Resumen
El discurso de Aristófanes recrea un relato mítico acerca del origen de los seres humanos y la causa del amor entre ellos. Primero explica que hace mucho tiempo existían tres tipos de seres: el masculino, el femenino y el andrógino, que estaba formado por elementos tanto masculinos como femeninos. Todos tenían forma redonda, cuatro manos, cuatro piernas, dos caras y dos órganos sexuales. La especie masculina provenía del sol, la hembra descendía de la tierra y la andrógina, de la luna.
Como tenían tantas extremidades, estos seres eran muy rápidos y fuertes, y un día intentaron ascender al cielo para atacar a los dioses. Por este motivo, Zeus y los otros dioses deliberaron qué hacer y decidieron castigarlos, mas no acabar con ellos, ya que dejarían de recibir adoración y sacrificios en caso de hacerlo. Entonces, Zeus optó por cortarlos a la mitad para reducir su fuerza y aumentar así su número, lo que implicaría más adoración y sacrificios en su beneficio. Tras proceder de este modo, Apolo volvió la cabeza de los seres humanos hacia la herida para que recuerden el castigo, y luego los curó estirando la piel y anudándola en el vientre, formando así el ombligo.
Separadas de esta manera, cada mitad anhelaba profundamente a su otra mitad, al punto en que empezaron a morir de hambre porque no deseaban más que volver a estar completos. Al ver esto, Zeus se compadeció y movió sus genitales al frente, ya que los tenían echados hacia atrás y se reproducían desperdigando sus semillas en el suelo “como las cigarras” (723. Línea 121c). A partir de entonces, cuando las mitades de los antiguos andróginos se abrazaban, “engendraban y seguía existiendo la especie humana, pero, si se encontraba varón con varón, había, al menos, satisfacción en su contacto, descansaban, volvían a sus trabajos y se preocupaban de las demás cosas de la vida” (723. Línea 121d).
Aristófanes afirma que cada una de las mitades simboliza la totalidad perdida, y por eso busca constantemente a su otra mitad para que la complete. Los hombres separados de los andróginos van tras las mujeres, y viceversa. Ambos son, por lo general, adúlteros. Las mujeres divididas de las hijas de la tierra son lesbianas y los hombres separados de los hijos del sol desean a los hombres. Aristófanes dice que estos últimos son los mejores, ya que, al ser valientes y viriles, buscan lo mismo en los demás. Además, cuando encuentran a su auténtica mitad, quedan de tal modo enamorados que pueden pasar la vida juntos, y si Hefesto se les presentara ofreciéndose a unirlos de nuevo, nunca dudarían en aceptar la oferta.
Para Aristófanes, entonces, el “amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución de esta integridad” (724. Línea 193a). Aún existe el peligro de que, si no se mantiene el orden y el respeto hacia los dioses, los humanos terminen nuevamente divididos. Por eso hay que venerarlos bajo la guía de Eros. Todas las personas, hombres y mujeres, deben intentar alcanzar la totalidad a partir del amor, para recuperar así su naturaleza original y que la raza humana prospere.
Cuando Aristófanes termina su discurso, Erixímaco lo elogia. Por su parte, Sócrates afirma temer que no le quede nada por decir luego de que Agatón, el siguiente en hablar, tome la palabra. Sócrates asegura que el discurso de Agatón será bueno, ya que lo vio presentar su obra frente a una audiencia sin perder el control ni avergonzarse. Agatón replica que vale más la opinión de unos cuantos sabios que de la masa de estúpidos que puede conformar la audiencia. Cuando Sócrates está por replicar, Fedro los detiene y solicita que no dialoguen, sino que continúen con sus discursos de alabanza a Eros.
