan, pero solo cuando va él la caña baja hasta la altura en que puede tomar el lienzo. Allí hay diez monedas cianís. Una mano blanca de mujer lo saluda tras la ventana y entonces él le hace señales de agradecimiento. Luego ella saca una cruz hecha de cañas. El cautivo, por eso, inicialmente cree que ella es una mujer cristiana.
Luego se entera de que en aquella casa vive un moro rico llamado Agi Morato. Pasado un tiempo, se repite la aparición de la caña, también destinada a él exclusivamente, esta vez con escudos de oro españoles y una nota en arábigo en la que al final se ve dibujada una cruz. El cautivo, con muchas precauciones, consigue que se la traduzca un renegado que sabe árabe. En su nota, la mujer dice que una esclava cristiana de su padre le enseño muchas cosas sobre la Virgen María cuando ella era una niña. La esclava muere y, en apariciones, le dice que vaya a tierras cristianas a ver a la Virgen. También dice que ella es hermosa, que tiene mucho dinero y que si él la lleva a tierras cristianas, allí se casarán, a menos que él no quiera casarse, y entonces la Virgen le dará otro esposo.
El cautivo, con ayuda del renegado, le responde que él y los otros cautivos harán todo lo posible para llevarla a la tierra de cristianos, incluso si tienen que dar sus vidas por ella, y que allí se casarán. Poco después el cautivo se entera de que la mujer se llama Zoraida y que es la única heredera de Agi Morato. Ella era considerada como la mujer más hermosa de la Berbería, pero nunca había querido casarse.
Al poco tiempo, llega otra nota de la mujer en donde le ofrece dinero para pagar su rescate y el de sus compañeros, y para comprar una barca. Le dice que ella estará en un jardín de su padre que está cerca de la costa y que desde allí, una noche, la podrá llevar en la barca.
El renegado propone que sea él el que vaya a comprar la barca y explica un plan para hacerlo sin levantar sospechas. Zoraida les da el dinero para la barca y para que paguen los rescates, y dice que estará en el jardín cercano a la costa el viernes. El cautivo le da el dinero a un mercader para que pague la libertad de él y la de sus compañeros.
Capítulo 41: Donde se prosigue la historia del cautivo
El renegado compra la barca, hace unos pocos viajes con un moro tagarino y otros moros, y pasa por el jardín de Agi Morato, pero nunca tiene la ocasión de hablar con su hija, Zoraida. Antes del día planeado para sacar a la mora de allí, el cautivo va al jardín y habla con Agi Morato en una lengua que es mezcla del castellano y el morisco y que se usa en aquella región. Le dice que es cautivo de Arnaute Mamí, porque sabe que ese hombre es su amigo, y que ha ido a buscar hierbas para hacer ensaladas. Zoraida se acerca y deslumbra al cautivo con su belleza y con las joyas que lleva puestas. Le pregunta en esa misma lengua si es caballero y cuál es el motivo por el que no lo rescatan, y el responde que ya ha sido rescatado.
El cautivo le dice que al día siguiente partirá a su tierra. Ella afirma que sin duda él debe ser un hombre casado, y el dice que no, pero que ha dado su palabra de casarse con alguien cuando llegue a su tierra. Zoraida le pregunta si su prometida es hermosa y él responde que es tan hermosa que se parece a ella.
Entonces un moro llega corriendo y les dice que cuatro turcos han entrado al jardín a robar frutas. Agi Morato ordena a su hija que entre a la casa y al cautivo que se vaya. Cuando se va a hablar con los turcos, Zoraida le pregunta al cautivo con lágrimas en los ojos si se va a ir y él afirma que vendrá a buscarla el viernes próximo. Luego caminan abrazados hacia la casa y advierten que los ve Agi Morato. Ella finge entonces estar desmayada y él simula que la sostiene. El padre llega y cree que su hija se descompuso a causa del incidente con los turcos. Ellos entran a la casa y el cautivo se queda inspeccionando el jardín y las entradas y salidas de la casa, mientras simula buscar las hierbas.
La noche del viernes acordado, llega al cautivo al jardín y allí lo esperan, escondidos, los cristianos que van a remar en la barca, tal como lo han acordado. El renegado, con ayuda de los cristianos, ata a los moros que iban con él en la embarcación y los obliga a permanecer callados. Luego el cautivo con el renegado y algunos cristianos entran a la casa de Agi Morato. Zoraida los espera y les dice que su padre está dormido y que no hagan nada con él, pero Agi Morato se despierta y se ven obligados a atarlo y a llevarlo con ellos en la barca. Le explican a Zoraida que lo liberarán en la primera tierra cristiana que alcancen y ella se queda conforme.
