El cavador

El cavador Temas

Lo siniestro

Como buena parte de las historias de terror, "El cavador" crea una atmósferia siniestra. Lo siniestro [Unheimlich, en alemán] es un concepto propio del psicoanálisis. De acuerdo con Sigmund Freud (1919), se trata de algo familiar pero que ha sido reprimido y se presenta de modo extraño, provocando angustia, miedo o terror. Son siniestros los elementos, objetos, personas o situaciones conocidas que se manifiestan y se perciben de manera extraña y atemorizante.

Muchas narraciones de Samanta Schweblin se producen en circunstancias que tienen tales características. En "El cavador", el protagonista no pasa por ninguna situación explícitamente peligrosa, y las experiencias que vive son, en principio, mundanas y cotidianas: alquila una casa, viaja a la playa, interactúa con un trabajador, hace compras, nada en el mar. Y, sin embargo, la atmósfera es constantemente siniestra: todas las acciones del protagonista y del cavador se nos presentan como extrañas y amenazantes. Aunque no logramos determinar por qué, tenemos una constante sensación de peligro inminente.

La muerte

La muerte es un tema fundamental de esta narración. Si bien, como se ha mencionado, en términos estrictos no logramos identificar cuál es el riesgo específico que corre el protagonista, tanto los lectores como el propio personaje tenemos la certeza de que su vida está en peligro. Que, por un lado, los elementos más destacados del cuento sean un pozo, una pala y un hombre que cava y que, por el otro, no contemos con ninguna explicación sobre propósitos de este último, nos permite pensar que tal peligro es la muerte para el protagonista. El hoyo es el lugar donde podrían enterrarlo o donde podría caer y perderse para siempre; la pala es un objeto que potencialmente podría servir como arma para dañarlo; el cavador puede haber sido contratado para asesinarlo o enterrarlo vivo. La presencia de la muerte se ve reforzada por las percepciones del propio personaje, que en determinado momento se ve tomado por una "sensación de fatalidad" (80), es decir, por la certeza de que está por ocurrir algo funesto, una desgracia que implica la muerte.

Los límites de la realidad

Con frecuencia, la obra de Samanta Schweblin se dedica a explorar y romper los límites de lo normal, de lo aceptable, de lo esperable, de lo cotidiano. En "El cavador" se resquebrajan los límites de la realidad de manera tal que situaciones en principio mundanas se presentan como extraordinarias, espeluznantes, incomprensibles y amenazantes. A pesar de que las secuencias del relato podrían pensarse como puramente realistas, la atmósfera de incertidumbre y la sensación de peligro inminente nos hacen interpretar que la realidad de la narración está alterada o intervenida. Podríamos pensar que el protagonista se encuentra en un universo fantástico y, entonces, el cavador puede ser un fantasma, un zombi o algún tipo de monstruo. También podríamos pensar que se trata de una pesadilla y, así, la realidad narrativa estaría sumergida en un universo onírico, es decir, en el mundo de los sueños. Otra posibilidad sería interpretar que la psiquis del protagonista está afectada y, por lo tanto, sus percepciones de lo real están desviadas hacia lo aterrorizante.

Lo fantástico, lo onírico y la locura son modos recurrentes para explorar los límites de la realidad en las historias de terror.

Las clases sociales

La diferencia entre clases sociales es otro tema clave de "El cavador". Desde el comienzo vemos que el protagonista es un hombre de clase media o media alta, que tiene un automóvil, que vive en la ciudad y que está en condiciones de alquilar una gran casa en la playa para descansar, mientras que el cavador pertenece a la clase trabajadora: es un obrero que nunca se separa de su herramienta de trabajo y que, incluso, duerme en su lugar de trabajo. La distinción de clase organiza a los personajes de manera jerárquica. Esto queda de manifiesto en los modos como se tratan entre sí. Por un lado, el cavador repite con insistencia el término "don" para dirigirse al protagonista. Por el otro, lo trata de "usted", mientras que el protagonista lo tutea desde el principio.

Curiosamente, aunque el protagonista no sabe quién es el cavador ni por qué está en la casona, aunque no lo ha contratado ni es él quien paga por sus servicios, de inmediato se reconoce a sí mismo como su "capataz" (77), es decir, como su jefe, acentuando esta jerarquización. Sin embargo, a medida que avanza el cuento, sentimos que esta relación de poder se desestabiliza -y hasta se invierte-, ya que el cavador resulta amenazante para el protagonista. De hecho, cuando están en la playa, el protagonista se siente intimidado por la mirada del obrero y, al final del cuento, confirmamos que en realidad es este último el que tiene la situación bajo control.

El espacio geográfico

La espacialidad y el territorio son temas importantes en la obra de Schweblin, y se manifiestan en diferentes dimensiones de "El cavador". El espacio natural que rodea la casona alquilada por el protagonista tiene un papel destacado en el relato. Los pastizales son abundantes, fuertes y altos, tanto que impiden el acercamiento en coche, dejando la casa aislada. Además, cuando el protagonista mete la mano en el pozo y este comienza a desmoronarse, son los pastos los que le dan sostén, manteniéndose más firmes que la tierra y que el personaje. El mar también tiene una fuerte presencia en este paisaje natural, y varias imágenes sensoriales remiten a sus sonidos o a su temperatura. Con frecuencia, parece que la naturaleza domina todo el espacio narrativo, efecto que se potencia cada vez que oscurece, acentuando la sensación de peligro inminente.

El cuento no hace ninguna alusión al nombre de este espacio geográfico, pero es posible pensar que se trata de un pueblo en la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires. Esto se debe a la descripción del espacio y al hecho de que la pampa húmeda, subregión que comprende las provincias argentinas de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y La Pampa, es un espacio recurrente en la obra de esta autora. De todos modos, podría tratarse de cualquier pueblo costero, real o ficticio, ya que no hay datos concretos que permitan identificarlo más específicamente.