La letra escarlata

La letra escarlata Temas

El puritanismo

El puritanismo es uno de los temas en los que se establece una línea directa entre la historia de vida de Hawthorne y su literatura. Como se menciona en la biografía, Hawthorne es descendiente de los primeros habitantes de Salem, duros y estrictos puritanos. Entre ellos, incluso, está John Hathorne, el magistrado que llevó a la ejecución a quince mujeres y cuatro hombres acusados de brujería en los Juicios de Salem de 1963. Este hecho avergüenza tanto al joven Nathaniel que decide cambiarse una letra de su apellido para distanciarse de su familia.

Como mencionamos, el puritanismo es uno de sus temas primordiales. En La letra escarlata puntualmente, se ocupa de criticar la concepción del pecado y el mal, la hipocresía de la comunidad y el aislamiento al que arrastra a sus penitentes. Además, hace una crítica general del vínculo de la comunidad puritana con la verdad. Para Hawthorne, el puritanismo se aleja de la verdad no solo por este ocultamiento deliberado del propio pecado, por ejemplo, sino principalmente porque ofrece una visión simplificada del mundo que no se condice con la complejidad del mismo y sus actores.

El orden reduccionista puritano establece arquetipos rígidos: Hester es la personificación del pecado y Dimmesdale, la brújula moral y espiritual. Incluso cuando la verdad, el pecado de Dimmesdale, se encuentra frente a los ojos de la comunidad, esta la niega, aferrándose a una versión de la realidad más simple y digerible. La letra escarlata propone más preguntas que respuestas con respecto al asunto de la naturaleza del mal, el pecado y el castigo, pero deja en claro que el puritanismo no es el camino hacia la verdad.

La letra escarlata habla de una comunidad formada por personas que escaparon del Viejo Mundo buscando libertad para ejercer su pensamiento, pero establecieron un sistema tan rígido que, irónicamente, sus librepensadores piensan en huir nuevamente al Viejo Mundo.

El pecado

La letra escarlata es crítica con respecto a la concepción del pecado del puritanismo y establece un sistema propio para enfocar este asunto. Más allá de que en ningún momento el narrador niega el hecho de que Hester haya pecado, y de que sus acciones son condenables, sí matiza y cuestiona sus consecuencias.

En primer lugar, el aislamiento al que se ve sometida es benéfico para alimentar su libertad de pensamiento; además, la acerca empáticamente a otros pecadores, a quienes reconoce en la comunidad a través de sus miradas. Por último, y lo más importante, una vida de lucha contra la propia condición pecaminosa es lo que realmente acerca a los fieles a Dios.

En la concepción puritana, sin embargo, el pecado es, para quienes nacieron "elegidos", algo externo con lo que hay que luchar: el mal está en el bosque; es el Hombre Malo. Aquellos no elegidos son inherentemente pecadores y nada pueden hacer para escapar a su destino.

El narrador insiste en la condición pecaminosa inherente a la condición humana, al igual que en la existencia de una santidad inherente también: no hay elegidos y condenados de antemano. La lucha contra el pecado es puramente interna. La experiencia de Hester y Dimmesdale muestra que un estado de pecaminosidad puede conducir al crecimiento personal, la simpatía y la comprensión de los demás. Dimmesdale, por ejemplo, sufre por esta dualidad en la que vive, alejado de la verdad. Pero es cierto también que el pecado lo acerca a los feligreses de su congregación, y eso se nota en sus persuasivas palabras cada vez que predica.

El pecado para los puritanos no admite jerarquías. Nuevamente, se trata de una simplificación maniquea. Sin embargo, tanto Hester como Dimmesdale no solo reflexionan con ardor sobre la naturaleza del pecado y del mal, y diferencian estos dos conceptos, sino que incluso establecen una especie de rango de pecados. Ubican a Chillingworth en el podio del mal: nada en sus actos puede conducir a la felicidad, ni siquiera a la felicidad propia. Esto, evidentemente, les resulta mucho más grave que la falta que ellos cometieron, promovida por impulsos naturales pero no malignos. Pearl es un ejemplo vivo de esta diferencia entre ambos pecados: ella es el fruto del pecado que sus padres cometieron, pero también es su camino a la salvación.

El bosque versus la ciudad

El bosque es un motivo de larga data en la literatura. Desde el medioevo que se presenta como un lugar opuesto a la ciudad y encarna el dilema entre naturaleza y sociedad (ver sección “Símbolos, alegorías y motivos”).

En el caso de La letra escarlata, el bosque permite la pasión de Hester y Dimmesdale y el crecimiento de Pearl, fruto de esa pasión ilegítima. A su vez, solo allí Hester puede constituirse en filósofa: la vida en el límite del bosque la convierte en una especie de ermita. La distancia le permite observar la ciudad y reflexionar con una libertad inusual para la época y, sobre todo, para una mujer de su tiempo.

El bosque es también el lugar de Pearl. Allí la niña es libre de jugar y expresarse. Las plantas y animales parecen acogerla como una de ellos, mientras que la hostilidad de los otros niños en la ciudad le recuerda algo que no termina de comprender pero que la oprime, y que tiene que ver con la letra que su madre tiene en el pecho.