Avanzan en la embarcación con condiciones desfavorables y les dicen a los moros y a Agi Morato que no son cautivos, y que los liberarán. El padre de Zoraida llora y muestra asombro al ver que su hija está vestida de gala y llena de joyas. El renegado le dice que ella es cristiana y que está allí por su voluntad. Ella lo confirma y el padre, decepcionado, se arroja al mar, pero los hombres logran rescatarlo. Luego llegan a una ensenada y liberan a los moros y al padre de Zoraida. Él maldice a su hija, se lamenta y finalmente le ruega que regrese. Zoraida está muy apenada pero se mantiene firme en su propósito.
La barca se aleja de la costa. Luego cruzan una embarcación francesa y los que van allí les preguntan quiénes son. El renegado les indica a los que van con él que no respondan, pues teme que los otros sean corsarios. Ante su silencio, los franceses comienzan disparar y la barca se rompe y empieza a hundirse. Los franceses van en un bote a socorrerlos y luego les quitan las joyas y los dejan continuar con ese bote su viaje.
Finalmente llegan a España. Un pastor ve los trajes de moros que tienen Zoraida y el renegado y da gritos de alarma. Llega la caballería de la costa y uno de los que venían con el cautivo reconoce entre los jinetes a un tío suyo. Éste se arroja a abrazarlo pues lo creía muerto. En el pueblo son recibidos alegremente. Luego Zoraida y el cautivo se dirigen a la casa del padre de éste. El cautivo no sabe con qué novedades se encontrará en su tierra, pues no tiene noticias de sus familiares desde hace años.
Análisis
Estos tres capítulos están dedicados a la historia del capitán cautivo cuyo nombre, como se sabrá más tarde, es Ruy Pérez de Viedma. La historia del cautivo tiene un fuerte carácter autobiográfico, ya que Cervantes también participó en la batalla de Lepanto y estuvo varios años en cautiverio en Argel. El cautivo comienza su relato de manera a similar a la novela: “En un lugar de las montañas de León” (p. 288). Allí cuenta el motivo por el que decidió hacerse soldado, y cómo sus hermanos eligieron como profesiones el estudio de Derecho y el comercio en América (llamada por entonces “las Indias”), tal como su padre quería: “es mi voluntad que uno de vosotros siguiese las letras, el otro la mercancía, y el otro sirviese al rey en la guerra” (p. 289).
La historia intercala elementos ficticios con reales. La batalla a la que se refiere el cautivo, en la que la Liga Santa se enfrentó contra las fuerzas otomanas, es la batalla naval de Lepanto que ocurrió el 7 de octubre de 1571. Este es un hecho histórico y autobiográfico, ya que Cervantes participó en ella. También podemos ver otros datos históricos, como el nombre de Juan de Austria, quien lideraba las fuerzas de los católicos, y la pérdida de España de La Goleta y del fuerte en el año 1574.
Algunos personajes de este relato están basados en seres reales, como el personaje Agi Morato, basado en Hajji Murad, alcalde de Argel, y su hija, Zoraida, basado en la hija real de aquel, Zahara. Sin embargo, el compromiso de la mora con un cautivo cristiano es ficcional, así como su huida y su deseo de convertirse al cristianismo. Por otro lado, en la historia del cautivo, Cervantes se incluye a él mismo como personaje, "un soldado español llamado tal de Saavedra" (p. 296), quien es el único cautivo con quien se llevaba bien su amo:
Solo libró bien con él un soldado español llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra (…) y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldado hizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia. (p. 296)
Por otro lado, el narrador de esta historia muestra un gran interés en describir con precisión las costumbres islámicas y en explicar a la audiencia algunos términos del vocabulario árabe o turco. Por ejemplo: “de allí a pocos meses murió mi amo el Uchalí, al cual llamaban Uchalí Fartax, que quiere decir en lengua turquesca el renegado tiñoso, porque lo era, y es costumbre entre los turcos ponerse nombres de alguna falta que tengan o de alguna virtud que en ellos haya” (p. 295); “Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baño, donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares, y los que llaman del almacén, que es como decir cautivos del Concejo, que sirven a la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios” (pp. 295-296); “un papel donde decía que el primer jumá, que es el viernes” (p. 301).
El narrador también se detiene a explicar el uso de distintas palabras de acuerdo a las regiones: “Tagarinos llaman en Berbería a los moros de Aragón, y a los de Granada, mudéjares, y en el reino de Fez llaman a los mudéjares elches, los cuales son la gente de quien aquel rey más se sirve en la guerra” (p. 303). Este análisis detenido en lo que hoy se llama “geografía dialectal” muestra el gran interés del autor por mostrar la forma en que se hablaba en aquella región.
Además encontramos otro dato lingüístico, el uso de la llamada “lengua franca” por parte de los personajes, que es la lengua que usan los hablantes que no tienen una lengua en común para entenderse mutuamente: una "lengua que en toda la Berbería y aun en Costantinopla se halla entre cautivos y moros, que ni es morisca ni castellana ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, con la cual todos nos entendemos" (p. 304).
Es posible que Cervantes haya podido documentar todos estos detalles sobre la forma de hablar y las costumbres del habitantes del imperio otomano gracias a su propia experiencia como cautivo en Argel durante casi cinco años.