Resumen
La mañana está soleada. El protagonista va al pueblo a comprar un short de baño para poder nadar en el mar. Se dice a sí mismo que no es necesario preocuparse por un hombre que trabaja en una casa que no le pertenece.
En el pueblo, encuentra solo una tienda abierta. Entra y hace su compra. Al pagar, el empleado del comercio le pregunta cómo va su cavador. El protagonista se sorprende y se queda unos instantes en silencio; piensa que algún otro responderá la pregunta. Luego le pregunta al empleado cómo sabe que él tiene un cavador, y este se extraña: "—¿Que cómo sé del cavador? —dijo, como si no me comprendiese" (79).
El protagonista regresa a la casona. Cuando abre la puerta, el cavador, que está dormido en la galería, se despierta y comenta que ha habido grandes avances con respecto al pozo. Dice que pueden estar cada vez más cerca.
El protagonista le avisa que quiere ir a la playa antes de que oscurezca y el otro está dispuesto a acompañarlo. Mientras caminan juntos hacia el mar, el protagonista pregunta si dejar el pozo no es un problema, y el obrero se ofrece para volver, pero el primero le dice que no es necesario. El cavador asegura que puede pasar algo terrible y el protagonista, extrañado, no entiende qué podría suceder. El obrero mira el cielo y dice que es necesario seguir cavando.
A pocos metros del mar, se descalzan y se sientan. El cavador apoya la pala en la arena. Dice que la lleva consigo por si al protagonista se le ocurre un nuevo plan. A pesar de que el agua está muy fría, el protagonista se mete al mar para nadar. No quiere mostrarse débil ante el otro, que lo observa desde la arena.
Cuando el protagonista sale del agua, no ve al cavador. Este ya no está en la playa.
Análisis
Dado que el cuento es narrado en primera persona por su protagonista, los lectores estamos en contacto con su interioridad. Así, conocemos sus pensamientos, sensaciones y emociones, y estas se relacionan, sobre todo, con el miedo. En las primeras líneas del relato, el narrador ya ha comentado que lo asusta encontrarse con el cavador. En la tensión entre lo familiar y lo espeluznante propia de lo siniestro, el personaje no deja de sentirse atemorizado, ya que el cavador, la casa y toda la situación parecen indicar un peligro inminente. Sin embargo, intenta disuadirse, pues, en concreto, nada peligroso ha sucedido: "a fin de cuentas, no tenía por qué preocuparme por un hombre que cavaba un pozo en una casa que no me pertenecía" (78). Es decir, al igual que los lectores, el personaje tiene dificultades para interpretar la realidad que lo rodea: siente miedo pero no sabe por qué, y trata de asumir una postura racional al respecto, diciéndose a sí mismo que no hay motivos para asustarse.
La visita al pueblo es un momento destacado del cuento por diferentes motivos. Primero, es la única instancia en la que interviene un tercer personaje, el empleado de la tienda, y el único momento que el protagonista pasa fuera de la casona y sus alrededores. Esto nos indica que tiene la oportunidad de escapar, al menos por el momento, aunque de inmediato veremos que no lo hace, y vuelve en cambio a la casona. Hacia el final del cuento, esto terminará de consolidarse como un encadenamiento de dos ironías situacionales: el protagonista siente miedo todo el tiempo, desconfía del cavador y sabe que el pozo es peligroso, pero no deja de interactuar con el obrero, no huye, no pide ayuda, no se defiende.
Segundo, el lugar está desierto, no hay gente ni movimiento, y y el narrador encuentra apenas una tienda abierta, con un único empleado en su interior. Esta caracterización del poblado como desértico o abandonado remite directamente a un motivo típico del género terror, el del pueblo fantasma. El pueblo está vacío, como si todos sus habitantes hubiesen muerto o huido, como si estuviesen escondidos o secuestrados. Por ejemplo, podríamos pensar que son espíritus y no salen a las calles porque es pleno día. En efecto, el narrador comenta que es una mañana soleada, y diferentes seres de ultratumba propios del terror suelen salir apenas por la noche. Esto aumenta, tanto para el protagonista como para los lectores, la extrañeza y la sensación de peligro inminente que, de todos modos, sigue resultando inexplicable. Entonces nos preguntamos dónde están los habitantes o visitantes de este pueblo, si son potenciales víctimas del mismo peligro que parece acechar al protagonista o, por el contrario, ellos también pretenden atacarlo, si son personas o algún otro ser fantástico. Ahora bien, el hecho de que el pueblo esté vacío potencia la vulnerabilidad del protagonista: en principio, no hay nadie allí que pueda ayudarlo.
En tercer lugar, y en sintonía con lo ya mencionado, se destaca la interacción entre el protagonista y el empleado de la tienda. Cuando el primero paga su compra, el segundo le pregunta "¿Y cómo va su cavador?" (79), ante lo cual el protagonista no responde porque no logra entender cómo es posible que el empleado sepa que en la casona hay un obrero cavando un pozo. De hecho, es el empleado el que usa por primera vez el término "cavador" (79) para referirse al operario. Cabe destacar que el título del cuento remite al cavador, indicándoles a los lectores, desde el inicio, que es importante prestarle atención a su figura, que es absolutamente central en el relato. Ahora bien, la interacción con el empleado de la tienda potencia la atmósfera siniestra que rodea al protagonista e incrementa nuestra incertidumbre, sumando nuevos interrogantes: ¿cómo es posible que el empleado sepa que hay un cavador en la casa?, ¿hay un vínculo directo entre el empleado y el cavador?, ¿el primero es parte de un plan para hacerle daño al protagonista?, ¿está bajo constante vigilancia?, ¿todo el pueblo es cómplice de algún plan para hacerle daño, o son todos víctimas del mismo peligro que acecha al protagonista?, ¿habrán sido asesinados y pronto a él le tocará la misma suerte?
Al regresar a la casa, inexplicablemente, el protagonista invita al cavador a pasar un tiempo juntos en la playa. Allí se potencia su vulnerabilidad, porque nada vistiendo apenas un short, mientras el obrero lo mira desde la arena, con la pala disponible como potencial arma para lastimarlo. Así, se refuerza la sensación de que está bajo vigilancia y, de hecho, él se siente cada vez más intimidado por la mirada del obrero. Por otra parte, esta escena permite pensar, una vez más, que el cavador no es una persona sino un ser fantástico. Podría tratarse de un demonio, ya que se niega a meterse en el mar, y los demonios suelen repeler el agua. En sintonía, puede interpretarse que mira al cielo con frecuencia porque le teme a la lluvia. Pero también podríamos pensar que es un fantasma, ya que, al desaparecer de la playa, no deja huellas, como si fuera inmaterial y no tuviera peso.