“Así, pues, si hubiera alguna posibilidad de que exista una ciudad o un ejército de amantes y amados, no hay mejor modo de que administren su propia patria que absteniéndose de todo lo feo y emulándose los unos a los otros.”
Fedro afirma que vivir bajo la guía de Eros nos vuelve más virtuosos, ya que la gente siente vergüenza cuando está frente a la persona que ama y eso provoca que actúe correctamente. Por ejemplo, si un amante estuviera en batalla, nunca haría nada vil, como dejar las filas o soltar las armas frente a la persona amada, sino que seguiría luchando hasta el fin. Como vemos, el tema de “La virtud” se encuentra presente desde el primero de los discursos. Para Fedro, la forma más virtuosa de expresar el amor hacia la persona amada es a través del autosacrificio, y utiliza las historias de Aquiles y Alcestis para ilustrar su punto. Para más información acerca de estos dos relatos, ver sección “Elementos literarios”.
“Nuestra norma es, efectivamente, que de la misma manera en que, en el caso de los amantes, era posible ser esclavo del amado voluntariamente en cualquier clase de esclavitud, sin que constituyera adulación ni cosa criticable, así también queda otra única esclavitud voluntaria, no vituperable: la que se refiere a la virtud”.
Pausanias vuelve a recalcar la importancia de la virtud como un fin en la búsqueda del amor. El discurso de este personaje se centra en las buenas costumbres y en las leyes, y describe las reglas atenienses respecto a las relaciones amorosas entre los amados y los amantes. Según él, las personas pueden cometer diversas acciones vergonzosas, pero no se perciben como tales si se realizan en pos del amor. Uno puede incluso comportarse como un esclavo sin que ello lo humille públicamente. Cuando una persona procede bajo la guía del Eros Uranio, el virtuoso, aunque acabe engañado por una persona vil, sus buenas intenciones deben considerarse honrosas. Vivir bajo la influencia de este tipo de amor no es solo bueno para uno mismo, sino que afecta positivamente a la sociedad en su conjunto. Hacia el final de “El discurso de Diotima”, la relación entre búsqueda de la virtud y el ascenso erótico será un punto importante en la escalera del amor que la sacerdotisa expone.
“Eros (...) no sólo existe en las almas de los humanos como impulso hacia lo bello, sino también en los demás objetos como inclinación hacia muchas otras cosas, tanto en los cuerpos de todos los seres vivos como en lo que nace sobre la tierra y, por así decirlo, en todo lo que tiene existencia”.
Esta cita se encuentra al comienzo del discurso de Erixímaco e introduce su idea acerca de que el amor es una fuerza universal que tiene como objeto la armonía entre los opuestos que existen en el cosmos. El amor, para él, regula mucho más que las relaciones interpersonales. Erixímaco es médico y se basa en sus saberes sobre el campo para la elaboración de su homenaje a Eros. Esto es importante, ya que su discurso es el único -salvo también el de Diotima- que se extiende más allá de lo que el sentido común tiende a pensar en relación al amor y a la función de Eros. En este sentido, el pasaje se presenta como una anticipación de lo que será el discurso de Diotima, quien explica que, de haber avanzado lo suficiente en los ritos del amor, el enamorado debe dejar de lado a las personas y los cuerpos bellos para centrarse en la sabiduría y en las ciencias. Las relaciones entre enamorados, al igual que en el homenaje de Erixímaco, poseen en Diotima un valor secundario.
“Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución de esta integridad”.
Aristófanes ofrece esta definición del amor tras presentar un mito acerca de la creación de los seres humanos y el origen del amor. En este relato, sostiene que existían, en un principio, tres clases de personas: los seres masculinos, los femeninos y los andróginos. Estos seres eran muy poderosos y tenían dos cabezas, cuatro brazos, cuatro piernas y dos genitales. Un día, debido a su arrogancia, los dioses decidieron castigarlos partiéndolos al medio. Desde entonces, estos seres buscan incansablemente a su otra mitad, para recuperar así la totalidad perdida. Hacia el final del Banquete, esta finalidad del amor termina siendo desacreditada por Diotima, quien afirma que solo se desea lo bueno, por lo que uno solo podría desear su otra mitad en caso de que esta lo fuera.
“—Por tanto, también este y cualquier otro que sienta deseo, desea lo que no tiene a su disposición y no está presente, lo que no posee, lo que él no es y de lo que está falto. ¿No son estas cosas, más o menos, las cosas de las que hay deseo y amor?”
Sócrates examina y deconstruye el discurso de Agatón a través del diálogo para refutar sus afirmaciones acerca de que Eros es bello y bueno. Él define el deseo como una forma de carencia, por lo que uno nunca podría desear algo que ya posee. Por ejemplo, una persona fuerte no tiene motivos para desear fortaleza, al igual que una persona rica no los tiene para desear la riqueza. En todo caso, cuando uno afirma desear cosas que ya posee, lo que intenta en realidad es continuar con dichas cosas en un futuro. Por este motivo, si Eros se expresa mediante el deseo de lo bueno y lo bello, nunca podría poseer en sí mismo estas características. Sobre la base de que el amor se manifiesta como el deseo hacia lo bueno y lo bueno, Diotima establecerá su doctrina de la escalera del amor, la cual lo presenta como un excelente vehículo para alcanzar la virtud.
