El paraíso perdido

El paraíso perdido Resumen y Análisis Libros X-XII

Libro X

Resumen

Dios les dice a los ángeles que custodian el Jardín del Edén que no podrían haber hecho nada para impedir que Satán y la humanidad tomaran su decisión: en cierto modo, estaba destinado a suceder. Luego envía a su Hijo para juzgar a Adán y Eva.

El Hijo de Dios los llama, y ellos, escondidos entre los arbustos, finalmente salen, pero en vez de alabarlo se encogen, avergonzados. Adán le dice que oyó su voz, pero que no acudió de inmediato por sentir vergüenza de estar desnudo. Confiesa haber comido el fruto del Árbol de la Ciencia, aunque culpa a Eva, la compañera que Dios le dio. Eva también admite su culpa, pero responsabiliza a la serpiente.

El Hijo, sentencioso pero compasivo, juzga primero a la serpiente: la condena a arrastrarse sobre su vientre y a comer polvo. Luego juzga a Eva: ahora sufrirá dolor en el parto y deberá ser sumisa a su marido, pero también anuncia que un descendiente de Eva aplastará la cabeza de la serpiente. Finalmente, juzga a Adán: trabajará con esfuerzo para obtener alimento de la Tierra y tanto él como su esposa conocerán la muerte. Después, el Hijo les confecciona vestiduras con piel de animal.

Mientras tanto, en las puertas del Infierno, Pecado, inspirada por el éxito de Satán sobre la Creación de Dios, conversa con su hijo, Muerte. Juntos construyen un puente entre el Infierno y la Tierra para facilitar el paso de los hombres hacia la condena y permitir que Pecado, Muerte y Satán invadan el mundo.

Satán regresa al Infierno y envía a Pecado y Muerte a reinar sobre la Tierra. Los ángeles caídos se reúnen en su templo para escuchar su relato. Satán les cuenta su triunfo, pero, en lugar de aclamaciones, recibe silbidos. Empieza a sentir que su cuerpo se transforma en una gigantesca serpiente y silba junto con ellos. Todos los ángeles caídos adoptan formas de serpientes, escorpiones y monstruos. Encuentran un árbol de frutos parecido al Árbol de la Ciencia. Comen de él, pero el sabor de los frutos es de ceniza.

Pecado y Muerte llegan a la Tierra. Muerte empieza su tarea sobre la naturaleza, primero en las plantas y luego en los animales, mientras Pecado se concentra en los hombres. Dios altera las leyes de la naturaleza: ya no habrá luz y orden constantes. Ordena a los ángeles inclinar el eje de la Tierra, dando origen a las estaciones. El hombre deberá ahora luchar contra la naturaleza, en lugar de convivir en armonía con ella.

Adán se lamenta por su caída y rechaza a Eva. Ella, desesperada, piensa en suicidarse. Adán, entonces, se ablanda y reconoce que su castigo podría haber sido peor: aún están con vida y juntos. Ambos dirigen sus plegarias a Dios, pidiendo perdón y alabándolo de nuevo.

Análisis

El paraíso perdido comienza con la caída de Satán y concluye con la caída del Hombre. Este motivo de la caída es central en el poema y se repite a lo largo de la obra en múltiples niveles, y siempre a través del alejamiento de la bondad, la gracia y la luz de Dios. Podemos establecer paralelismos entre estas caídas comparando las causas de la transgresión, los castigos recibidos y las reacciones posteriores.

Aquí, podemos contrastar el modo en que Adán y Eva afrontan su caída con la actitud que tiene Satán al ser expulsado del Cielo. Cuando logran apaciguar el enojo y el remordimiento por su caída, Adán y Eva deciden reanudar lo que hacían antes de haber pecado: alabar a Dios. Piden perdón, conscientes de que su naturaleza ha cambiado para siempre y que no pueden regresar al estado anterior, pero aun así ruegan ser restaurados a la bondad. También tratan de consolarse viendo que aún están vivos y juntos. Esta reacción contrasta con la de Satán y los ángeles caídos: también él siente un remordimiento inicial y, mientras se encuentra en el Jardín del Edén, llega a añorar su antigua forma y su vida pasada. Pero ese arrepentimiento se transforma en rabia y amargura, y lo impulsa a corromper con mayor entusiasmo. Por eso, la relación de Dios con la humanidad caída será distinta de la que mantiene con el rebelde Satán. Dios permanece abierto al regreso del Hombre junto con él, aunque no sin haber padecido el castigo de tener que vivir en lucha con la Naturaleza y sufriendo adversidades. El Hombre sigue siendo la creación predilecta de Dios, cuyo destino final es reunirse junto a su creador en el Cielo. Satán, en cambio, será para siempre expulsado de la luz divina. Cuando relata en asamblea lo que ha hecho con el Hombre, Dios llega y lo castiga junto con su séquito convirtiéndolos en monstruos y serpientes. Este castigo adopta la forma de una réplica invertida al pecado cometido: intentan comer un fruto como el del Árbol de la Ciencia, pero solo “ásperas cenizas [mastican]” (470). Más adelante, sus hijos, Pecado y Muerte, serán vencidos con el sacrificio de Cristo, y en el final de los tiempos el Mal dejará de existir (aunque Milton evita explayarse en detalles escatológicos).

