Don Quijote de la Mancha (Primera parte)

Don Quijote de la Mancha (Primera parte) Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos 6 - 8

Resumen

Capítulo 6: Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo

El cura y el barbero van a la casa de don Quijote y le piden a la sobrina las llaves del aposento donde él guarda sus libros. Entran al cuarto todos juntos con el ama de llaves y ven que hay más de cien libros. El cura le pide al barbero que le alcance los libros de a uno para ver si merecen ser quemados. El primero que recibe es Los cuatro libros del virtuoso caballero Amadís de Gaula, al que decide preservar por ser el mejor libro de caballerías. También es el primero que se imprimió en España y al que imitaron todos los demás. Luego el barbero le da Las sergas de Esplandián y Amadís de Grecia, y el cura decide quemar estos y otros más del mismo estilo. Todos manifiestan su acuerdo con él.

Luego el cura explica que mostraría respeto por el libro de Ludovico Ariosto si estuviera ahí en lengua original, pero no en cualquier otra lengua, y añade que ningún poema traducido tendrá el mismo valor que el original. Por otro lado, indica que Espejo de caballerías y todos los de ese ciclo de libros de caballerías se depositen en un pozo, hasta resolver qué hacer con ellos.

Después, el barbero le alcanza el Palmerín de Inglaterra, y el cura sostiene que éste debe conservarse por ser un buen libro. Luego él le da al barbero Don Belianís, para que lo conserve hasta que se decida qué hacer. Por último, cansado de revisar libros, le dice a la criada que arroje el resto al corral para prenderlos fuego, lo cual ella hace con gusto. Solo quedan libros pequeños en la biblioteca de don Quijote y el cura cree que son de poesía, y que no necesitan ser quemados, pues, a diferencia de los libros de caballerías, no hacen daño a nadie. Sin embargo, la sobrina de don Quijote teme que leyendo esos libros su tío quiera hacerse pastor y andar por los bosques, o hacerse poeta, lo cual considera una enfermedad. El cura está de acuerdo con ella, pero aun así, decide conservar algunos de los libros por reconocerles sus méritos. Entre ellos, decide conservar uno de Cervantes, La Galatea, al que le atribuye cierta originalidad y, además, dice ser un gran amigo de su autor. Después de elogiar algunos de los títulos, finalmente, decide quemar el resto sin revisarlos. El barbero sostiene en sus manos uno y el cura, al escuchar su nombre, lo salva de la hoguera porque su autor había hecho muy buenas traducciones de las fábulas de Ovidio.

Capítulo 7: De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha

Don Quijote empieza a hablar a gritos desde su cama y todos acuden a su cuarto, poniendo fin a la tarea del escrutinio de los libros. Encuentran a don Quijote dando cuchilladas a las paredes y logran sosegarlo y acostarlo nuevamente. Luego de comer, el hidalgo vuelve a quedarse dormido.

Esa noche la sirvienta quema todos los libros, los que están en el corral y los que quedan en la casa. Allí hay libros que debían haber sido conservados, pero corrieron todos la misma suerte por la pereza de quien hizo el escrutinio. El cura y el barbero aconsejan tapiar el cuarto en donde está la biblioteca y decirle a don Quijote que un encantador se ha llevado el aposento. Don Quijote se levanta dos días después y busca sin éxito el cuarto de los libros. Su sobrina le dice que un encantador llamado el sabio Muñatón llegó volando en una serpiente e hizo desaparecer el recinto diciendo que el dueño de los libros era su enemigo. La criada desconoce si se llama “Fritón” o “Frestón”. Don Quijote afirma saber quién es el encantador, y dice que le hace daño porque él se enfrentará al caballero a quien éste favorece.

El hidalgo pasa quince días sosegado, y conversa con el cura y el barbero sobre la necesidad de que se restaure en el mundo la caballería andante. Luego acude a su vecino, un labrador pobre, Sancho Panza, y lo persuade para que lo acompañe como escudero en su aventura. Le promete, entre otras cosas, que si acaso ganan una ínsula lo dejará a él como gobernador. El labrador decide dejar a su mujer y a sus hijos para acompañarlo. Le dice a don Quijote que va a hacerlo montado en un asno, lo cual le resulta extraño al hidalgo, quien no recuerda a ningún escudero que acompañe así a un caballero.

Don Quijote se aprovisiona de camisas y otras cosas, según lo había aconsejado el ventero. A la noche salen ambos sin despedirse de nadie y sin que nadie los vea. Al amanecer se han alejado lo suficiente como para que no puedan encontrarlos. Van por el mismo camino que don Quijote había tomado en su primera salida, por el campo de Montiel. Sancho Panza le recuerda su promesa, y el hidalgo le dice que si ganan algunos reinos, él lo coronará rey. El labrador teme que Mari Gutiérrez, su esposa, no esté a la altura del título de reina, don Quijote lo alienta y él finalmente confía en que su amo le otorgará aquello que sea adecuado.