Análisis
A diferencia de Erixímaco, Aristófanes vuelve a poner en foco, con su alabanza a Eros, la cuestión de las relaciones interpersonales. Su discurso se centra en el origen del mundo y de los seres humanos tal cual los conocemos ahora y, en ese mismo origen, sitúa una experiencia traumática que determina el modo en que las personas se vinculan entre sí sexual y afectivamente. De este modo, si las palabras de Erixímaco se orientaban a conceptualizar el amor de un modo abstracto, científico y objetivo, subordinando su discurso a sus propios saberes médicos, las palabras de Aristófanes cuentan un mito de origen que posee un carácter metafísico, es decir, que tiene como objetivo explicar los orígenes y principios del amor y de los seres humanos. En boca de Charles H. Kahn, “Lo que aporta de nuevo la teoría del Banquete, y que se anuncia por vez primera en el relato mítico que narra Aristófanes, es la idea de que la tempestad emocional de la pasión física que desata semejante belleza contiene en sí misma un elemento metafísico, es decir, una aspiración que trasciende el límite de la condición humana y que probablemente no puede satisfacerse al modo como se satisfacen el hambre y la sed” (2010: 278).
En su discurso, el objetivo del amor consiste en recuperar un estadio humano anterior y más elevado, menos vinculado al placer o a las necesidades fisiológicas que a la búsqueda de alcanzar una totalidad perdida.
El mito que Aristófanes recrea cuenta con una abundante cantidad de símbolos e imágenes sensoriales. En un principio, el hecho de que estos seres ancestrales se nombren como hijos del sol, de la tierra y de la luna dice algo respecto al valor simbólico de este relato. El sol aparece como símbolo de la masculinidad; la tierra, de la feminidad, y la luna, que está entre ambos, de la androginia, ya que tiene elementos tanto masculinos como femeninos. Sobre ello, cabe mencionar que la relación de correspondencia luna-mujer, sol-hombre, y tierra-andrógino se relaciona con una concepción del ser humano como microcosmos, que predominaba en el imaginario de la antigua Grecia, donde se pensaba que las personas reflejaban la organización de los cuerpos celestes en el cielo o macrocosmos.
Por otro lado, el relato explica que estos primeros seres, confiando en su fabulosa fuerza, decidieron desafiar a los dioses, lo cual provocó como represalia que Zeus los cortara por la mitad, formando a los seres humanos tal cual los conocemos. Tras castigarlos de este modo, Zeus le pidió a Apolo “que volviera su rostro y la mitad de su cuello en dirección al corte, para que el hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado (...) y, juntando la piel de todas las partes en lo que ahora se llama el vientre, como bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un agujero en medio del vientre, lo que llaman precisamente el ombligo (...), para que fueran un recuerdo del antiguo estado” (722. Línea 191a).
El ombligo, entonces, es la cicatriz que los dioses dejan en el cuerpo de los hombres para prevenir que se vuelvan nuevamente contra ellos. Se transforma así en otro símbolo que representa las consecuencias que pueden recaer sobre los hombres si estos se vuelven arrogantes.
En tercer lugar, la propia inclinación amorosa de los hombres adquiere también en este relato un valor simbólico: “Cada uno de nosotros es un símbolo de hombre, al haber quedado seccionado en dos de uno solo, como los lenguados. Por esta razón, precisamente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo” (723. Línea 191d. Las cursivas son propias.). Es decir que, para Aristófanes, cada una de las mitades simboliza la totalidad perdida por la arrogancia del ser humano, y el amor en sí simboliza el eterno deseo de restaurar ese antiguo estado de totalidad.
Sobre ello, cabe mencionar las resonancias que la concepción erótica de Aristófanes tiene aún en nuestra cultura. Esta idea del amor se asemeja mucho a lo que tradicionalmente entendemos como ‘amor romántico’, expresión que se asocia a nociones muy extendidas en nuestro sentido común, por ejemplo, a la idea de buscar pareja como el deseo de encontrar una ‘media naranja’ que nos complete. En términos generales, se coincide en señalar al amor romántico como un afecto para toda la vida, exclusivo e incondicional, que implica a su vez una priorización del sujeto amado sobre las propias necesidades. Actualmente, esta forma de concebir el amor es objeto de muchas discusiones, sobre todo a partir de la masificación de los estudios de género y feministas. En parte, el problema con el amor romántico reside en el hecho de que supone cierta renuncia a la identidad y deseos individuales, que terminan subordinados al vínculo conyugal, generando situaciones de opresión en las parejas.