En un gesto crítico de la política de su tiempo, Milton denomina a la tarea de hacer un puente que una el Infierno y la Tierra un “arte milagroso […] Pontifica” (457). El término “pontifica” alude al papa, el pontífice o “puente” entre Dios y el Hombre. La ironía es evidente: para Milton –un protestante que ve al papa como un anticristo–, el Sumo Pontífice y la Iglesia católica son un camino para llegar al Infierno.

Libro XI

Resumen

El Hijo de Dios escucha las oraciones de arrepentimiento de Adán y Eva y las presenta ante su padre, preguntándole si esas súplicas no resultan ahora más dulces, al provenir de criaturas que conocen la diferencia entre el Bien y el Mal. Dios asiente y decide suavizar su castigo. Sin embargo, decreta que la humanidad no puede seguir viviendo en el Paraíso. Convoca entonces un concilio celestial y le ordena al arcángel Miguel descender al Edén con un escuadrón de querubines para expulsar a Adán y Eva.

Al despertar, Adán siente que quizás no todo está perdido. Pero pronto él y Eva ven descender a Miguel desde el Cielo y se llenan de temor. El arcángel se aproxima y les anuncia que deben abandonar el Edén. Adán lamenta la pérdida, sobre todo porque significa estar lejos de Dios. Miguel le responde que Dios está en todas partes, incluso fuera del Paraíso.

Luego, conduce a Adán a la cima de una colina para mostrarle lo que sucederá con él y con su descendencia hasta el Gran Diluvio. Le revela cómo la corrupción se propagará entre los hombres a causa de su pecado original, relatándole la historia de Caín y Abel y el nacimiento de la violencia. También le muestra las otras formas en que los hombres conocerán la muerte: fuego, inundaciones, hambre, malos alimentos y una larga lista de enfermedades. Adán pregunta cómo puede el Hombre alcanzar la Muerte de una forma menos terrible. Miguel responde que podrá morir en paz llegando a lo que se llama “vejez”, evitando “la demasía” y rigiéndose con “templanza” (526). Luego continúa su relato con las historias de los descendientes de Caín, del profeta Enoc, y de Noé y el Diluvio.

Análisis

El libro XI marca el inicio de la sección profética del poema, en la que se ve el destino futuro de la humanidad. Varios críticos han sostenido que Milton sugiere que, tras la caída, la humanidad quedó en una posición más favorable ante Dios y ante sí misma. El inicio de este libro refuerza esa idea: las oraciones de Adán y Eva son ahora más dulces precisamente porque nacen de la libre elección del Bien. Esto es lo que sostiene el Hijo ante Dios:

Frutos de sabor más dulce —tu semilla puesta
En el corazón de Adán contrito— que esos
Que su mano, cultivando todas las florestas
Del Edén pudiera haber cobrado, antes de caer
De la inocencia…
(500)

Antes del pecado, en el Jardín del Edén, todo lo que Adán y Eva hacían era justo y ordenado. Su única opción real, así, era no comer del Árbol de la Ciencia. Después de la Caída, el universo se les abre y descubren que pueden dejarse dominar por sus impulsos animales o elegir resistirlos. Su decisión de arrepentirse y volver a alabar a Dios, además, pone fin al conflicto que los enemistaba. Desde esta perspectiva, la caída no solo era necesaria, sino también feliz o afortunada, porque permitió que el amor y la alabanza a Dios se volvieran actos más valiosos por porvenir de la libertad. Además, la idea teológica de la “caída feliz” o felix culpa significa que la trasgresión de Adán y Eva condujo a un acto positivo: la redención a través de Cristo. En la última parte del poema, aparece varias veces la palabra “semilla” para aludir a la descendencia de Eva, de la cual nacerá el Hijo en la Tierra –Cristo–, quien destruirá a Satán, Muerte y Pecado. En este sentido, la caída del Hombre hace posible su redención.

La cuestión que surge, sin embargo, es si el Hombre estaba destinado a caer, y más aún, si Satán también lo estaba. Para Milton, Dios sabía desde el principio que el Hombre caería; se lo había dicho a su Hijo antes de que ocurriera. Asimismo, Satán acusa a Dios de haberlo creado con una naturaleza inclinada al orgullo y, por tanto, destinada a la caída. Pero la idea de la “culpa feliz” atenúa esa acusación: Dios habría predestinado la desobediencia de Adán y Eva para manifestar su amor a la humanidad mediante el sacrificio de su Hijo.

Esto abre un dilema central: si Adán, Eva y Satán estaban predestinados a caer, ¿está la humanidad también predestinada a actuar conforme a la voluntad de Dios?Milton había declarado, al inicio del poema, que su propósito era justificar los designios de Dios ante los hombres. En este punto, se advierte que no solo pretendía narrar o explicar, sino ofrecer una verdadera justificación teológica de los actos divinos. La pregunta que queda abierta es si ese Dios es efectivamente justo o si, como sostiene Satán, es un tirano omnipresente. En el contexto de la época, esta tensión refleja el debate entre los calvinistas, que creían en la predestinación, y la Iglesia católica, que sostenía la existencia del libre albedrío como elección constante entre el Bien y el Mal. En El paraíso perdido, Milton parece tomar un camino intermedio entre ambos extremos.

