El cavador

El cavador Resumen y Análisis Tercera Parte

Resumen

El protagonista se ve tomado por un "sentimiento de fatalidad" (80) mientras busca al obrero en la playa. Como no encuentra ni siquiera sus huellas, decide volver a la casona. Revisa el pozo y sus alrededores, así como las habitaciones, rincones y pasillos de la casa. Llama al obrero en voz alta, pero nadie responde. Primero siente desconfianza y, luego, también un poco de vergüenza.

Vuelve a salir y va de nuevo hacia el pozo. Se asoma y llama al cavador. Dentro del hoyo no se ve nada. El protagonista se recuesta en el suelo, mete la mano dentro del pozo y toca las paredes. Reconoce que se trata de un trabajo prolijo, confirma que el agujero tiene más o menos un metro de diámetro y que se hunde "hacia el centro de la tierra" (80).

Piensa en meterse dentro del pozo, pero descarta la idea rápidamente. Sin embargo, cuando intenta levantarse, su peso hace que los bordes se resquebrajen y corre el riesgo de caerse. Debe agarrarse de los pastizales para ganar firmeza. Oye cómo la tierra cae hacia el oscuro interior del pozo. Sus rodillas se resbalan y ve que la boca del hueco se desmorona. Logra ponerse de pie y observa la situación, a la que describe como un "desastre" (80). Decide arreglar los bordes con tierra húmeda y, para eso, necesita una pala.

El protagonista regresa a la casa y se dispone a buscar. Para ello, entra por primera vez en las habitaciones del fondo, al lavadero. Encuentra una caja con herramientas y en ella, una pala de jardinería pequeña. Le sirve para comenzar a trabajar en el pozo.

Cuando sale de la casa, se encuentra con el cavador. El protagonista automáticamente esconde la pala. El obrero, mirándolo con desconfianza por primera vez, le dice que tienen un problema, porque alguien más ha estado cavando. El protagonista trata de disuadirlo e, intentando asumir una postura firme, le pide que siga cavando; él vigilará los alrededores.

El cavador duda, se aleja un poco, pero luego frena y se dirige nuevamente hacia el protagonista. Este, sin querer, deja ver la pala que escondía atrás de la espalda. El obrero le pregunta si va a cavar. Para el protagonista, el otro ya no lo reconoce, o lo ve de una manera muy diferente. Dice que ayudará a cavar, pero el cavador le dice que eso no es posible: "—El pozo es suyo —dijo—, usted no puede cavar" (81). Finalmente, el obrero clava la pala en la tierra, mirando al protagonista a los ojos.

Análisis

La desaparición repentina del cavador precipita la historia hacia su desenlace. Todos los elementos fundamentales del cuento - el cavador, el pozo, la pala, la vulnerabilidad del protagonista, la atmósfera siniestra - se ven acentuados a medida que la tensión sube y los lectores anticipamos que se acerca el clímax de la narración. Asimismo, en esta parte final vuelve a presentarse con especial potencia el tema de la muerte. El protagonista, de hecho, narra encontrarse sumido en una "sensación de fatalidad" (80), indicando la certeza de que algo funesto está por suceder, que su vida y/o la de otros está en peligro. El uso del término "fatalidad" confirma de manera textual la sospecha de que el peligro que acecha es la muerte.

En ese sentido, en el final del cuento se acentúa la importancia narrativa del pozo y su valor como símbolo de la muerte en las historias de terror. El protagonista, aunque sabe desde el comienzo que este hoyo es peligroso, no deja de acercarse cada vez más a él. Si en la escena inicial apenas lo ha mirado, manteniendo cierta distancia, ahora se acerca hasta su borde buscando al obrero. Lo observa, repite que es muy profundo y muy oscuro, que su diámetro mide más o menos un metro y que parece conectado con el centro de la tierra, como si fuera un camino hacia el infierno o hacia el mundo de los muertos. La extraña atracción que el pozo ejerce sobre el protagonista es tal que este incluso considera meterse dentro. Aunque descarta esa idea rápidamente, mete una de sus manos, tantea las paredes del agujero y, cuando intenta levantarse, se tambalea. Tiene dificultades para ponerse de pie y salir de ahí, se resbala, la tierra se resquebraja y corre el riesgo de caer dentro del pozo.