Pearl reconoce la diferencia entre el bosque y el mercado a través de la actitud de los adultos. La ciudad es un lugar de apariencias y orden; la naturaleza es el lugar de la verdad por antonomasia. La señora Hibbins, como Pearl, no tiene muchos tabúes a la hora de mencionar verdades a plena luz del día en la ciudad.

Hibbins, que como "bruja" frecuenta el bosque, trae también a colación la presencia del Hombre Negro y el mal en sus conversaciones. La letra escarlata, sin embargo, no abona esta dicotomía rígida del bien y el mal y su correspondencia en los motivos de la ciudad y el bosque, sino que propone una tensión entre estos dos espacios mucho más completa, que debe ser abordada en toda su complejidad.

El corazón y la razón

Thomas Cogswell Upham, uno de los precursores de la psicología norteamericana, fue profesor de Hawthorne en Bowdoin. El alumno se vio cautivado sobre todo por una de las teorías de Upham, la de la psicología de la cabeza y el corazón. Según el profesor, el corazón representa a la emoción y la pasión, y la cabeza, la razón; cuando uno de estos elementos se superpone al otro esto puede llevar al hombre al aislamiento y a un sentimiento de incompletitud.

En La letra escarlata podemos ver en el primer acercamiento de Chillingworth a Dimmesdale una exaltación de la razón, que llevan al orgullo, al egoísmo y a una falta de pasión a la que son vulnerables muchos científicos. Podemos decir que Chillingworth es el personaje que sufre la mayor transformación en este sentido: a medida que se acerca a Dimmesdale y el secreto se devela, el corazón comienza a cobrar protagonismo por sobre la razón, hasta que el médico es tomado por completo por la ira, los celos y la sed de venganza. Queda claro, en todo caso, que los desequilibrios son siempre indeseables.

Por otra parte, La letra escarlata propone una redención, en el caso de Hester, gracias a las pasiones del corazón. Durante siete años ella se vio sumida en los vaivenes del pensamiento, alejada de las pasiones; a través del reencuentro con Dimmesdale se despierta el corazón y es él quien intuitivamente la guía para salvarlo de la influencia de Chillingworth.

El puritanismo sería, de por sí, desequilibrado, ya que niega las pasiones del corazón, el cuerpo y su vínculo con la naturaleza. El cuerpo no es más que un accidente del alma que, además, es pura. Es decir, el puritanismo niega la dimensión pecaminosa inherente al hombre "elegido". Este desequilibrio es, según Hawthorne, el fundamento principal de la mirada incompleta del puritanismo sobre el asunto de la naturaleza del mal y del hombre.

El aislamiento

La letra en su pecho establece una primera y muy evidente distancia de Hester con la sociedad. La letra es una marca simbólica que define su lugar en la comunidad y la institucionaliza como arquetipo que personifica el pecado. Esa distancia se acentúa por el lugar que Hester elige para vivir con Pearl, en el límite entre el bosque y el pueblo, junto al mar.

El aislamiento es una condición que Hawthorne consideraba antinatural, a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida aislado. Ha escrito textos como Wakefield, donde el aislamiento del personaje es voluntario, pero en este caso se acentúa el efecto negativo del apartamiento social, ya que, en el caso de Hester, se trata de un castigo impuesto por la comunidad.

El narrador señala que, gracias a su especial carácter e inteligencia y a pesar de los tormentos que sufrió como una mártir durante los primeros años, no es posible segregar completamente a Hester de la sociedad. Sus buenas obras jamás la harán recuperar su condición o expiar su pecado, ya que en el sistema puritano esto no es posible, pero, siete años después, la hacen transitar por la comunidad de otro modo. Incluso su letra escarlata es comparada con la cruz que porta una monja en el pecho.

El aislamiento durante tantos años hizo que Hester perdiera la costumbre de medir el bien y el mal con los parámetros compartidos por la comunidad; se ha convertido en una librepensadora. Esta falta de parámetro común hace que prevalezca, en su decisión de exponer a Chillingworth, el hecho de que, por haber pecado juntos, comparte con Dimmesdale algo especial y tiene hacia él una obligación que no siente respecto a otros miembros de la comunidad.

El aislamiento puede ser tanto causa como consecuencia de un desequilibrio entre la “psicología del corazón y la razón”. El hombre debe mantener en equilibrio su entendimiento y sus pasiones. En el caso de Hester, durante muchos años de apartamiento de la sociedad deja el corazón de lado y se entrega al pensamiento. El retorno de las pasiones del corazón, luego del encuentro con el reverendo en el cadalso, es lo que desencadena la acción en La letra escarlata.

El rol de la mujer

Las influencias sobre Hawthorne de su colega poeta, trascendentalista y activista por los derechos de las mujeres, Margaret Fuller, se dejan ver en algunos puntos del texto, sobre todo en el cuestionamiento del lugar de la mujer como un rol social asignado naturalmente. Hay una evidente simpatía de Hawthorne hacia sus personajes femeninos, profundos, reflexivos y vigorosos, en contraste con los masculinos, toscos, temerosos o violentos.