“Hemos separado una especie particular de amor y, dándole el nombre del todo, la denominamos amor, mientras que para las otras especies usamos otros nombres”.
Diotima sostiene que todos persiguen el amor de alguna manera. Algunos lo hacen a través de los negocios, otros a través del deporte o de la filosofía; sin embargo, solo a las relaciones apasionadas y exclusivas entre personas se les llama amor. Pensar el amor en términos universales le permite a Diotima argumentar que el deseo hacia los cuerpos hermosos es solo una etapa inferior —aunque necesaria— para ascender en el camino del amor, un ascenso que, en última instancia, lleva al individuo a enamorarse de las ciencias y acceder a la contemplación de la Idea de belleza. En esta etapa, el enamorado se vuelve un filósofo, palabra cuya etimología remite a ‘aquella persona que ama la sabiduría’.
“—Entonces —dijo—, el amor es, en resumen, el deseo de poseer siempre el bien”.
Varios críticos han señalado a esta frase de Diotima como la definición del amor platónico. Esto sucede, en parte, porque el pasaje implica una equiparación de lo bello con lo bueno —en la medida en que todo lo bello es bueno y viceversa—. Sobre ello, Charles H. Kahn sostiene que “la teoría del éros que Platón formula en el Banquete (...) es un desarrollo directo y una transformación de la doctrina (...) según la cual todos los hombres desean el bien. El deseo adquiere la forma del éros cuando el bien aparece como lo bello” (2010: 270). Popularmente, se tiende a pensar el amor platónico como un amor no correspondido e imposible. Sin embargo, esa definición no coincide con las postulaciones de Platón sobre el tema. El amor platónico postula una superación del amor en términos corporales e interpersonales. Tiene que ver con un impulso que nos lleva a buscar lo bueno, volviéndonos en el proceso personas más virtuosas.
“Pues el amor, Sócrates —dijo—, no es el amor de lo bello, como tú crees.
—¿Pues qué es entonces?
—Amor de la generación y la procreación en lo bello”.
Mientras conversan acerca de la naturaleza y el propósito del amor, Sócrates y Diotima llegan al acuerdo de que las personas que aman buscan en un principio poseer la belleza. Sin embargo, su objetivo no es solo de posesión sino, además, de procreación. Cuando uno ama una cosa bella lo que desea es reproducirse en ella, ya sea en cuerpo o en alma. Todas las personas somos fecundas y el amor es la herramienta para que, en tanto mortales, podamos alcanzar algún tipo de inmortalidad, sea esta a través de hijos o ideas. Diotima considera que ser fecundo en cuanto al cuerpo es bello, pero serlo en cuanto al alma es mucho mejor, ya que las personas que procrean ideas pueden alcanzar una fama inmortal.
“Sólo entonces, cuando vea la belleza con lo que es visible, le será posible engendrar, no ya imágenes de virtud, al no estar en contacto con una imagen, sino virtudes verdaderas, ya que está en contacto con la verdad”.
Este pasaje presenta la etapa final que todo iniciado en el camino del amor puede atravesar si realiza correctamente su aprendizaje. Diotima anuncia que aquel que llegue al final del camino podrá contemplar la Forma de la belleza, la esencia misma de lo bello. Tras haber amado primero a un cuerpo bello, luego a todos, luego a las bellas leyes y costumbres y, finalmente, a las ciencias, esta persona se ha convertido en un amante de la sabiduría y consigue entonces percibir lo que es bello en sí mismo, perfecto e inmutable, y de lo cual participan todas las cosas bellas en su conjunto. La Forma o Idea de belleza ya no se percibe a través de los sentidos sino mediante el intelecto y, en su compañía, el enamorado puede dar a luz a la verdadera virtud.
“Cuando se pone en serio y se abre, no sé si alguno ha visto las imágenes de su interior. Yo, sin embargo, las he visto ya una vez y me pareció que eran tan divinas y doradas, tan extremadamente bellas y admirables, que tenía que hacer sin más lo que Sócrates mandara”.
En su discurso de alabanza a Sócrates, Alcibíades ofrece toda una serie de descripciones que tienen como objetivo enaltecer la figura del filósofo. Él afirma haber conocido las profundidades que yacen tras la apariencia de Sócrates, contraponiendo su aspecto exterior a una interioridad tan bella como irresistible. En línea con el discurso elaborado por Diotima, Alcibíades muestra a Sócrates como aquello que verdaderamente merece ser amado, ya que no se presenta como una imagen o cuerpo bello, sino como un alma hermosa, cuya sola compañía impulsa a las personas a su alrededor a alcanzar la virtud. La importancia de la belleza interior o del alma frente a la interior o del cuerpo —presente ya en varios de los discursos anteriores— acaba siendo ilustrada en la propia figura del maestro.