Resumen
Capítulo 21: Día de fiesta en Nueva Inglaterra
Hester y Pearl se dirigen hacia el mercado; es el día en que el nuevo gobernador asume sus funciones. A pesar de ser día de fiesta, Hester usa el mismo vestido gris que ha usado durante los últimos siete años. Hay que prestar mucha atención para ver en su expresión algo diferente con respecto al día anterior. Sin embargo, su pecho se agita. Por su parte, Pearl hace muchas preguntas con respecto al reverendo. Lo llama “hombre extraño y triste”.
En esta época festiva del año, los puritanos se permiten la cantidad de alegría mínima permisible para la debilidad humana. Incluso es aceptable que algunos abandonen sus labores ese día.
Un grupo de marineros y el capitán de barco se encuentran por esos días en la ciudad. El último viste un atuendo muy colorido que solo puede permitirse por tratarse de un capitán; recordemos que las leyes puritanas son muy estrictas con respecto a la apariencia. Por el rango del hombre de mar y por ser día festivo, los ancianos no ven con malos ojos que el respetado médico Roger Chillingworth se acerque a conversar con él.
Luego de este encuentro, el capitán se acerca a Hester Prynne y le comenta que compartirá el camarote con ella, Pearl y Dimmesdale. Ella, aterrada, mira hacia donde está Roger Chillinworth. Él le sonríe a lo lejos de un modo que a Hester le provoca escalofríos.
Capítulo 22: La procesión
Antes de que Hester pueda asimilar lo que acaba de suceder, comienza a oír el son de una música militar. Un gran desfile de soldados y magistrados recorre el pueblo. Al final de la procesión, el reverendo Dimmesdale parece tener más energía que nunca. Pearl lo observa y le comenta a su madre que quiere pedirle que la bese a plena luz del día. Nerviosa, Hester le pide que se calle.
La señora Hibbins se aproxima a ambas y le dice a Hester que sabe que ella y el reverendo se conocieron en el bosque; Dimmesdale tiene la marca del pecado. El Hombre Negro no ve con aprobación, según la señora Hibbins, que uno de sus pecadores se oculte. También le dice a Pearl que ella es del linaje del Príncipe del Aire, y que pronto sabrá todo lo que tiene que saber. Luego de lanzar una risa estridente, se marcha.
Hester permanece helada al pie de la plataforma, como una estatua. Solo la voz del ministro la retiene allí. Mientras tanto, el capitán le transmite un mensaje secreto a Pearl para que se lo comunique a su madre, de parte del médico Chillingworth: este se compromete a llevar en el barco a su amigo; Hester solo debe preocuparse por ella y su hija. Pearl corre a su madre y le comunica el mensaje.
El corazón de Hester se oprime por este mensaje. A la vez, debe enfrentar otra situación. Debido a los días festivos, la ciudad se llena de forasteros que, conociendo la historia de la mujer con la letra escarlata, ahora la rodean con curiosidad, junto con la gente de Boston, que reaviva su interés por Hester.
Capítulo 23: La revelación de la letra escarlata
La voz elocuente del ministro calla y la gente parece salir de un trance en el que se sumergió durante el discurso. El sermón es todo un éxito pero, a pesar de las felicitaciones, el reverendo comienza a caminar hacia el cadalso. Su expresión es cadavérica cuando llega junto a Hester y Pearl, rodeadas de curiosos, y las llama. Pearl corre hacia él y le abraza las rodillas.
Chillingworth se acerca corriendo, le grita que deje a esa mujer y esa niña, que no sea demente. Pero el clérigo llama a la madre y la hija para que suban con él al cadalso. Ni los magistrados ni la gente alrededor dan crédito a sus ojos. No pueden aceptar la explicación más evidente del asunto, que estuvo siempre al alcance de la mano.
Dimmesdale se desnuda el pecho mientras revela su carácter de pecador. El público se horroriza y el reverendo se desploma sobre la plataforma. Llama a Pearl y le pide que lo bese. La niña lo besa y parece como si un hechizo se hubiera roto: se despierta en Pearl la compasión. Concluye su misión de mensajera del dolor para Hester. Finalmente, Dimmesdale muere sobre el cadalso.
Capítulo 24: Conclusión
Los habitantes de Boston no pueden ponerse de acuerdo sobre qué fue exactamente lo que vieron. Algunos ansiosos por cuidar la reputación del anteriormente intachable reverendo incluso niegan haber visto la letra escarlata en su pecho y haber escuchado su confesión.
