Resumen
Capítulo 1: La puerta de la cárcel
El capítulo comienza con la imagen de una gran multitud de hombres de sombreros puntiagudos y mujeres de capucha reunidos a la expectativa frente a la prisión de Boston en Cornhill. La cárcel de madera, envejecida y mohosa, tiene un aspecto sombrío.
La maleza invade los alrededores de la prisión pero, al costado del portal, casi en el umbral, crece una rosa silvestre. El narrador hace una analogía entre el umbral de la cárcel y el del relato, y recoge una rosa para regalarle al lector y simbolizar el capullo moral que este encontrará a lo largo del camino, o para aliviar el cierre de una historia sobre la fragilidad humana.
Capítulo 2: La plaza del mercado
Una mañana de verano, una multitud se congrega frente a la puerta de la cárcel. Las mujeres susurran entre ellas y piden el peor castigo, incluso la muerte, para Hester Prynne. En el cadalso, en palabras del narrador, la comprensión es lo último que puede esperar un transgresor. En este caso, Hester Prynne está acusada y está siendo castigada por haber cometido adulterio.
Cuando se abren las puertas de la cárcel emergen el alguacil y la joven acusada, con una beba de tres meses en brazos. Hester Prynne tiene un impulso, al ver a la multitud, de ocultar con su beba el símbolo que lleva cosido al pecho, pero se da cuenta de que no tiene sentido tapar una vergüenza con otra. Mira sonrojada a sus vecinos, pero también sonríe, altiva y firme. Las mujeres comentan lo hábil que es con la aguja. Hester es una gran costurera y, a pesar de la situación, lleva un vestido muy bello y la letra “A” que lleva cosida en el pecho está bordada con esmero. El narrador compara su imagen con la de una virgen.
Hester camina hacia el lugar de su castigo. Debe permanecer de pie exhibiendo el símbolo en su pecho durante tres horas en una plataforma en el mercado. Luego, llevará el símbolo para siempre. Hester recuerda a su padre y a su madre, así como el rostro de un hombre mayor, levemente deforme, con un hombro más elevado que el otro. Por este hombre, un erudito, Hester se encuentra en el Nuevo Mundo.
Capítulo 3: El reconocimiento
Hester deja de pensar en la severidad de la mirada de la multitud cuando distingue, entre ellos, a un indio y un europeo a su lado, en un atuendo que mezcla ropas de la civilización con ropas salvajes. Pequeño, con arrugas en el rostro, el hombre tiene un hombro más elevado que otro. Con una expresión de horror momentánea que luego logra disimular, se acerca a Hester. Ella lo ve y él le hace una seña de que mantenga silencio.
El recién llegado se informa sobre lo sucedido. Un hombre le comenta que Hester es esposa de un inglés que la envió en un barco a Massachusetts para luego viajar él. Pero de esto ya hace dos años, en los que nada supo la mujer castigada sobre su esposo. Lo demás lo puede deducir el forastero, ya que ella carga un bebé en brazos de unos tres o cuatro meses.
Observando la escena, desde un balcón, se encuentran el gobernador Bellingham con su guardia personal y el reverendo John Wilson, que increpa a Hester. También se encuentra el ministro Dimmesdale, que es el clérigo de la congregación a la que pertenece la joven, y el encargado de hablarle directamente.
El reverendo Wilson intenta persuadir a Dimmesdale para que presione a Hester, porque falta saber quién es el padre de la niña. A pesar de la impaciencia del reverendo Wilson y las palabras de Dimmesdale, Hester se niega a revelar la identidad de su amante. Mirando a los ojos a Dimmesdale, dice que ella soportará el sufrimiento de ambos.
Capítulo 4: La conversación
Hester pasa los días siguientes muy alterada, al igual que Pearl, la beba. El guardián entra a la celda seguido de un médico. Este profesional no es otro que el singular forastero, Roger Chillingworth, marido de Hester. Chillingworth pide al guardia que los deje solos. Les da a ambas una poción tranquilizante. Hester en un principio desconfía, pero la bebe.
