Lima en la hora celeste
El relato se abre con una descripción de la ciudad de Lima durante la “hora celeste”, el momento en que termina la noche y comienza el día. Durante esta hora, una “fina niebla” distorsiona los objetos y crea una “atmósfera encantada”, y las personas que transitan la ciudad parecen fantasmas que “se arrastran penosamente”, como las beatas, o que realizan un “paseo siniestro”, como los basureros con sus “escobas” y “carretas” (6). Este momento de transición transmite una visión de Lima como un espacio liminal en el que lo real se confunde con lo irreal.
El muladar
El muladar es presentado como un entorno hostil y degradado a través de distintas imágenes sensoriales. Desde lejos, la imagen visual es la de un “acantilado oscuro y humeante” en el que perros y gallinazos parecen desplazarse “como hormigas” (9). Más de cerca, Efraín y Enrique perciben su “olor nauseabundo” y sienten cómo sus pies se hunden en “un alto de plumas, de excrementos, de materias descompuestas o quemadas” (9). Estos detalles olfativos y táctiles enfatizan la representación de la miseria en la que se sumergen los niños, hasta convertirse en “parte de la extraña fauna” (10) del muladar, lo que se vincula con el proceso de animalización y deshumanización de estos personajes.
El corralón en las noches de luna llena
Los momentos de mayor tensión en el corralón ocurren durante las noches de luna llena, cuando don Santos se pone particularmente “intratable” (12). Las imágenes que predominan en esta descripción son auditivas: mientras los niños están en su cuarto, oyen a su abuelo “hablando solo, dando de varillazos al empadrado” (12). Luego, cuando el hambre de Pascal y de los chicos se acentúa por la falta de comida, las noches se hacen más insufribles con los gruñidos del cerdo y los gemidos de don Santos, que “se quejaba como si lo estuvieran ahorcando” (15). También lo observan ir y venir del chiquero a la huerta, “levantando los puños” y “atropellando lo que encontraba en su camino”, o quedarse mirándolos fijamente, “como si quisiera hacerlos responsables del hambre de Pascual” (15). Toda esta descripción va cargando el relato de tensión climática, hasta el momento en que Enrique reacciona y confronta a su abuelo.