El relato del arcángel Miguel sobre el destino de la humanidad se desarrolla a través de una vista en una montaña elevada, en la que Adán contempla, en imágenes dramatizadas, “Las consecuencias de su crimen primordial” (520). Adán presencia eventos trágicos, como el asesinato de Abel por Caín y la degeneración moral de su descendencia a través de diferentes episodios bíblicos. Finalmente, Miguel le muestra la devastación total del Diluvio Universal, un espectáculo que ahoga a Adán “de lágrimas diluvio y de tristeza (...)” (538). No obstante, el libro concluye con la esperanza de la nueva alianza de Dios con la humanidad de Noé, lo que prepara a Adán para soportar su destino. Como mencionamos anteriormente, este mensaje no es oído por Eva, puesto que solo al Hombre le está destinado ese contacto más directo con lo divino.

Libro XII

Resumen

Miguel continúa su relato de la historia de la humanidad, que abarca, en esencia, todo el Antiguo Testamento. Cuenta la historia de Nimrod y su deseo de ser superior a todos los hombres y a Dios, lo que lo lleva a construir la Torre de Babel. Luego narra cómo Dios eligió a una nación, Israel, como el pueblo elegido, y describe la genealogía que va desde Abraham hasta José, Moisés y Josué, quien finalmente conduce al pueblo hacia la Tierra Prometida. Relata también el reinado de David, y describe el Templo de Salomón y el exilio del pueblo hebreo en Babilonia.

Por último, Miguel anuncia la llegada del Mesías ungido, que vencerá la Muerte y reparará la falta de Adán. El Hijo ascenderá al Cielo dejando abierta la posibilidad de que todos los hombres sigan ese camino si respetan la ley divina. Adán se regocija al saber que el Hijo de Dios nacerá de su semilla, pero pregunta cómo vencerá la Muerte; Miguel le responde: “Tu castigo él sufrirá / Descendiendo de los Cielos a la carne, / A una vida de reproches y una muerte maldecida” (556-557).

Miguel concluye su relato exhortando a Adán a poner en práctica el conocimiento que ha recibido, añadiendo virtud, paciencia, templanza y amor a su vida. Entonces le dice: “no lamentarás, haciéndolo, / Dejar atrás el Paraíso, puesto que tendrás / Un Paraíso en tu interior, y mucho más dichoso” (575-576). El arcángel toma de la mano a Adán y a Eva y los conduce fuera del Jardín del Edén. Luego, el primer Hombre y la primera Mujer se toman de la mano y siguen una senda solitaria e incierta.

Análisis

El Libro XII concluye el extenso poema de El paraíso perdido con el final del relato de Miguel, que completa la instrucción histórica de Adán antes de su inminente expulsión, junto con Eva, del Edén. Mientras Miguel recita la historia de la humanidad en forma de relato bíblico, presenciamos las reacciones de Adán ante el relato. Él sufre al saber que los hombres decepcionarán a Dios una y otra vez a causa de su pecado. La narración funciona, de este modo, como un castigo pedagógico: Adán contempla las consecuencias de su caída y la propagación del Mal que ha introducido en el mundo.

Sin embargo, el relato de Miguel también contiene esperanza: en él, aparecen figuras justas y heroicas –como Enoc, Noé, Abraham, David, Josué– que devuelven a la humanidad al camino de la voluntad divina. La historia culmina con Cristo, redentor absoluto, y su resurrección final. En ese cierre, Adán halla consuelo: comprende que la caída no solo era necesaria, sino que, paradójicamente, manifiesta la gloria y la bondad de Dios con más intensidad que la propia creación. El poder divino de convertir el Mal en Bien, al redimir al Hombre mediante el sacrificio de Cristo, es un acto más sublime que separar la luz de las tinieblas.

Pero la narración de Miguel no busca solo inspirar culpa o alivio, sino que expresa esa tensión entre la caída y el ascenso, la libertad y la servidumbre, la razón y el apetito animal que atraviesa todo el poema. La historia de la humanidad es una sucesión de caídas y regresos, de alejamiento y reconciliación con Dios, como en la Torre de Babel –cuando los hombres, movidos por la soberbia, intentan alcanzar el cielo y son dispersados por la confusión de las lenguas– o en el retorno a la fe a través de los profetas, esos mensajeros que, en distintas épocas, convocan al pueblo a recordar la alianza y volver al camino divino.

El poema concluye con una imagen profundamente humana y ambigua: Adán y Eva, tomados de la mano, caminan hacia un mundo desconocido. Hay pérdida y dolor, pero también redención y esperanza. Esa escena final resume el destino de toda la humanidad: vivir fuera del Paraíso, pero con la posibilidad de llevar uno dentro de sí. Así, Milton equilibra la corrupción del Hombre con la promesa de la vida eterna, ofreciendo una grandiosa epopeya cristiana de la condición humana.