Un hombre que vive en la ciudad viaja a una casona que ha alquilado cerca de un pueblo de la costa. Al llegar, encuentra a un hombre desconocido que cava un pozo en los pastizales alrededor de la casa. Desde el comienzo, el cavador resulta enigmático y amenazante: ni los lectores ni el protagonista sabemos por qué está ahí, quién le ha pedido que cave el pozo, ni para qué sirve ese hoyo.
La mañana siguiente, el protagonista ve que el cavador ha pasado la noche en la galería, siempre sujetando entre las manos la pala con la que cava. El protagonista evita que el otro entre en la casa. Luego, va al pueblo y compra un short de baño para nadar en el mar. Encuentra una sola tienda abierta y el empleado, curiosa y misteriosamente, sabe que el protagonista tiene un cavador en la casa.
Al regresar, invita al cavador a ir juntos a la playa. El protagonista se mete al mar mientras el otro lo observa desde la arena. Cuando sale del agua, el cavador ha desaparecido. Lo busca en la casona y en los alrededores, pero no lo encuentra. Al revisar el pozo, hace que las paredes se rompan bastante, por lo que el protagonista se propone arreglarlas él mismo, y entra en la casona en busca de una pala. Entonces el cavador aparece repentinamente y asegura que alguien más ha estado cavando, lo cual es un problema. Enseguida, agrega que el protagonista no puede cavar su propio pozo. Al final, el cavador, que ahora desconfía del protagonista, vuelve a clavar su pala en la tierra.