Luego de la muerte de Dimmesdale, el médico Chillingworth también fallece. Todos sus bienes son para Pearl, quien de un día para otro se convierte en la heredera más acaudalada de todo el Nuevo Mundo.
Durante varios años poco se sabe de Hester y Pearl, hasta el retorno de la madre a Boston. Vive sola en la casa de campo donde vivió junto a su hija y es célebre por su trabajo en la comunidad, dedicado a pobres y enfermos. Recibe cartas desde el Viejo Mundo que el narrador cree que vienen de Pearl. Infiere que está felizmente casada.
Hester finalmente muere y es enterrada en el cementerio de la ciudad. Su tumba está cerca de la de Dimmesdale, pero con la suficiente distancia como para sugerir que el polvo de ambos no tiene derecho a mezclarse, ni siquiera en la muerte. Sin embargo, comparten una lápida con una letra "A" sobre un fondo negro.
Análisis
Horas antes de que Hester pueda finalmente liberarse de la letra escarlata, es rodeada por una multitud de curiosos forasteros en las celebraciones de Boston. En estos capítulos, la tensión entre el secreto (de Hester, de Dimmesdale, de Chillingworth) y su develamiento, entre lo privado y lo público, llegan a su pico de tensión. La ubicación de Hester junto al cadalso es casi un presagio de esta revelación. A su vez, Pearl reafirma el carácter hipócrita de la celebración con respecto a los acontecimientos anteriores. Como ya ha sucedido, sus preguntas y reflexiones aumentan la tensión narrativa:
-¿Y el ministro estará allí? -preguntó Pearl-. ¿Y me extenderá la mano, como cuando me condujiste a él a orillas del arroyo?
-Estará allí, niña -respondió la madre-, pero hoy no te saludará y tu no debes saludarlo.
-¡Qué hombre tan extraño y triste! -dijo la niña, como si hablara consigo misma- . En la oscuridad nos llama, y sostiene tu mano y la mía, como cuando estuvimos con él en la plataforma (...). Pero aquí, en este día soleado y entre toda la gente, no nos conoce, y nosotros no debemos conocerlo. ¡Que hombre tan extraño y triste, siempre con la mano en el corazón!
(p.200)
Lo festivo del día, cierto aire carnavalesco arrastrado del Viejo Mundo y la permisividad de los ancianos puritanos para la fecha, realza el carácter hipócrita de este orden social. Los marineros están invitados, por la consideración que se tiene, ante los peligros que enfrentan en el mar, a tomarse ciertas licencias no solo en el nivel del comportamiento sino incluso de su apariencia, pudiendo usar ropas llamativas. Los indios tampoco deben someterse a estas reglas tan estrictas y pueden vestirse a su gusto. La reacción de indios y marineros, de respeto ante la letra escarlata que Hester lleva en el pecho, que interpretan como símbolo de poder, expone por su parte, de modo contundente, la arbitrariedad del signo.
Dentro de este desfile de personajes aparece la señora Hibbins e increpa a Hester. Como vimos anteriormente, su contacto con las sombras, el bosque y el Hombre Negro la convierten en otro de los personajes privilegiados en relación al contacto con la verdad: “He estado muchas veces en el bosque, y sé muy bien quién más ha estado allí (...). Cuando el Hombre Negro ve que uno de sus servidores con quien ha hecho un pacto es tan reacio a confesar ese vínculo, como el reverendo Dimmesdale, dispone las cosas para que la marca se revele, a la luz del día y a la vista de todo el mundo” (p.211).
Es central que esta revelación no se dé en el sentido en que la señora Hibbins lo sugiere: a través de la confesión, junto a Hester y Pearl, sobre el cadalso, Dimmesdale traspasa el papel de “flor moral” a su hija Pearl, abandonando el rol de líder espiritual y presentándose ante los oyentes como un hombre que espera el perdón. Dimmesdale muere al hacer su confesión. Su “parásito”, Chillingworth, se queda sin cuerpo que sabotear: “Aunque hubieras buscado en toda la tierra -dijo, mirando oscuramente al clérigo-, no habrías encontrado ningún sitio, ni alto ni bajo, donde pudieras esconderte de mí… salvo esta plataforma” (p.220). Recapitulando, esta tercera y última escena del cadalso sirve como catarsis, y se se resuelven aquí todos los hilos pendientes. La catarsis es un recurso propio de la tragedia que no solo apela a los protagonistas sino también a los espectadores, en nuestro caso, lectores. A través de la empatía, hay una experiencia de purificación del alma y el cuerpo. Tanto la tensión narrativa como los sufrimientos de los personajes principales se liberan aquí: Pearl adquiere un padre que finalmente la reconoce en público y puede abandonar su rol de ser símbolo de castigo; Dimmesdale confiesa y se libera del peso de su secreto, y Chillingworth, transformado ya completamente en una fuerza maligna, definitivamente pierde su oportunidad de venganza. No es casual que poco después muera él también; como dijimos, se perdió la fuente de vitalidad de la sanguijuela.
