El paraíso perdido

El paraíso perdido Temas

La desobediencia

Uno de los temas centrales de El paraíso perdido –al igual que del texto bíblico en el que se inspira, el Génesis– es la desobediencia, en particular la del ser humano frente a los mandatos de Dios.

La primera gran desobediencia es la rebelión angelical encabezada por Satán, quien se niega a reconocer la superioridad del Hijo de Dios y, por ello, es desterrado al Infierno. Luego, adoptando la forma de la Serpiente, Satán tienta a Eva, que había sido advertida junto a Adán de no comer del Árbol de la Ciencia. La transgresión de Eva a esta orden –y más tarde, la de Adán– provoca lo que se conoce como “la caída”, que se trata del comienzo del pecado original, es decir, la pérdida de la pureza y la separación definitiva del ser humano respecto de Dios. A partir de ese acto surgen nuevas experiencias propias de la condición humana, como la vergüenza y el sufrimiento.

Los designios de Dios

El propósito central de El paraíso perdido es “vindicar la Providencia eterna / y los caminos del Señor justificar ante los hombres” (26), según anuncia Milton al comienzo del poema. Esto implica defender la justicia divina frente al problema del Mal, manteniendo el equilibrio entre la omnipotencia y la bondad de Dios. De este modo, la obra ofrece una extensa explicación del Dios severo del Antiguo Testamento y de su benevolencia definitiva en el Nuevo, donde el Hijo se ofrece como redentor voluntario y cumple con la misericordiosa finalidad del plan divino.

Milton escribe en un contexto de intensa agitación teológica y política: tras el fracaso de la Revolución puritana y la restauración de la monarquía en 1660, Inglaterra atraviesa una crisis espiritual, marcada por las tensiones entre las distintas ramas del protestantismo y el retorno de valores monárquicos y episcopales. En ese escenario, El paraíso perdido funciona como un gran manifiesto de la fe cristiana reformada, que le recuerda a la sociedad inglesa de la primera modernidad la importancia de conservar una fe constante e inquebrantable en Dios.

El problema del Mal y el sufrimiento

Una de las cuestiones centrales del poema es cómo puede coexistir un Dios omnipotente y completamente bueno con la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo. A través de la figura de Satán, Milton explora esta tensión: el rebelde se pregunta si Dios lo creó con una naturaleza corrompible y, en ese razonamiento torcido, lo acusa de haber permitido su caída, trasladando parte de la culpa hacia el creador. Su enojo, sus dudas y su dolor por la condición caída generan un efecto complejo en el lector, que llega a empatizar parcialmente con él porque el poema muestra desde adentro el sufrimiento que lo constituye.

A esto se suma la existencia del Infierno –espacio donde el tormento aparece amplificado de manera casi hiperbólica– y el relato del arcángel Miguel sobre el futuro de la humanidad, cargado de padecimientos como consecuencia del pecado original.

De este modo, el poema invita a reflexionar sobre cómo se articula la justicia divina con la presencia inevitable del Mal y del dolor, planteando un desafío intelectual que atraviesa toda la obra.

Amor y sexualidad

A pesar de su marco cristiano –o quizás precisamente por él–, El paraíso perdido concede una profunda relevancia al amor y, en particular, a la unión sexual a lo largo de sus primeros seis cantos. Parte de la dicha de Adán y Eva en el Edén reside en su vida sexual perfecta, libre y plenamente placentera. En este sentido, la unión física y amorosa no constituye la causa del pecado original, sino un componente esencial del Paraíso. Más adelante, el poema alude también a las uniones sexuales de los ángeles en el cielo, descritas ante Adán y Eva como algo tan sublime que sus mentes humanas no podrían comprenderlo. El sexo, despojado de vergüenza o de luchas de poder, aparece así como un rasgo distintivo de la existencia anterior a la caída. Sin embargo, tras desobedecer a Dios, la vida sexual de Adán y Eva se transforma en lujuria, reproche, desafío y resentimiento mutuo. Aun así, el poema recupera la potencia del vínculo nupcial: el amor que los une les permite enfrentar juntos la expulsión y hallar, en su interior, el paraíso perdido.

La búsqueda de conocimiento

El poema indaga en el anhelo humano de ir más allá de los límites que le han sido impuestos y en el deseo de acceder a un tipo de conocimiento que promete elevar, liberar o transformar, pero que también puede destruir.

Milton articula este tema a través de la tentación que Satán dirige a Eva con el fruto del Árbol de la Ciencia, una promesa de grandeza –convertirse en dioses– que finalmente se revela como una puerta hacia la caída. La seducción se sostiene en la idea de que la prohibición divina es arbitraria y de que conocer implica expandir la propia naturaleza. Sin embargo, la transgresión no conduce a la iluminación esperada, sino a un conocimiento doloroso, marcado por la pérdida del Paraíso y por la conciencia del mal.

El paraíso perdido se inscribe así en una larga tradición literaria donde el saber prohibido aparece simultáneamente como motor de progreso y como origen de tragedia, lo que plantea un interrogante sobre el valor y el costo del conocimiento.

La política inglesa

Si bien El paraíso perdido puede leerse como un texto eminentemente cristiano, el trasfondo político de Milton introduce una dimensión más compleja en su interpretación. Cuando el poeta compone su obra, Carlos I había sido ejecutado en 1649 y, tras la Restauración de 1660, la monarquía había regresado a Inglaterra, poniendo fin al gobierno de la Commonwealth.

Milton, partidario de una monarquía mixta y opositor declarado del poder absoluto, había sido un ferviente defensor del régimen republicano durante la Guerra Civil inglesa. En su visión, la única autoridad con poder absoluto es Dios, y quienes pretenden arrogarse ese poder en la tierra no son más que impostores despóticos, como Satán, que encarna la figura del monarca absoluto que Milton condena. Por ello, muchos lectores interpretan El paraíso perdido como una profunda reflexión política, en la que el poeta asocia la idea del poder absoluto terrenal con el narcisismo y la capacidad de persuasión de Satán.

La libertad

La libertad es uno de los temas centrales de El paraíso perdido, tanto en el plano teológico como en el político. Dios crea a los ángeles y a los hombres dotados de libre albedrío, capaces de obedecer o de desobedecer, porque solo una voluntad autónoma puede tener verdadero valor moral. Así, la caída no es culpa de Dios, sino del hombre que elige alejarse de él. Satán, en cambio, se proclama defensor de la libertad individual frente a la supuesta tiranía divina, pero su rebeldía termina revelándose como una forma de esclavitud al orgullo y la ambición.

Esta contradicción refleja también las ideas políticas de Milton, opositor del poder absoluto y defensor de la libertad republicana. En su poema, incluso la elección del verso blanco, que no está atado a la rima, simboliza esa independencia, mientras que la pérdida de la razón y la desobediencia de los personajes marcan el comienzo de la servidumbre, tanto espiritual como terrenal.