"El cavador" es uno de los cuentos que integran la antología Pájaros en la boca, publicada por Schweblin en Buenos Aires en 2009. Se trata de unos quince relatos breves, aunque los títulos que componen el índice han variado levemente en distintas ediciones del libro. Como conjunto, estos relatos presentan elementos y temas recurrentes, por lo general relacionados con el género fantástico, con lo siniestro y con el terror, elementos que, por lo demás, dan cuenta del estilo literario de esta escritora célebre, que continúa produciendo cuentos y novelas. Como señala la crítica Lucía de Leone, las narrativas de la autora pertenecen a "un cosmos literario reconocible" (2009). Por lo tanto, recorrer algunos de los títulos más destacados de la antología permite comprender mejor la escritura de esta autora.
El primer cuento de la serie es "Irman". Dos hombres viajan por la ruta y se detienen en un parador. Uno es el narrador, el otro se llama Oliver; son amigos. Piden algo para comer al hombre que atiende el local, quien es muy bajo de estatura y resulta siniestro desde el comienzo. El calor es agobiante para todos. El hombre del bar les dice que no puede sacar las bebidas de la heladera. Entonces, Oliver debe internarse en la cocina para buscar las botellas. De inmediato, llama al narrador, que también se adentra allí. En este lugar encuentran a una mujer tirada en el piso con un cucharón en la mano. Piensan que está dormida. El hombre del parador les dice que cree que está muerta, pero no está seguro. Los protagonistas están horrorizados y quieren irse. Piensan que el hombre puede haber matado a su esposa. Repentinamente, Olivier comienza a darle órdenes, a insultarlo; está a punto de golpearlo y se roba la caja registradora. El otro los amenaza con un arma, y los protagonistas se escapan en el coche.
En "Bajo tierra", un hombre que maneja por la ruta se detiene en un parador. Allí se encuentra con otro hombre, que le cuenta historias a quien le pague una cerveza. El primero le compra una y, entonces, el segundo empieza a relatar. Cuenta una historia que sucede en un pequeño pueblo minero en el medio del campo. Un chico encuentra un bulto en la tierra y varios niños empiezan a cavar en esa zona hasta formar un pozo muy grande y profundo. Cavan sin parar durante varios días, y los adultos creen que están jugando, hasta que una noche todos los chicos del pueblo desaparecen repentinamente. Los padres los buscan en la zona del pozo, pero ya no hay ningún hoyo, sino unas tablas que bloquean la tierra, como si hubiera muertos enterrados dentro. Entonces, con desesperación, los adultos se ponen a cavar, pero no encuentran nada. Poco después, comienzan a escuchar ruidos que vienen desde abajo de las casas y vuelven a cavar, pero no encuentran nada. En este punto, el hombre del bar da fin a su historia. Al final, el protagonista ve que la piel de sus manos rígidas es oscura y gruesa. El contador de historias le dice que es minero y se va, internándose en el campo.
Otro cuento tan perturbador como potente es "Conservas", donde se narra la historia de una mujer que parece estar embarazada y tener dudas sobre sus deseos de convertirse en madre. Manuel, el hombre que vive con ella, y que sería el padre del bebé, la cuida, le da de comer y mantiene la casa limpia. La protagonista se pregunta cómo es posible que en el mundo haya recursos para resolver problemas muy complejos, pero no sea posible "un asunto tan trivial como un pequeño cambio en la organización de los hechos" (142). Los lectores entendemos que se refiere a la posibilidad de realizar un aborto. Buscando alternativas, conoce al doctor Weisman. Ella y Manuel van a una consulta; el doctor les indica un plan que implica cambiar la alimentación, hacer ejercicios de respiración, tomar medicamentos e, incluso, tareas que deben realizar los padres de ambos, quienes serían los abuelos del bebé. La protagonista afirma varias veces que la beba, a la que llama Teresita, se ha adelantado. Durante tres meses siguen el plan de Weisman, y su panza está cada vez menos hinchada. Finalmente, el doctor le entrega un frasco de conserva con un líquido transparente que ella debe guardar en la heladera. Al final, la mujer tiene náuseas y vomita, hasta que escupe por la boca algo del tamaño de una almendra. Con ayuda de Manuel, la colocan en el frasco de conserva.
El cuento "Pájaros en la boca" es uno de los primeros de la serie y le da título a la antología. Silvia y Martín, un hombre y una mujer que han estado casados y ahora se han divorciado, conversan sobre su hija Sara, una adolescente que tiene un grave problema. Ambos van a la casa donde la chica vive con su madre. Martín ve a su hija sana y fuerte; tiene el pelo brillante y las mejillas rosadas. Al hombre le sorprende ver una jaula en medio de la sala. Enseguida, Silvia trae un gorrión que ha atrapado en una caja de zapatos y lo coloca en la jaula. Entonces, Sara se levanta y agarra al gorrión; este chilla, y la niña se lo come. Martín, horrorizado, debe correr al baño para vomitar. Cuando sale, Sara está lista para irse con él; Silvia ha decidido que la chica viva con su padre. Ya en la casa, Martín le dice explícitamente "Comés pájaros vivos, Sara" (40). La niña le dice que sí, y agrega que, en realidad, él también come aves. Él piensa que debe internar a la niña en un psiquiátrico, pero no lo hace. Tras algunos días, Sara se encierra en su cuarto y pasa un tiempo sin comer. Martín se preocupa; la ve frágil y le compra un pájaro de criadero. Al final, escucha un nuevo chillido. Sara ha vuelto a comer pájaros vivos.
Los cuentos de Pájaros en la boca, pues, siempre presentan situaciones extrañas y siniestras en contextos que, al principio, parecen simples y cotidianos. Se concentran en temas como la maternidad y los vínculos familiares, las enfermedades, el uso de la violencia y la crueldad, la opresión de clase y de género, los cuestionamientos de lo animal y lo humano. Además, estas narraciones suelen transcurrir en atmósfera extrañas, donde la geografía y el espacio natural tienen una gran importancia. En ese sentido, aunque por lo general los textos no indican los nombres de estas ubicaciones geográficas, suelen remitir a distintas zonas del territorio argentino, como la pampa húmeda. Por otra parte, los ambientes por donde se mueven los personajes tienden a ser oscuros, herméticos y aislados, dejándolos como encerrados y desprotegidos ante posibles amenazas.
Es fundamental observar que estos cuentos tienen narradores muy diversos (pueden ser mujeres o varones, vivir en el campo o en la ciudad, ser ricos o pobres), pero siempre narran en primera persona. Desde el comienzo nos dicen que sienten miedo, incomodidad o desconfianza, y demuestran que necesitan mantenerse en alerta. Eventualmente, se ven forzados a hacer cosas que no les agradan o que les resultan amenazantes de alguna manera. Estos procedimientos narrativos hacen que los lectores nos encontremos sumergidos en la interioridad de los personajes y sintamos la tensión siniestra, el terror y el peligro como si los acompañáramos, como si estuviéramos nosotros también inmersos en el horror de esas situaciones. De ese modo, Schweblin construye historias de terror sumamente sofisticadas, potentes y perturbadoras.