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¿Qué relación guarda la novela de Walpole con el gótico, los godos y su cultura?
La novela de Walpole es la primera en iniciar el género gótico concebido como un renacimiento literario del pasado medieval, pero ¿qué es exactamente lo que estaba reviviendo? La palabra “gótico” refiere a los godos, miembros de una tribu germánica que saqueó Roma y que era conocida por sus tendencias destructivas. En los inicios de la Modernidad, la época medieval y su estilo arquitectónico empezaron a ser vinculados con esta tendencia “gótica”, a la que se concebía como “despótica”, “retrógrada” e “irracional”. Durante el Renacimiento, algunos elementos del gótico fueron censurados; sin embargo, a finales del siglo XVI, nuevos descubrimientos históricos insinuaron que los godos eran más sofisticados de lo que se creía. Se les empezó a considerar iconoclastas, luchadores contra la tiranía y defensores del individualismo y la libertad. Con la Ilustración, surgió un interés renovado por recuperar las costumbres medievales: ya no se rechazaba la arquitectura gótica, y las ruinas de las iglesias católicas adquirieron un nuevo atractivo para la cultura protestante. Se empezó a apreciar a los pueblos sajones que habían conquistado Inglaterra como progresistas y apasionados. Walpole infunde en su novela este interés dieciochesco por lo gótico, y juega también con las ideas de cómo se construyen las concepciones modernas sobre el pasado y la historia.
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¿Qué sugiere la novela sobre el anticuarismo?
El anticuarismo, el rescate de documentos y objetos antiguos, estuvo de moda durante el siglo XVIII en Inglaterra. El propio Walpole era anticuario y trató de incorporar elementos de esa práctica a su obra. Concretamente, en el prólogo a la primera edición de la novela, Walpole se oculta bajo el nombre de William Marshal para dar a entender que El castillo de Otranto es la traducción de un texto medieval italiano. Para construir el verosímil del objeto anticuario, refiere al hallazgo material y al contexto histórico en el que se sitúan los acontecimientos, y utiliza una retórica empirista. Si bien esta ficción de relato verídico se rompe cuando se revela el verdadero autor, Walpole pretende conservar algo de lo que considera característico de aquella época: la creencia en lo sobrenatural. De esta forma, al proponer en el prólogo a la segunda edición que su novela es un género nuevo que fusiona lo antiguo y lo moderno, Walpole inaugura la literatura gótica sin abandonar el interés anticuario por preservar y reconstruir el pasado medieval y sus imaginarios.
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¿En qué sentido El castillo de Otranto es un texto psicológico?
La historia ofrece muchos elementos que pueden leerse en clave psicológica. El hecho de que un personaje como Manfred se vea atormentado por profecías y espectros es una forma de exteriorizar sus demonios internos, que no le permiten que se salga con la suya en sus actos violentos y propósitos pecaminosos. Desde una perspectiva psicoanalítica, se podría decir que El castillo de Otranto marca un retorno de lo reprimido, donde lo sobrenatural representa la expresión ominosa del inconsciente. No es de extrañar, en este sentido, que la novela haya sido analizada a partir de la obra de Freud y de Jung.
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¿Dónde se puede ver la influencia de Shakespeare en la novela de Walpole?
En el prólogo a la segunda edición, Walpole ensalza los méritos de Shakespeare, en especial por cómo une lo trágico y lo cómico, que él quiso rescatar para su novela. En la historia, utiliza nombres de personajes, argumentos, temas y motivos que refieren a Shakespeare. Hay criados cómicos, mujeres que hablan con amantes secretos, identidades erróneas, fantasmas y luchas con espadas, entre otros elementos inspirados en sus obras. Asimismo, la estructura de la novela está concebida en cinco capítulos que podrían funcionar como cinco actos de un drama shakespeariano. Las referencias a la divina providencia aluden a La tempestad; el fantasma y el castillo podrían haber sido extraídos de Hamlet; las advertencias sobre la ambición remiten a Julio César, y las palabras pronunciadas en el final, donde se restaura el poder al heredero legítimo, tienen reminiscencias en El rey Lear. Puede que Walpole iniciara un nuevo género, pero no cabe duda de que estaba en deuda con el gran maestro del drama inglés.
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¿Cómo se pone en juego la lucha por el poder y el derecho a gobernar en El castillo de Otranto?
Hay tres linajes que se disputan el principado de Otranto en la novela: el de Manfred, el del Frederic y el de Theodore. Manfred pertenece a la dinastía usurpadora que quiere conservar el poder a toda costa, Frederic reclama el principado como pariente del último dueño legítimo –Alfonso–, y Theodore es el campesino que se descubre hijo de Jerome, ex-conde de Falconara, quien revela, a su vez, la ascendencia noble de Theodore como nieto de Alfonso. Manfred quiere legitimar su derecho a gobernar estableciendo un lazo con la familia de Frederic, primero casando a su hijo Conrad con Isabella, luego pretendiendo a Isabella como esposa. Este es un acto pecaminoso –por ser Isabella como una hija para él– y del todo inmoral, porque involucra también su divorcio con Hippolita, que Jerome, como representante de la Iglesia, reprueba. Si bien Manfred no perderá el poder de Otranto por este acto, sino por la restitución sobrenatural del heredero legítimo, el hecho de que Manfred se convierta en un tirano inmoral e incestuoso anula también su legitimidad como gobernante. En contrapartida, el heroísmo de Theodore manifiesta una correspondencia entre su virtud y su derecho a gobernar.