Resumen
Capítulo 28: Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la mesma sierra
El narrador se alegra de que gracias al intento de don Quijote de restablecer la caballería andante pueda entretenerse, no solo con su historia, sino también con las otras historias y episodios intercalados. Entonces retoma la narración de lo que oyeron el cura y los que estaban con él.
Ellos escuchan una voz que se lamenta de sus desgracias y quieren saber de quién es. Entonces ven a un joven vestido como labrador lavándose los pies en el arroyo. Sus pies son tan blancos y delicados que no parecen de un labrador. Después descubren la hermosura de su rostro y, finalmente, se dan cuenta de que tiene cabellos rubios larguísimos, todo lo cual les revela que es una mujer vestida como hombre.
Cuando ellos intentan acercarse, ella los descubre e intenta huir, pero se cae. El cura le dice que ellos tienen la intención de ayudarla y le pide que les cuente sus males.
Ella les cuenta que es de Andalucía, que sus padres son ricos labrados vasallos de un duque. Ella trabajaba en la hacienda y vivía tan aislada que solo la veían los criados de su casa. Sin embargo, un día, el hijo menor del duque, Fernando, se enamora de ella.
Cuando menciona el nombre “Fernando”, Cardenio empalidece y la mira tratando de adivinar quién es. Ella cuenta todas las cosas que hizo Fernando para conquistarla, sin que ella cediera, pues sus padres le habían advertido de los deseos lascivos del joven, que no podían ser otros dadas la desigualdad de sus estamentos sociales. Una noche, en la que ella está sola en su habitación con su doncella, Fernando entra a la habitación y la toma entre sus brazos. Le hace promesas con lágrimas en los ojos y ella cree en sus palabras y siente compasión por él. Él le da su palabra de ser su esposo y ella acepta porque, dadas las circunstancias, es la mejor opción que tiene.
Ella menciona que su nombre es Dorotea y Cardenio vuelve a conmoverse pues cree saber quién es. Ella continúa su relato y dice que Fernando reiteró sus promesas frente a una de sus criadas, y luego ella y él tuvieron relaciones sexuales. Luego de eso, Fernando se fue y ella no volvió a tener noticias suyas hasta que se enteró de que se había casado en una ciudad cercana con una mujer llamada Luscinda. Entonces ella se viste de labrador y le pide a un criado que la acompañe a esa ciudad. Allí se entera de todo lo que pasó en la boda y de lo que decía el papel que tenía Luscinda escondido en el pecho. Allí declaraba que no podía ser esposa de Fernando, porque ya lo era de Cardenio, y que se había casado por obedecer a sus padres. Además el escrito daba a entender que Luscinda tenía intenciones de suicidarse.
Dorotea también se entera de que Cardenio se había ido de la ciudad y de que nadie sabía dónde estaba Luscinda. Ella se alegra de que el matrimonio de Fernando no se haya consumado, pero al darse cuenta que sus padres la buscan, decide refugiarse en la sierra. Allí, el criado que la acompaña quiere abusar de ella, y ella lo empuja por un precipicio. Luego Dorotea comienza a trabajar como criado de un ganadero, todavía con su atuendo masculino de labrador, pero él descubre que ella es una mujer y quiere abusar de ella. Finalmente ella se escapa y se oculta en el bosque.
Capítulo 29: Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo
Luego de que Dorotea termina de contar su historia, Cardenio la llama por su nombre y le dice que es la hija única del rico Clenardo. Ella se sorprende, pues no había mencionado el nombre de su padre. Cardenio se presenta y explica que se internó en esas sierras con el deseo de morir, pero que el cielo quiso que solo perdiera el juicio por momentos, y acaso esto fue así para darle la oportunidad que ahora se le presenta. Entonces le ofrece ayudarla a poner en efecto su matrimonio con Fernando y ella se lo agradece muchísimo. El cura por su parte les dice que pueden ir a su aldea para proveerse de las cosas necesarias y el barbero les ofrece ayuda y les cuenta sobre la extraña locura del hidalgo. Cardenio recuerda vagamente a don Quijote. Sancho vuelve y les dice que su amo se niega a ir al Toboso hasta no realizar alguna hazaña y que teme que así nunca consiga ser emperador, ni aún arzobispo.