Pearl sufre la mayor transformación luego de la revelación. Ha dejado de ser una niña de la vergüenza y el castigo. Ahora, bajo la luz de la verdad y el amor incondicional de sus padres, puede continuar con su vida: “Un hechizo se rompió. Esa escena de dolor había despertado la compasión de la niña salvaje, y las lágrimas que vertía sobre las mejillas del padre eran la promesa de que crecería entre la alegría y la pena humanas, no para batallar eternamente con el mundo, sino para ser mujer. También había concluido su misión de mensajera de dolor para su madre” (p.223). Pearl es ahora nuestra brújula moral, porque apunta hacia la verdad, que no debe usarse como marca de vergüenza, sino como insignia a través de la cual reconocemos las imperfecciones humanas.
Aun así, es necesario hacer una consideración sobre la lectura que tiene el público de esta confesión. Se podría pensar que la conmoción de los ciudadanos por la confesión de su ministro los llevaría a reflexionar con respecto a su sistema punitivo. Es decir, habría que pensar que si Dimmesdale es capaz de cometer tal pecado, seguramente todos los individuos lo son; tal vez la pecaminosidad deba reconocerse como un elemento inescindible de la condición humana. Sin embargo, esto no sucede. La adaptación de lo que debería ser evidente a ojos de todos a las necesidades de un orden preestablecido se extrema hasta el ridículo: a pesar de haber visto una "A" en el pecho del reverendo, hay quienes insisten en interpretar sus palabras como una actuación alegórica, un intento de dar una lección sobre el pecado, pero que no responde a ningún delito real de su vida privada: “(...) cabe destacar que algunas personas que presenciaron toda la escena, y declararon que nunca habían apartado los ojos del reverendo Dimmesdale, negaron que hubiera tal marca y afirmaron que su pecho estaba limpio como el de un recién nacido” (p.225). El narrador llama a esta actitud “terca fidelidad”. Desde este punto de vista sesgado, Dimmesdale tiene la intención de enseñar a sus feligreses que todos los hombres tienen el potencial para el pecado, y no que el pecado es una parte necesaria del hombre, y que en la lucha contra él ingresarán al reino de Dios. En consecuencia, creen los conservadores, lejos de la autocrítica, la sociedad tan solo necesita renovar su vigilancia contra el pecado.
Los textos de Hawthorne en general, y en particular La letra escarlata, se caracterizan por su carácter alegorizante, su simbolismo y su fuerte didactismo. Todas sus historias imparten una enseñanza de carácter moral: el hecho de no dejarse dominar por el cerebro, olvidando el corazón; el no aislarse y apartarse de la sociedad y, así, de la cadena de la humanidad; el no creerse libre de pecado, porque la naturaleza humana está, por definición, hecha de pecado y santidad. Esta última es una de las enseñanzas principales de La letra escarlata. Busca resaltar esta convivencia de pecado y santidad para establecer que el pecado es necesario, porque solo el esfuerzo por luchar contra él y buscar la redención es valioso y admirable.
Además, hay una fuerte crítica al puritanismo, como vimos, que vista en términos generales apunta al hecho de demostrar cómo los puritanos huyeron del Viejo Mundo con el deseo de vivir libremente sus creencias sin necesidad de ocultar sus afiliaciones religiosas o temer las sanciones sociales, y terminaron por imponer, irónicamente, un sistema rígido y opresivo en el Nuevo Mundo. En principio, la única salida para los protagonistas de La letra escarlata es escapar nuevamente, pero lo que finalmente sucede es que Pearl encuentra una alternativa a ese binarismo. En lugar de volver a Inglaterra, busca una tercera vía, también en el Viejo Mundo, pero lejos de la opresión de la Iglesia anglicana o el puritanismo.