El protagonista desconfía del cavador, pero no deja de interactuar con él (Ironía situacional)
Desde el comienzo mismo del cuento, el protagonista desconfía del cavador, un desconocido que se comporta de manera enigmática, cuya presencia resulta inexplicable y que invade su espacio personal. Sin embargo, jamás le pide que se vaya, ni deja de interactuar con él. Aunque le hace algunas preguntas, las respuestas del cavador siempre son vagas o insuficientes, pero el protagonista no le pide mayores explicaciones. De hecho, hasta le propone ir juntos a la playa, y se expone ante el obrero con aún mayor vulnerabilidad, metiéndose al mar vestido apenas con un short de baño mientras el otro lleva la pala consigo a todos lados.
El protagonista siente que el pozo es peligroso, pero se acerca a él (Ironía situacional)
Para el protagonista, el pozo es peligroso, extraño, siniestro. A pesar de que el cuento es muy breve, y en él no abundan los adjetivos ni las descripciones, el mismo protagonista, en tanto que narrador, lo caracteriza dos veces como un hoyo oscuro y muy profundo, y dice dos veces que tiene un metro de diámetro, como indicando que una persona podría perfectamente ser arrojada o enterrada en él. De todas maneras, él no deja de acercarse cada vez más al pozo. Inicialmente, apenas llega a la casona, el cavador se lo presenta. Luego, cuando el cavador desaparece de la playa, el protagonista lo busca allí. En esa oportunidad, piensa en meterse dentro del hueco, llega a introducir su brazo y, luego, está a punto de caer en él. Finalmente, toma la decisión de cavar él mismo. Si bien esto no parece posible, y el final abierto no nos dice qué ocurre exactamente, toda la narración nos invita a pensar que, de un modo u otro, el protagonista puede terminar arrojado o enterrado en este pozo.