“Los individuos del consejo de administración eran hombres eminentemente sabios y dotados de una filosofía profunda. Fijando su atención en el asilo de los pobres, pudieron ver, o mejor dicho, descubrieron pronto lo que espíritus vulgares nunca hubieran notado, y esto era: ¡que los pobres gozaban!”
Esta cita es representativa del característico tono irónico y ácido con que el narrador de Oliver Twist retrata la violencia institucional. Detrás del aparente elogio a los miembros del comité que administra el asilo de pobres, el narrador desliza una denuncia al cinismo de las autoridades que, lejos de empatizar con los más vulnerables, creen que su pobreza se debe a su holgazanería y su placer por ser mantenidos. El tono irónico da a entender que, al llamarlos “sabios”, se está diciendo de ellos todo lo contrario.
“Cuando el Truhán y su digno camarada Bates, después de haberse apropiado de una manera tan ilegal del pañuelo del señor Brunlow, se mezclaron entre la multitud que perseguía a Oliver, como ya se ha contado anteriormente, lo hicieron para obedecer un sentimiento loable y meritorio, que es el de la conservación de sí mismos. Como el respeto de la libertad individual es uno de los privilegios que más enorgullecen a los ingleses, no tengo necesidad de hacer observar que la huida de aquellos jóvenes debía reivindicarlos con buenos conceptos”.
Esta cita recupera el tono irónico del narrador y su tendencia, muy común a lo largo de la novela, de presentar algunas máximas o reglas generales con las cuales describe y denuncia el comportamiento de la sociedad inglesa. En este caso, elabora de manera burlona un elogio al Truhán y a Bates por traicionar a Oliver, justificando su accionar en una regla común a todos los ingleses: la de la conservación individual. Al caracterizar esta última de manera hiperbólica como un “sentimiento loable y meritorio”, se trasluce una crítica en la que el narrador busca expresar lo opuesto: la actitud de los dos chicos se funda en su individualismo y su egoísmo.
“Mire usted, hay un individuo al cual, en consideración a su numerosa familia, se le concedió un pan de cuatro libras y una libra de queso; ¿le parece a usted que con esto ha quedado contento? No, señora, aún ha tenido el atrevimiento de pedir carbón; y ¿para qué? Sin duda, querría quemar el queso para volver luego a pedir más. Esos pícaros pobres hacen siempre lo mismo; si hoy les damos carbón, mañana volverán pidiendo el doble. Tienen un descaro inaudito”.
Este parlamento es pronunciado por el celador del asilo, el señor Bumble, y está dirigido a la señora Corney. Representa una ideología muy corriente en la época victoriana retratada por Dickens, que considera que los pobres son corruptos y pervertidos, y no hacen esfuerzos por mejorar sus condiciones de vida, con lo cual merecen un trato estricto que aplaque su picardía y descaro. La legislación de la época acompañaba esa ideología, por ejemplo, mediante las leyes de pobres, y regulaba el trato que el Estado y la sociedad debían dar a los pobres. La función de Bumble en el asilo se desprende de esas legislaciones y, con esta cita, Dickens pone de manifiesto la violencia institucional que sufrían los pobres en la época.
“El gran principio de la asistencia consiste en suministrar a los pobres precisamente todo aquello que no necesitan, hasta que, cansados al fin de tanta molestia, dejan de ser importunos”.
Esta cita corresponde nuevamente al señor Bumble y en ella refleja cuál es el modus operandi de las instituciones encargadas de contener a los pobres en la sociedad victoriana, reguladas por las Leyes de Pobres. En su discurso se reflejan los principios propuestos por la legislación y se evidencia que la asistencia que el Estado proponía no apuntaba a dignificar a los pobres sino a disciplinarlos, partiendo de la idea de que su situación de pobreza no se debía al contexto desfavorable en el que nacían sino a su falta de voluntad y su perversión innata. Una vez más, Dickens muestra en la liviandad de su personaje la violencia institucional impartida por estos organismos.
“-Pero incluso cuando sea culpable -continuó Rosa-, vea usted que aún es muy joven; piense que quizás no ha conocido nunca el amor de una madre, la tranquilidad del hogar; que los malos tratos, los golpes y el hambre lo han inducido tal vez a unirse con hombres que lo obligaron al crimen. Tía mía, mi buena tía, le suplico que reflexiones en todo esto antes de permitir que conduzcan a prisión a ese pobre muchacho herido, porque sería quitarle toda esperanza de llegar a ser bueno”.
En esta cita, Rosa expresa uno de los temas principales de la novela: la importancia de una buena educación y de un entorno favorable en la configuración de las personas. Con esta idea, Rosa defiende a Oliver, argumentando que, aun si es culpable del robo, eso no significa que merezca ir a prisión, pues haber nacido en la pobreza, sin oportunidades, le ha impedido elegir un camino distinto. Ella misma ha nacido en un contexto humilde, pero sabe que tuvo la oportunidad de elegir una vida mejor gracias a la ayuda de una adulta como la señora Maylie. Por eso, Rosa le suplica a su tía adoptiva que le dé una alternativa a Oliver, para que pueda convertirse en algo mejor.