Hawthorne explora el tema de la independencia femenina mostrando de qué manera Hester toma sus propias decisiones con coraje y es capaz de cuidarse a sí misma y a Pearl. La expulsión de Hester de la comunidad la libera de las expectativas que recaen sobre una mujer en una sociedad puritana. En primer lugar, ya incluso desde antes de la revelación de su crimen, Hester podía trabajar de costurera debido a su condición de viuda “de hecho”. Esto le permite, tiempo después, ganarse el sustento para ella y su hija mientras viven recluidas en la cabaña.

Trabajar, abandonarse a su deseo por un reverendo, sonreír a pesar de la vergüenza cargando con la letra escarlata en el pecho, criar una hija siendo madre soltera, vivir en el bosque son todas acciones que preparan el terreno para que la inteligencia de Hester se desarrolle con libertad. Según el narrador, ella se permite reflexiones que ni siquiera los hombres libres del Viejo Mundo se permitían en ese momento histórico. Llega a preguntarse, audaz, si la existencia merece la pena para las mujeres, incluso para las más felices, viendo y considerando que su destino está sellado.

La independencia de Hester, igualmente, tiene un precio. Alejada de los parámetros que solía compartir con la sociedad puritana, vaga en un “desierto moral”. Incluso se puede decir que el final de la novela matiza estas reflexiones de Hester con respecto a la injusta condición de la mujer: en las últimas páginas se relata cómo el espíritu libre de Pearl se calma, y aparece la imagen de una Pearl adulta sosegada y suavizada. Por su parte, Hester vuelve a la cabaña muchos años después de haberse marchado de Boston y vuelve a usar la letra escarlata. A ambas se las describe como, "ahora sí", mujeres felices. Algo de todo esto sugiere que la independencia femenina está, en La letra escarlata, en las antípodas de la “tierna felicidad de una mujer” (p. 227).

El secreto y el ocultamiento

Hawthorne tuvo siempre una manifiesta pasión por el secreto y el ocultamiento. Desde su punto de vista, diferente al puritano, el pecado es una condición inherente al ser humano. Por ende, el escritor vivía consciente de que, a su alrededor, el ocultamiento de lo pecaminoso era regla.

En La letra escarlata, esto aparece desde un primer momento. Hester siente la simpatía secreta y miradas cómplices de muchas personas a su alrededor, e incluso, a veces, la presencia metafísica del mal cuando se encuentra frente a un clérigo o un hombre de gobierno. La comunidad, hipócrita, guarda secretos, pecados iguales o peores al que cometió Hester. La Señora Hibbins es el arquetipo de la hipocresía: hermana del gobernador, goza de los privilegios de la “terca fidelidad” de la comunidad que el narrador tanto señala, mientras al mismo tiempo es, casi que despreocupadamente, una bruja al servicio del Hombre Negro en el bosque.

Otro asunto que concierne al tema del secreto es su expresión física. La manifestación corporal de la enfermedad muchas veces tiene como contrapartida el ocultamiento de una verdad. El cuerpo deja entrever con señales lo que se esconde. Es por esto que el médico Chillingworth busca en los ojos de Hester el nombre de su amante, que ella oculta. También Hester se cubre el pecho, como tantas veces lo hace Dimmesdale, cuando siente que alguno de sus pensamientos secretos pueden ser expuestos. El ejemplo más claro es la enfermedad de Dimmesdale, que no es más que la evidencia física de su padecimiento espiritual; su palidez y su debilidad no son más que un síntoma de la verdadera enfermedad, que es la del alma que guarda un secreto.

El médico viola el secreto de un corazón humano, el suyo, según Dimmesdale, y por este hecho su pecado es mayor que cualquiera. Médico y paciente tienen un debate en torno al asunto de la confesión. Para el reverendo, la confesión no es una obligación hacia una comunidad o un castigo en sí misma, sino que la revelación de un secreto se dará cuando se deba dar, por designio divino, y traerá alivio para los pecadores, no sufrimiento. Internamente, el reverendo tiene motivos que considera válidos para ocultar su secreto: debe dar consuelo a los pecadores de la comunidad, que lo necesitan y confían en él, y no podrá servir a Dios y a sus feligreses si la verdad sale a la luz. Haber pecado, inclusive, lo acerca a los miembros de la comunidad a quienes consuela.

Sin embargo, el ocultamiento de un secreto según Hawthorne aísla a los hombres y, como vimos en el tema del aislamiento, la mayor parte de las veces esta distancia antinatural puede tener consecuencias negativas e irreparables. En contrapartida está Hester, habitando la verdad. Dimmesdale le señala esto en el encuentro en el parque: Hester lleva la letra en el pecho, a la vista de todos. Tiene el privilegio de vivir lejos de la mentira y el ocultamiento. Con los años, incluso, va componiendo su lugar en la sociedad, a pesar de que jamás será perdonada. Para el reverendo, el secreto es una letra escarlata oculta en su pecho, que le quema el corazón por la culpa, inexpiable. “Una mentira nunca es buena, aunque nos amenace de muerte” (p.171), le dice Hester en el bosque.

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