Ya más calmada ella, ambos conversan. Él es comprensivo; sabe que ella era demasiado joven cuando se casaron, que ella no lo amaba y que, durante dos años, no se comunicó con su esposa. Le dice que ambos se han agraviado mutuamente, pero que hay un hombre que ha agraviado a ambos y quiere saber quién es. Hester se niega, también, a dar este nombre a Chillingworth.
El marido, entonces, le hace prometer a Hester que nunca revelará su verdadera identidad. Quiere aprovechar el hecho de que nadie allí lo conoce y empezar nuevamente su vida. Aun así, le promete a Hester que averiguará por sus propios medios quién es el padre de Pearl.
Análisis
Ya desde el capítulo 1, la prisión se presenta como un espacio que exhibe en sí mismo la implacable severidad de la ley puritana: oxidada y vieja, pero fuerte, como la pesada puerta de roble. La tradición (la antigüedad) y la obsolescencia (el óxido) son para el narrador evidentes. La ley puritana no se ha sabido mantener a ritmo con los cambios en la sociedad, pero permanece, como la puerta, bien cerrada y sujeta con puntas de hierro.
Es importante darle un contexto a este momento del puritanismo en Nueva Inglaterra. Para los puritanos, las colonias inglesas en América se presentaban como una oportunidad de ejercer libremente sus creencias. Ya la Ley de tolerancia en Gran Bretaña implicaba esta posibilidad, pero allí los puritanos habían quedado completamente separados de la iglesia anglicana (recordemos que los puritanos pretendían, como su nombre lo dice, purificar la iglesia anglicana; no ocupar un lugar subalterno) y nada les garantizaba que con un cambio de gobierno no se recrudecería la persecución contra ellos, cosa que efectivamente sucedió. Por ende, la migración a América resultaba prometedora, un “comenzar de cero”. Para los años en los que transcurre La letra escarlata nos encontramos en el auge de las creencias puritanas en Nueva Inglaterra. Los puritanos creen que todo lo que ocurre a su alrededor, como la apertura de esta posibilidad de migrar a América, es parte del plan de Dios, y que Dios es la única forma de salvación personal. Las prácticas religiosas de la Iglesia Católica deben ser dejadas atrás, y los únicos ritos que deben llevarse a cabo en las iglesias son los descritos por el Antiguo Testamento.
Volviendo a los puritanos dentro de La letra escarlata, el narrador menciona a Ann Hutchinson. Dice que tal vez bajo sus pasos brotó el rosal que se encuentra a un lado de la puerta de la cárcel. Hutchinson fue una puritana inglesa desterrada de Massachusetts por sus críticas a los mismos puritanos. A partir de aquí sabemos que el rosal está de nuestro lado: símbolo de resistencia contra la rigidez de un sistema opresivo, encarna la belleza, la piedad y la amabilidad. A su vez, se vincula el rosal con el pasado agreste de la zona donde está emplazada Boston. Su presencia es un remanente de ese mundo natural que antecede la llegada de la rígida ley puritana. El rosal también es una señal que podemos recoger más adelante en la historia, ya que el bosque que rodea Boston es un espacio muy significativo en la historia. La naturaleza, como sucede con el rosal, se muestra mucho más misericordiosa que la comunidad de seres humanos.
Así como Hester ha dado a luz, el rosal se encuentra en flor. El hecho de que la rosa servirá en un futuro como un dulce "capullo moral" en la historia nos hace pensar en la presencia de Pearl, la beba de Hester. Volveremos sobre este paralelismo sutil más adelante, pero retengamos el hecho de que la moral puritana será uno de los asuntos fuertes de esta novela.