“¿Quién podría dar una idea del placer, la dicha, la paz del alma y la dulce tranquilidad que experimentó el pobre convaleciente al aspirar aquel ambiente embalsamado, al verse en medio de las verdes colinas y los espesos bosques de una magnífica residencia campestre? ¿Quién podrá expresar hasta qué punto estos dulces y tranquilos cuadros se graban profundamente en el alma de los que han arrastrado una vida miserable en medio del ruido de las grandes ciudades?”
En esta cita se construye la dicotomía entre el espacio del campo y el de la ciudad. Mediante estas preguntas retóricas, el narrador exalta las cualidades del campo, construyéndolo como un espacio idílico, de naturaleza exuberante, donde el hombre encuentra paz y felicidad. Es, en efecto, el primer lugar donde Oliver será verdaderamente feliz. En contraste, la ciudad es descrita como el escenario de la vida miserable.
“Hay cargos sociales que, independientemente de las ventajas que reportan, tienen además su valor particular por el traje que les corresponde. Un mariscal tiene su uniforme; un obispo, su sotana de seda; un consejero, su toga; y un celador, su tricornio. Si le quitan al obispo su sotana, y al celador su tricornio y su traje galoneado, ¿qué serán entonces? Hombres, y nada más que hombres. La dignidad, y a veces la santidad, son cuestiones de traje, mucho más de lo que se figuran algunos”.
En esta cita, el narrador explica el impacto que tuvo para Bumble cambiar su cargo en el asilo, pues al dejar de ser celador perdió su tricornio característico. Aquí se presenta la vestimenta como un símbolo de autoridad y poder, así como a lo largo de la novela la vestimenta es símbolo de la posición social. Con esta intervención, el narrador parece deslizar cierta crítica a las autoridades, pues sugiere que su prestigio se debe más a cuestiones de traje, es decir, superficiales, que a un verdadero mérito.
“¡Oh!, querida señorita, dé usted gracias al cielo por haberle deparado amigos para vigilarla y cuidarla en su infancia. Dé gracias por no haber sufrido hambre ni frío en medio de la depravación y de la miseria, y de alguna otra cosa peor, como me ha sucedido a mí desde la infancia. Sí, bien puedo decirlo, el arroyo de una calle fue mi cuna, ¡y acaso también mi lecho de muerte!”
Este parlamento corresponde a Nancy y recupera, por un lado, el tema de la vulnerabilidad de los niños, que están desprotegidos sin la ayuda y las oportunidades que pueden brindar los adultos, como aquellos amigos que ayudaron a Rosa. Por otro lado, retoma el tema de la importancia de la educación y la crianza, que es muy significativo al comparar las experiencias de Rosa y de Nancy. La primera contó con la tutela de adultos que la guiaron hacia una buena vida, mientras que Nancy estuvo siempre liberada a las malas influencias, razón por la cual está destinada a vivir en la miseria.
“Tengo además otro motivo, y es que si la vida de ese hombre ha sido criminal, la mía no ha dejado de serlo, y no me volveré contra aquéllos que habiendo podido…, algunos al menos…, volverse contra mí, no lo hicieron, por perversos que fueran”.
Aquí Nancy les explica a Rosa y Brunlow por qué no está dispuesta a traicionar a Fagin y a Sikes, y con ello exhibe sus valores morales positivos. Evidencia un alto grado de lealtad hacia sus compañeros, pues a pesar de que la denigran y la violentan nunca la han traicionado, y ella elige obrar en consonancia. Además, muestra su coherencia y falta de hipocresía, pues no se siente con derecho a denunciar a criminales cuando ella también lo ha sido.
“Vamos, no hable usted una palabra más con esos hombres; no vuelva a entregarse a esa vida ni a respirar de nuevo esa atmósfera que la corrompe y la mata; abandone usted a todos mientras hay tiempo y aproveche esta ocasión favorable”.
En esta cita, Brunlow alienta a Nancy a abandonar su vida criminal y le asegura una ayuda para que ella pueda elegir una vida distinta. Aquí se evidencia la impotencia de las mujeres y cómo sus problemas pueden ser resueltos únicamente con la colaboración de un hombre, que vehiculiza las soluciones.
“A la luz de las hachas se veían las gentes que se estrujaban, se arremolinaban, se atropellaban en su afán por avanzar, corriendo frenéticos con caras contraídas espantosamente por la rabia que rugía en sus pechos, convertidos en imágenes vivas del odio y del furor. Inmenso gentío había invadido las casas situadas al lado opuesto del foso. Volaban hechas pedazos las maderas de las ventanas, en cuyos huecos no tardaban en aparecer racimos de cabezas humanas. Los puentes de madera tendidos sobre el foso (había tres) crujían, se doblaban y amenazaban caer arrastrando en su caída a la inmensa muchedumbre apiñada sobre ellos. Todos querían ver al asesino”.
En esta cita, el narrador describe el fenómeno de las masas cuando son impulsadas por la furia y el odio, particularmente aquí movilizadas por el deseo ferviente de ver a Sikes ser capturado. La descripción denota el comportamiento descontrolado y violento de la multitud y la ferocidad y desmesura con la que se abalanzan hacia la casa. Esta construcción del fervor desmedido de las masas anticipa el desenlace siniestro: esa presión violenta es la que desencadena la muerte accidental de Sikes.