El hombre que fue jueves

El hombre que fue jueves Resumen y Análisis Capítulos II-III

Resumen

Capítulo II: El secreto de Gabriel Syme

Syme y Gregory están sentados en la mesa del bar, conversan y piden comida. De pronto, la mesa comienza a girar y ellos descienden a un nivel subterráneo. Al descender, Gregory utiliza un santo y seña -Joseph Chamberlain- para que le permitan entrar. Entonces, le revela a Syme que se trata del escondite de una organización anarquista secreta de la que él mismo participa. Una más radical que otras, ya que busca derrocar no solo los gobiernos, sino también todas las convenciones. Syme le pregunta cómo es posible que, siendo parte de una organización clandestina, él hable abiertamente sobre ser un anarquista. Gregory le explica que se disfrazan de anarquistas para que nadie los tome en serio como una amenaza.

Syme, intrigado, pregunta sobre el jefe del grupo, y Gregory menciona a Domingo, un líder carismático y misterioso. Le cuenta que el Consejo Supremo de Anarquismo consta de siete miembros y que cada uno recibe el nombre de un día de la semana. Además, le dice que quien ocupaba el cargo de Jueves murió, por lo que ese mismo día la organización debe elegir un reemplazante. Gregory sabe que es el principal candidato y está emocionado por la elección. En ese momento, Syme le dice que él también tiene un secreto y le hace prometer que no le dirá nada a los anarquistas. Gregory acepta. Entonces, Syme revela que es un detective de la policía que ha estado investigando al grupo de anarquistas como agente encubierto. Gregory queda impactado por esta revelación.

La escena concluye con el sonido de pasos que se acercan, lo que hace callar a los hombres. Los anarquistas están llegando a la reunión.

Capítulo III: El hombre que fue Jueves

Antes de que lleguen el resto de los anarquistas, Gregory recupera la compostura y apunta con un revólver a Syme. Este le responde con calma y afirma que están en una situación en la que ninguno puede traicionar al otro, tras lo cual le propone un duelo intelectual entre ellos. Finalmente, la multitud de anarquistas entra en la habitación para comenzar la reunión.

El debate se centra en la elección de un nuevo Jueves para el Consejo Central Anarquista Europeo. Toma la palabra el camarada Buttons, quien lamenta la muerte del anterior Jueves y lo elogia. Luego da lugar a la candidatura de los reemplazantes. Un anciano propone a Gregory como próximo Jueves y otro adhiere a la propuesta. Toma la palabra Gregory y da un discurso conciliador, asustado por la presencia del policía encubierto. Todos lo abuchean. Entonces, Syme se opone y pronuncia un discurso en el que enfatiza su compromiso con el anarquismo radical y la necesidad de ser enemigos de la sociedad establecida. Todos lo ovacionan y lo proponen como candidato. A pesar de la oposición de Gregory, Syme es elegido como Jueves en una votación tumultuosa.

Después de la elección, Syme y Gregory intercambian palabras breves, pero tensas. Gregory lo acusa de ser un demonio. Syme, burlón, le agradece por cumplir su promesa de pasar una noche divertida y sube a un bote de vapor que lo espera.

Análisis

En los capítulos II y III se acentúa el tono jocoso a través del absurdo y la paradoja. Lo insólito de las situaciones genera un efecto cómico al tiempo que confirma al lector el hecho de que, en la novela que está leyendo, nada es lo que parece. Cuando Gregory conduce a Syme a la oscura taberna bajo la que se esconden los anarquistas, el sitio aparenta ser un lugar pobre y rudimentario; un lugar para el consumo de la clase trabajadora. Sin embargo, le sirven a Syme una langosta, champán y delicados postres. El procedimiento consiste en colocar una cosa -la comida lujosa- en un lugar donde no corresponde -un bar de los bajos fondos- para provocar la risa o el extrañamiento. Pero ese desplazamiento también anticipa el juego de paradojas que se va a profundizar hasta el límite del absurdo en la novela. Se introduce, por otra parte, la noción de disfraz, que será clave desde este punto en adelante.

El hecho de que los anarquistas tengan una vida de lujos sugiere una mirada crítica, señalando las contradicciones -a su manera, exagerada- de ciertos sectores de la vanguardia política y filosófica (como el anarquismo y el nihilismo). La paradoja, entonces, no es solo un procedimiento, sino un tema que plantea cuestionamientos filosóficos mucho más profundos: ¿es el anarquismo verdaderamente un movimiento popular o un privilegio de las élites? ¿Los filósofos y defensores del modernismo abogan por la humanidad o contra ella? Son estas las preguntas que rigen la trama y sobre las cuales regresa una y otra vez el argumento, ya sea a través de los intercambios de sus personajes, de las alegorías o del humor.