En el capítulo 2 aparece finalmente la letra escarlata bordada en el vestido de Hester: “En el pecho del vestido lucía una letra A de tela fina y roja, rodeada de un intrincado bordado y vistosos adornos de hilos de oro. Estaba hecha con tanto arte y delicadeza que parecía un adorno adecuado para su atuendo, cuyo esplendor era típico de la época pero superaba en mucho lo que era permitido por las leyes suntuarias de la corona” (p.51). Hester se apropia del símbolo de la vergüenza y lo convierte en una especie de símbolo de resistencia. Asimismo, aún cuando la angustia es grande, ella mantiene una leve sonrisa y la frente en alto sobre el cadalso. Estos gestos irritan al público y, sobre todo, a las mujeres que asisten a su vergüenza.
Aquí cabe destacar qué implicancias tiene que La letra escarlata comience in medias res. La historia que se narra es lineal, pero la narración puede tener diversos modos de desplegarse, es decir, puede comenzar por el final, por el principio o por el medio, como es el caso de La letra escarlata. Al comenzar la narración en medio de la historia, una de las implicancias es que no conocemos en profundidad el vínculo que une a Roger Chillingworth con Hester, más allá de su matrimonio, ni las razones que lo mantuvieron apartado, o los pormenores del romance de Hester con su amante. Este vacío de información genera un gran suspenso narrativo. No sabemos qué quiere Chillingworth, cuánto sabe, el por qué de sus extrañas vestimentas o la compañía del indio. Tampoco sabemos quién es el amante de Hester, ni las condiciones en que se dio este vínculo.
Por otro lado, hay una diferencia entre el registro de la introducción y estos primeros cuatro capítulos. En la introducción, la Aduana se mostraba como un lugar frío y racional. A pesar de que las descripciones del narrador son poéticas, apuntan a un detalle minucioso de un conjunto de personas que funcionan como una maquinaria, tal vez vieja y oxidada, como el sistema de leyes puritano, pero maquinaria al fin. En estos cuatro capítulos, a través de la imagen de la rosa, de las pasiones que despierta el caso de adulterio y de las primeras descripciones de Hester, se abre el camino a una contemplación del corazón.
En su paso por Bowdoin, Hawthorne tuvo como profesor a uno de los fundadores de la psicología estadounidense, Thomas Cogswell Upham. Una de las teorías desplegadas en sus clases cautivó al joven escritor: la psicología de la cabeza y el corazón, por la cual la emoción y la pasión estarían representadas por el corazón, y la razón por la cabeza. Según esta doctrina, si un elemento se superpone al otro el hombre se aísla, se encuentra incompleto. El egoísmo o el orgullo son exaltaciones de la razón; conducen a un aislamiento especulativo propio del científico falto de pasión. Los celos, la ira y la venganza, por su parte, son propias de la exaltación emocional. El corazón, muchas veces, y como sucederá en La letra escarlata, puede ser agente de redención.
Recordemos, como un sutil guiño a estas ideas, la escena en que Chillingworth interroga a Hester en el capítulo 4 y le dice que averiguará él mismo el nombre del amante: “Los ojos del arrugado estudioso brillaron con tal intensidad que Hester Prynne se llevó la mano al corazón, temiendo que allí él leyera el secreto” (p.70). Este gesto también lo tiene el reverendo Dimmesdale en el capítulo anterior: “¡Se niega a hablar! -murmuró Dimmesdale, que había aguardado la respuesta inclinado sobre el balcón, con la mano en el corazón” (p.64). Este gesto del reverendo, al igual que toda la escena narrada en el capítulo 3, cobra otro valor con el correr de los capítulos; es importante retenerlo en la memoria.
Por último, no está de más un breve comentario con respecto al género literario del que participa La letra escarlata. Hawthorne prefiere, al referirse a sus novelas, hablar de "romance", es decir, a lo que en inglés se llama romance en oposición a la tradicional novela, y se diferencian en el hecho de que el romance no se ocupa del curso probable, común o posible de la experiencia. Este género no imita la naturaleza, sino que revela una verdad del corazón humano. El suyo es un territorio neutral donde la realidad y la imaginación se juntan y retroalimentan. Esto emparenta al romance, por momentos, al género fantástico, como veremos más adelante.