Capítulo 8: Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación

Al poco tiempo de su partida, don Quijote y Sancho Panza encuentran más de treinta molinos de viento en el campo, y el hidalgo los confunde con gigantes. Se dispone a darles batalla y le dice a su escudero que se llevarán como legítimo botín sus despojos, ya que se trata de una "buena guerra".

Sancho le advierte que son molinos de viento, pero su compañero lo desoye y acomete contra las máquinas pronunciando palabras heroicas y encomendándose a su amada Dulcinea. Así, embiste con su lanza contra el aspa del molino, y la fuerza de ésta los expulsa a él y a su caballo, y destroza la lanza. Sancho se apresura a socorrerlo y el hidalgo le dice que el mismo sabio Frestón que antes le robó el aposento con sus libros, ahora convirtió a los gigantes en molinos, para quitarle la gloria de su victoria. Luego siguen el camino de Puerto Lápice. Don Quijote recuerda a un caballero que fabricó una lanza con un tronco de encina y pretende imitarlo para reemplazar la suya. Su compañero le advierte que está cabalgando con el cuerpo inclinado y el hidalgo dice que aunque esté sufriendo por el dolor no es lícito a un caballero quejarse.

Sancho come y bebe mientras acompaña a don Quijote. A la noche ambos van a descansar entre unos árboles del campo, y el hidalgo construye una nueva lanza añadiendo una rama seca a la parte de la lanza que le había quedado. Luego pasa la noche sin dormir pensando en Dulcinea, por imitar a los caballeros de los libros que ha leído. Mientras tanto, Sancho duerme profundamente.

Al día siguiente emprenden la marcha y don Quijote le advierte a su amigo que no puede enfrentarse a otros caballeros para ayudarlo y que solo puede sacar su espada frente a hombres de baja condición, según las reglas de la caballería.

Por el camino se acercan dos frailes de la Orden de San Benito cabalgando sobre dos mulas enormes. Atrás de ellos viaja en un coche una señora vizcaína acompañada por algunos jinetes y dos mozos de mulas. Don Quijote los confunde con encantadores que llevan secuestrada a una princesa. Sancho vuelve a advertirle sobre su confusión, pero el hidalgo insiste diciéndole a su amigo que conoce poco de los libros de aventuras.

Luego don Quijote se adelanta, amenaza a los frailes y arremete contra uno de ellos con tanta furia que el hombre se deja caer de la mula para no salir herido. El otro, viendo lo que le sucedió a su compañero, huye a toda prisa. Sancho Panza se acerca a quitarle la ropa al fraile que yace en el suelo, creyendo que el botín le corresponde legítimamente porque su amo lo ha vencido. Llegan entonces dos mozos de mula de los frailes y al ver a Sancho quitándole la ropa a su amo, lo golpean y le arrancan la barba. Don Quijote, mientras tanto, se ha acercado a la mujer del coche para decirle que la ha liberado y le pide a cambio que se dirija a Toboso para informarle a Dulcinea sobre lo que él ha hecho. Un escudero que acompaña al coche, viendo que el hidalgo les impide avanzar, lo amenaza. Don Quijote arremete contra el vizcaíno y éste le da una cuchillada en el hombro. El hidalgo entonces vuelve a lanzarse contra él. En este punto se detiene la narración. El narrador dice que el autor se disculpa por esta interrupción y que la misma se debe a que no halló más escritos sobre las hazañas de don Quijote. El narrador dice que descreyó de la idea de que no se haya guardado en los archivos de la Mancha la historia completa del hidalgo y que a continuación explicará cómo la encontró.

Análisis

En el capítulo 6 continúa la alegoría del proceso inquisitorial. Se compara a los libros con herejes condenados a la hoguera. El cura procede como juez. Después de la acusación de la sobrina de don Quijote, selecciona los libros que deben ser condenados. Luego se los entrega a la criada, el “brazo seglar” (p. 54), para que los arroje al corral donde los quemarán, de la misma manera que la Inquisición entregaba a sus condenados a la justicia seglar, es decir, no eclesiástica, para que ejecutara la condena. De todos los títulos que se mencionan en este capítulo, el cura “salva” a unos pocos, entre los que se encuentra La Galatea (1585) del propio Cervantes, un libro de juventud del autor. Cervantes pensaba publicar la continuación de este libro, pero nunca lo hizo. El cura le atribuye cierta originalidad a su primera parte y lo “perdona”, diciendo que “es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega” (p. 54).

El libro de Ludovico Ariosto que el cura menciona y admira, es Orlando furioso y cabe destacar que la Inquisición mandó a expurgar algunas partes de este poema. También, a propósito de este libro, el cura hace una observación interesante sobre la imposibilidad de traducir poesía sin que ésta pierda su valor original.