En cuanto al desarrollo de la trama, a partir del momento en que Syme desciende con Gregory al plano subterráneo de los anarquistas, se precipitan los giros argumentales -lo que se conoce comúnmente como plot twist en la teoría narrativa anglosajona- y la novela se torna un juego de enredos, engaños y falsas identidades. Gregory revela su participación en el Supremo Consejo de la Anarquía y, poco después, Syme revela su condición de infiltrado de la policía, disparando el conflicto y convirtiéndolos en antagonistas:

—¿No ve usted que los dos estamos en jaque? —continuó Syme—. Yo no puedo decir a la policía que usted es anarquista, y usted no puede decir a los anarquistas que yo soy policía. Lo único que puedo hacer, ya conociéndolo, es vigilarlo. Y usted, conociéndome, tampoco puede hacer conmigo otra cosa. Aquí se trata de un duelo intelectual y singular: mi cabeza contra la de usted (p. 41).

El “duelo” planteado así entre los dos personajes tiene un carácter lúdico y permite a los lectores ser espectadores de una prometedora y entretenida competencia entre dos mentes perspicaces y sarcásticas. De esta manera, la idea de juego está presente en todo el libro y, junto a la línea argumental conspirativa de la trama, ameniza la densidad de los planteamientos filosóficos que se proponen paralelamente. Además, la idea del desafío puramente intelectual puede leerse como una alusión a la propia novela: el autor advierte e invita a los lectores a adentrarse en la ficción como en un juego. La dinámica planteada homenajea a las clásicas novelas de detectives -al estilo de Sherlock Holmes- sólo que Chesterton invita a descubrir un sentido, más que un culpable. El enigma consiste en desentrañar las señales que, en El hombre que fue Jueves, aparecen bajo la forma de símbolos y alegorías.

El siguiente giro argumental, que sobreviene en el tercer capítulo, es el de la actuación de Syme frente al Consejo de los anarquistas. Como es habitual en esta novela, la realidad parece trastocada y todo se vuelve del revés: Gregory da un discurso humanista y cristiano y Syme un discurso anarquista y nihilista. Más allá de la explicación contextual -Gregory intenta matizar su discurso al saberse bajo el ojo de un agente y Syme procura convencer a los anarquistas para poder infiltrarse-, los discursos de cada personaje demuestran que, en el fondo, son intercambiables. En sus dichos, Gregory compara al movimiento anarquista con el cristianismo señalando la paradoja de la historia que los hermana:

¿Qué reputación moral tenían los cristianos de las Catacumbas? ¿Qué atrocidades no se contaban sobre sus crueldades entre los romanos de las clases más educadas? ¡Pues figuraos ahora (...) que estamos puntualmente repitiendo esa paradoja de la historia! ¡Se nos persigue como a los cristianos, porque somos tan inofensivos como ellos; y si como a ellos se nos toma por locos furiosos, es que somos, en el fondo, tan mansos como ellos! (p. 45).

El discurso de Syme, por su parte, lleva al extremo la idea del hombre como enemigo del hombre:

El camarada Gregory nos ha dicho, como pidiendo indulgencia, que no somos enemigos de la sociedad. Pero yo os digo que somos enemigos de la sociedad, y tanto peor para la sociedad. Somos enemigos de la sociedad, porque la sociedad es la enemiga de la Humanidad: su más antigua y despiadada enemiga (p. 47).

Vistos en contigüidad, ambos argumentos comparten fundamento: la historia es paradójica y la sociedad ha perseguido a quienes después ha convertido en sus mártires, ha transformado en próceres o santos a quiénes antes consideraba criminales. La disputa intelectual que se extiende de aquí en adelante versa en torno a este debate: la respuesta que debe dar la humanidad frente a todo aquello que amenaza con destruirla, aunque esa amenaza sea ella misma. Los dos caminos que se vislumbran, bajo la forma de una disparatada conspiración mundial, son el del nihilismo y la autodestrucción, por un lado, y el del autosacrificio y el amor cristiano, por el otro.

Por último, cabe destacar la profundización del mecanismo del disfraz llevado al paroxismo de la confusión de la propia identidad. La simulación se vuelve tan veraz que hace dudar acerca de la existencia de un sujeto original y real. El disfrazado que se convierte en su disfraz es un motivo que se repetirá hasta el final del mismo en que lo hace el no-disfraz, el disfrazarse de uno mismo. Este segundo es el caso de Gregory, que se hace pasar por anarquista para que no descubran que es anarquista. Como Joseph Chamberlain o como Lucifer, el ángel caído, todas las personas pueden ser una cosa y, al mismo tiempo, lo opuesto. Así, hacia el final de este capítulo, Gregory -anteriormente descrito por sus cabellos rojos y su rostro demoníaco- se describe como un mártir “en el éxtasis del dolor” y acusa a Syme de ser un “demonio” (p. 50.).

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