El cura les cuenta a Cardenio y a Dorotea su plan para sacar a don Quijote de la sierra, y ella se ofrece a hacer el papel de la doncella menesterosa y afirma que por haber leído libros de caballerías conoce bien el estilo con el que las doncellas pedían dones a los caballeros andantes . Entonces se pone un vestido y unas joyas que llevaba en un bolso por si en alguna ocasión los necesitaba. Sancho se queda sorprendido de la belleza de Dorotea y el cura le explica que ella es heredera del gran reino de Micomicón, y que ha venido desde Guinea a pedirle a don Quijote que vengue el agravio que le hizo un gigante. Sancho le pide que convenza al hidalgo de que después de vengar el agravio se case con la doncella. Él le dice que su nombre es Micomicona.
El barbero se pone la barba postiza y va con Dorotea, guiado por Sancho, al lugar donde está don Quijote. Dorotea se arrodilla frente a él y le dice que vino desde tierras lejanas a pedirle un favor. Don Quijote le dice que se levante pero ella se niega a hacerlo hasta que don Quijote le prometa que cumplirá con lo que le pide. Él accede y ella le pide que la acompañe y que no se involucre en ninguna aventura hasta vengar la traición de quien usurpó su reino.
Don Quijote se dispone a cumplir su promesa y Sancho se alegra y piensa que podrá vender esclavos provenientes de aquel reino. El cura, mientras tanto, le corta la barba a Cardenio y le da su abrigo, para quede irreconocible a los ojos del hidalgo, y ambos salen al camino real. Cuando el hidalgo llega al mismo camino, el cura simula un encuentro fortuito. A pedido del hidalgo, el barbero le ofrece la silla de su mula al cura y se sube en las ancas del animal, pero ni bien lo hace, el animal da coces y él se cae y se le sale la falsa barba. El barbero se cubre la cara y el cura le pone la barba rezando una oración. Don Quijote se queda sorprendido del milagro y le pide al cura que luego le enseñe aquella oración.
Así avanzan por el camino, don Quijote, Dorotea y el cura cabalgando, y los otros tres a pie. Don Quijote le pregunta a la falsa princesa hacia donde se dirigen y el cura dice que se dirigen a Micomicón y que en el camino pasarán por su pueblo, para seguir rumbo a Cartagena. Don Quijote le pregunta al cura qué hacía en ese lugar y él le dice se dirigía a Sevilla con maese Nicolás, el barbero, a cobrar un dinero que le habían enviado, y unos salteadores les robaron todo, a ellos y al joven que los acompaña. También le cuenta que se sabía que los salteadores eran unos galeotes liberados por algún loco, que actuó en contra de las leyes del rey. Don Quijote empalidece y no se atreve a decirle que fue él quien los liberó.
Capítulo 30: Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto
Cuando termina de hablar el cura, Sancho le dice que fue su amo quien liberó a los galeotes, a pesar de sus advertencias. Don Quijote se enoja con su escudero y argumenta que a los caballeros no les corresponde indagar a los oprimidos, sino solo ayudarlos, y que desafía a quien lo contradiga, exceptuando al cura. Dorotea, le recuerda ha prometido no involucrarse en ninguna aventura hasta que no quede vengado su agravio y asegura que el cura no habría hablado así si hubiera sabido quién liberó a los galeotes. Don Quijote afirma que cumplirá su promesa y le pregunta a la supuesta princesa qué es lo que le sucedió y de quiénes tiene que vengarse.