La alegoría del proceso inquisitorial concluye en el capítulo 7, cuando el ama quema todos los libros de don Quijote. El narrador compara a los ejemplares con pecadores cuando dice: “y así se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores” (p. 56), refiriéndose a que han sido quemados libros que merecían ser conservados.

Luego la sobrina y la criada engañan a don Quijote con la historia del encantador que ha hecho desaparecer el cuarto con los libros. Ellas llaman al mago "Muñatón" o "Fritón" y don Quijote les dice que su nombre es "Frestón", lo cual recuerda al encantador "Fristón" del libro de caballerías Don Belianís.

Más adelante, don Quijote se prepara para su segunda salida, que se inicia en este capítulo y continúa hasta el capítulo final. Aquí se presenta al escudero que acompañará a don Quijote desde entonces en sus aventuras, convirtiéndose en un fiel amigo. Sancho Panza es un labrador pobre, honrado, y con “poca sal en la mollera” (p. 57), esto es, poco inteligente. La presentación resultante irónica pues dista mucho de ser la que podría esperarse del escudero de un caballero andante.

Don Quijote, para convencerlo de que lo acompañe, le promete entre otras cosas que hará gobernador de una "ínsula". Esto también es algo que ha leído en sus libros, como el mismo señala: "Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza (...) "(pp. 57-58). La palabra "ínsula" es un vocabulario anticuado y de uso literario que significa "isla", y que podía aparecer de esta manera en los libros de caballerías, por lo que don Quijote la adopta. Sin embargo, lo más probable es que Sancho desconozca su significado, puesto que, como se dice más adelante en el capítulo 10, es analfabeto. El escudero, por lo tanto, tiene una idea vaga de lo que es una "ínsula", no obstante lo cual desea intensamente obtenerla. Hasta el final de la novela no queda claro si Sancho comprendió el significado de la palabra, pero podemos ver lo extraño que resulta el vocablo en su entorno puesto que su mujer le pregunta "¿qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo?" (p. 378).

En esta ocasión, como en muchas otras, don Quijote instruye a Sancho Panza sobre los asuntos de la caballería andante que su escudero desconoce. Vemos que el labrador, aunque ignora por completo los temas que atañen a la caballería, confía en su amo. Se deja convencer con la promesa de convertirse en gobernador de una ínsula, con ingenuidad y tal vez por codicia, pero confía en que don Quijote le dará aquello que esté a su altura. Desde el comienzo Sancho Panza le da a don Quijote muestras de respeto y admiración, y el hidalgo, por su parte, en el primer diálogo que se presenta entre estos dos personajes, se dirige a él llamándolo “amigo”. Sancho Panza es un personaje que tiene al mismo tiempo simpleza, astucia y prudencia, como vemos en el comentario hilarante que le hace a su amo, poniendo en duda la capacidad de su esposa de convertirse en reina: “Yo lo dudo —replicó Sancho Panza—, porque tengo para mí que, aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda ”(p. 58).

El capítulo 8 narra el famoso episodio en el que don Quijote lucha contra los molinos de viento. Se trata de la primera aventura de don Quijote acompañado por Sancho Panza. Es interesante notar cómo contrastan los puntos de vista de estos personajes en el diálogo que mantienen. Mientras que el labrador manchego ve los habituales molinos de viento, el hidalgo, a causa de las expectativas que le producen los libros de caballerías que ha leído, cree ver gigantes. Además se produce una ironía dramática, porque el lector sabe lo que el hidalgo ignora, esto es, que va a acometer contra molinos de viento.

La aparición de gigantes es un motivo típico de la literatura caballeresca. Estos seres aparecen también en la Biblia y en la mitología, y siempre son enemigos del hombre. Por eso don Quijote dice que es una "buena guerra" luchar contra ellos, lo que significa que es una "guerra justa". Los gigantes, además de tener un tamaño prodigioso, son moralmente malos. En la literatura se les atribuye actos tales como raptar princesas, capturar prisioneros, usurpar reinos. Este motivo volverá a aparecer en la novela, por ejemplo en el capítulo 35.

Por otro lado, cuando don Quijote le dice a la dama vizcaína que se dirija a Toboso a presentarse ante Dulcinea, sigue en esto el ejemplo de héroes caballerescos, lo mismo que cuando se encomienda a su dama antes de empezar la contienda con el vizcaíno. Luego el relato se suspende en el momento que están a punto de arremeter ambos contrincantes. La interrupción se utiliza para suscitar el interés del lector. Además es un recurso que aparece con frecuencia en los libros de caballerías y acá se encuentra parodiado. El narrador presenta aquí la historia como basada en el relato de otro autor y se llama a sí mismo “el segundo autor desta obra” (p. 64).

Con esto finaliza la primera parte del libro el El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que se divide en cuatro partes, al igual que el libro Amadís de Gaula. En la siguiente parte se contará la forma en que el narrador encontró la continuación de la historia que hasta acá ha narrado.