Otro aspecto crucial del final del relato es la exposición de la casona como espacio siniestro, motivo característico de las historias de terror. En vez de funcionar como un refugio, espacio seguro, u hogar, la casa es amenazante y hostil. En primer lugar, se ubica lejos del pueblo, está aislada por los abundantes pastizales y no hay ninguna otra casa a su alrededor. De este modo, el protagonista se ve desprotegido, sin la posibilidad de escapar fácilmente o de pedir ayuda. En segundo lugar, tiene varios pasillos y muchas habitaciones vacías que el protagonista recorre con "desconfianza" (80). El gran tamaño de la casa, señalado a través del aumentativo "casona" (77), hace que sea imposible tener control sobre lo que ocurre en ella: el cavador podría esconderse allí, podría haber algo tenebroso escondido en algún cuarto, podría haber otras personas o seres de ultratumba en alguna habitación. De hecho, al buscar una pala para cavar él mismo, termina por entrar en habitaciones del fondo por las que ni siquiera había pasado hasta el momento. Esta presentación del espacio, a pesar de ser muy sintética, nos transmite la sensación de que esta es una casa realmente muy grande y que podría estar abandonada o embrujada, como suele suceder en el género terror.

Cuando el protagonista y el cavador se encuentran de nuevo, todo parece haber cambiado. El primero se ha transformado de alguna manera, ya que ahora se dispone a trabajar en el pozo él mismo, y el segundo nota esta transformación: en el diálogo final, lo mira con desconfianza por primera vez y no lo reconoce: "Él parecía no reconocer en mí al hombre que yo había sido para él hasta un momento antes" (81). Aunque el texto, nuevamente, no ofrece precisiones, algo en el protagonista ha cambiado. En ese sentido, en el desenlace se consolida una inversión de la jerarquía establecida al comienzo entre el cavador como obrero y el protagonista como su capataz. Este último, al comienzo del relato, tiene el objetivo de descansar, y al final se predispone a trabajar. El poder ahora definitivamente está del lado del obrero: el cavador aparece y desaparece sin dar avisos ni explicaciones, el protagonista intenta ocultarle la pala, y este cuando acepta que pretende ponerse a cavar él mismo, el cavador le dice que eso no es posible. Es decir, el trabajador tiene la situación bajo control, y el protagonista está a su merced.

Las últimas líneas del cuento resultan sorprendentes en una primera lectura, pues se trata de un final abierto. La tensión y el terror que la narración ha creado desde el comienzo no se resuelven: no sabemos qué le pasa al protagonista, no encontramos explicaciones sobre la figura del cavador ni sobre las funciones del pozo, no se define si se trata de un relato realista o fantástico. Así, el cuento desafía nuestra necesidad de obtener certezas para crear una interpretación que tenga sentido y, al hacerlo, expande el efecto siniestro elaborado desde el comienzo. Ahora bien, aunque no es posible, de ninguna manera, determinar con elementos textuales qué le ocurre al protagonista, sí podemos confirmar que ha pasado por una transformación significativa, y que el pozo tiene un valor simbólico ligado a la muerte. Esto queda de manifiesto en el doble sentido que se despliega en la frase "—El pozo es suyo (...), usted no puede cavar" (81), pronunciada por el obrero justo antes del final. Por un lado, el pozo es literalmente del protagonista porque pertenece a una casa que él ha alquilado. Pero, por el otro, la frase opera como amenaza o como anticipo del destino funesto del personaje: es "su" pozo porque será arrojado o enterrado en él, porque este pozo es un símbolo de su muerte inminente y asegurada.