Dorotea empieza a hablar, pero inmediatamente se detiene, porque no se acuerda el nombre ficticio que el cura le había dado. El cura toma la palabra, explica que las desventuras a veces perturban la memoria, y dice que la princesa se llama Micomicona. Entonces ella continúa su relato diciendo que su padre, Tinacrio el Sabidor, había presagiado antes de morir que el gigante Pandafilando de la Fosca Vista, de una isla vecina, invadiría su reino cuando ella quedara huérfana, y entonces no tendría que hacer otra cosa que ir en busca de “don Azote o don Gigote”. Sancho la corrige diciendo “don Quijote”. Luego ella describe el aspecto físico del hidalgo, como su padre supuestamente lo describió, y dice que ella desembarcó en Osuna. Don Quijote le dice que ese lugar no tiene puerto, y el cura explica que desembarcó en Málaga y Osuna fue el primer lugar a donde fue. Ella afirma que una vez que el caballero mate a Pandafilando puede casarse con él.
Don Quijote reitera su promesa pero disiente respecto al casamiento con la princesa, puesto que su amor corresponde a Dulcinea, y no se casará con otra, ni aunque se tratara del ave fénix. Sancho se escandaliza y menosprecia a Dulcinea y el hidalgo lo derriba golpeándolo con el palo de su lanza. Dorotea lo detiene y luego el hidalgo le explica a su escudero que no haría ninguna hazaña si Dulcinea no le infundiera el valor para hacerlo. Después de que Sancho le pide perdón y se reconcilian, se aparten para conversar. Mientras tanto, el cura habla con los otros sobre la locura del hidalgo, y Cardenio dice que ni siquiera un ingenio agudo podría inventarla.
Don Quijote le pide a Sancho detalles de quién le transcribió la carta y de cómo la recibió Dulcinea. Sancho confiesa que no llevó la carta, y el hidalgo dice que ya lo sabía, pues encontró el cuaderno dos días después de su partida. El escudero dice que memorizaba la carta y que un sacristán se la escribió, pero cuando don Quijote le pide que le diga lo que recuerda, este responde que ya olvidó casi todo.
Análisis
Con el ingreso en Sierra Morena, la narración de acción principal de la novela se pone de lado para dar lugar a otras historias intercaladas, el mismo narrador alude a ese aspecto de la trama cuando compara a esta con un hilo “rastrillado, torcido y aspado” (p. 198):
(...) gozamos ahora en esta nuestra edad, necesitada de alegres entretenimientos, no solo de la dulzura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios della, que en parte no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia; la cual prosiguiendo su rastrillado, torcido y aspado hilo (…) (p. 198).
La metáfora del hilo alude al procedimiento utilizado para elaborar madejas de hilo de lino. En este caso, la acción principal, es decir las aventuras de don Quijote, se comparan con un hilo que se “tuerce”, o se desvía, narrando otras historias.
La descripción que se hace a continuación de Dorotea realza su belleza utilizando los tópicos petrarquistas de la blancura y de los cabellos rubios de la dama: “los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal” (p. 198); y “El mozo se quitó la montera, y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos que pudieran los del sol tenerles envidia” (p. 199). El poeta italiano Petrarca (1304 - 1374) en su Cancionero, dio forma a algunos tópicos de la belleza femenina que tuvieron una extensa influencia en la poesía europea de los siglos XV-XVII. Muchas veces el poeta se refiere a su dama evocando la blancura de su piel y el color dorado de sus cabellos. Puede compararse la descripción de Dorotea con la que hace Petrarca por ejemplo en el soneto XC “Al aura el pelo de oro vi esparcido”.
Dorotea cuenta su historia, que es en parte la misma historia de Cardenio, contada desde otra perspectiva. Ella es la labradora de quien Fernando estaba enamorado. Cardenio conoce en parte la historia de ella, pues él era entonces amigo y confidente de Fernando, pero no conoce personalmente a Dorotea. Asimismo, ella tampoco conoce a Cardenio, e incluso habla de él en su relato sin saber que forma parte de su auditorio. Además, en su relato, presenta un dato relevante, que Cardenio desconoce por haber abandonado su pueblo inmediatamente después de la boda. Dorotea cuenta lo que decía el papel que Luscinda llevaba escondido en el pecho: “declaraba que ella no podía ser esposa de don Fernando, porque lo era de Cardenio, que, a lo que el hombre me dijo, era un caballero muy principal de la mesma ciudad” (p. 206). Con ese dato, el final de la historia de Cardenio cambia, y deja abierta la posibilidad de que él pueda aún unirse legítimamente con Luscinda.
El capítulo siguiente cambia el tipo de aventuras a las que don Quijote se había enfrentado, ya que en él se presenta una que no es producto de su imaginación, sino de un engaño preparado adrede por el cura y el barbero, quienes tienen el propósito de llevarlo de regreso a su casa.
Dorotea imita en su habla el estilo de los libros de caballerías y, fingiendo ser un princesa, le pide a don Quijote que se vengue de un gigante que usurpó su reino. El nombre ficticio de la princesa, Micomicona, resulta grotesco y tiene resonancias cómicas puesto que se asocia a la palabra “mico”, que es un mono. Además, esta vez, también Sancho cae en el engaño respecto a la princesa, aunque conoce los planes del cura y del barbero.
Por otro lado, el cura también engaña a don Quijote con su relato sobre el asalto de los galeotes. El lector sabe lo que el hidalgo ignora, que es que Sancho le ha contado previamente al sacerdote la locura que hizo su amo liberando a los delincuentes. Así, el cura puede tratar de loco solapadamente a don Quijote, fingiendo ignorar que es el responsable del hecho:
(…) y, sin duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas, a la raposa entre las gallinas, a la mosca entre la miel; quiso defraudar la justicia, ir contra su rey y señor natural, pues fue contra sus justos mandamientos (p. 215).
El cura utiliza la imagen del lobo entre las ovejas y de la raposa (el zorro) entre las gallinas, con el fin de hacer evidente el peligro que la acción de don Quijote supone. La imagen de la oveja perseguida por el lobo es frecuente en la literatura y en el folklore desde la antigüedad, y podemos encontrarla por ejemplo en el Antiguo Testamento y en las fábulas de Esopo.
Sin bien al principio don Quijote enmudece, luego, en el capítulo siguiente, se hace cargo de su decisión de liberar a los presos y defiende su acción poniendo por encima de la ley su deber de caballero: “a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por sus gracias; solo le toca ayudarles como a menesterosos (…)” (p. 217).
En el capítulo 30 también vemos la fidelidad de don Quijote a su dama Dulcinea, la cual permanece inamovible pese a las codiciosas sugerencias de Sancho para que acepte el matrimonio con la princesa Micomicona. Don Quijote le dice a su escudero que no se casará con otra mujer, ni aunque se tratara del ave fénix (p. 220). Este ave mitológica se caracteriza por su belleza incomparable, y es un símbolo de excelencia. También Petrarca usa este símbolo en su Cancionero como emblema que remite a su amada.
La alabanza que don Quijote hace de su amada, por otra parte, es muy propia del amor cortés. Según esta concepción, el amor es la fuerza que impulsa al caballero a realizar sus hazañas. Por eso, don Quijote atribuye a su dama sus hazañas y el valor que tiene para acometerlas:
Y ¿no sabéis vos, gañán, faquín, belitre, que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo, que no le tendría yo para matar una pulga? Decid, socarrón de lengua viperina, ¿y quién pensáis que ha ganado este reino y cortado la cabeza a este gigante y héchoos a vos marqués, que todo esto doy ya por hecho y por cosa pasada en cosa juzgada, si no es el valor de Dulcinea, tomando a mi brazo por instrumento de sus hazañas? (p. 221).
El cura y Cardenio se sorprenden de la extraña locura del hidalgo puesto que, como bien dice el primero, se trata de una locura de alguna manera selectiva, que solo afecta su percepción en lo que atañe a los usos de la caballería andante:
Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura- : que, fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo; de manera que como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento (p. 223).
A propósito, Cervantes hace un autoelogio de su invención, en palabras del personaje Cardenio, cuando éste muestra admiración por la locura del hidalgo: “Sí es -dijo Cardenio-, y tan rara y nunca vista, que yo no sé si queriendo inventarla y fabricarla mentirosamente hubiera tan agudo ingenio que pudiera dar en ella” (p. 223).