Resumen
Todos asisten al grito de auxilio de Oliver, y es Enrique Maylie quien lidera la persecución de Fagin y del otro hombre con las indicaciones que les da el niño. Sin embargo, no encuentran rastros de intrusos, y piensan que tal vez Oliver lo soñó, pero él está convencido de que lo que vio es real. Continúan entonces la búsqueda e interrogan gente en el pueblo durante varios días, pero al no encontrar novedades todos olvidan el asunto. Mientras tanto, Rosa se recupera de su enfermedad, pero es evidente que hay algo que aún la preocupa.
Entretanto, Enrique se prepara para irse, pero antes solicita hablar con Rosa a solas. Allí, él le declara su amor, pero ella le ruega que la olvide porque se siente por debajo de él y entiende que la mancha en su nombre y su origen dudoso serían un obstáculo para el éxito profesional de Enrique. Considera que es su deber rechazarlo, por el bien de él y de sus seres queridos. Enrique acepta la voluntad de Rosa, pero le pide un último favor: que lo deje volver a declararle su amor una última vez, dentro de un año, y ella acepta. Antes de irse de la casa con Losborne, Enrique le pide en privado a Oliver que le escriba secretamente cada lunes para mantenerlo al tanto de todo lo que hacen su madre y Rosa. Oliver promete que lo hará.
El señor Bumble se encuentra sentado en el escritorio del asilo de pobres con aire sombrío. Por su vestimenta, se hace evidente que ya no es celador del asilo. Luego de haberse casado con la señora Corney, se ha convertido en el director y el rol de celador ha sido asignado a otra persona. Apesadumbrado, el señor Bumble piensa en voz alta que se ha vendido a su esposa por un precio demasiado bajo, y justo entra la señora Bumble, que lo escucha y se enfurece. Llevan dos meses de casados y su trato consiste en una batalla constante por ver quién domina al otro, y es la señora Bumble la que resulta victoriosa mayormente, lo cual genera mucha frustración y sorpresa en su marido, que está acostumbrado a ocupar ese rol. La situación se agrava cuando la señora Bumble humilla a su marido enfrente de la gente pobre del asilo, que se ríe del hombre ante las burlas de la mujer.
Para sentirse mejor, el señor Bumble va a un bar, donde se encuentra a un extranjero con apariencia de haber viajado un largo trecho hasta allí. Este se dirige al hombre, le dice que lo conoce de cuando era celador y le confiesa que ha venido a la ciudad con la intención de encontrarlo y preguntarle por un asunto particular. Le extiende unas monedas y le pregunta por la enfermera que participó del parto de Oliver, a lo que Bumble responde contando que la mujer murió el invierno anterior. Previendo la oportunidad de ganar un dinero extra, le ofrece al extraño reunirse con la señora Corney, que estaba con la vieja Sally al momento de morir. El extraño acuerda un punto de encuentro y se presenta como Monks.
Por la noche, el señor y la señora Bumble acuden a la dirección que Monks les dio para encontrarlo. Es una noche de tormenta y los truenos generan en Monks extraños ataques de nervios que inquietan mucho al señor Bumble. Su mujer, en cambio, se muestra más tranquila y negocia con vehemencia con aquel, diciéndole que quiere veinticinco libras a cambio de la información que él busca. Monks termina pagándole y ella le cuenta que la vieja Sally le robó a la madre de Oliver un medallón de oro y que, al momento de morir, tenía en la mano la papeleta con la que lo había empeñado. La señora Bumble cuenta que, con esta, ella retiró el medallón de la casa de empeños, y entonces, sorpresivamente, saca de su bolsillo una bolsita y se la extiende a Monks. Este abre el paquete y se encuentra con el medallón de oro, en cuyo interior tiene grabado el nombre “Inés”. Acto seguido, arroja el objeto al río y les dice a los Bumble que no vuelvan a hablar del tema otra vez. La pareja acepta y el hombre se retira.
Entretanto, Guillermo Sikes vive en el mismo barrio, pero en un departamento más pequeño y sombrío, y se nota que está muy enfermo. Nancy lo acompaña y también está muy desmejorada; se la ve muy débil y, en efecto, luego de una discusión con Sikes, se desmaya. Ante los gritos de Sikes, Fagin, el Truhán y Bates entran a ayudar y logran reanimar a la mujer y luego de llevarla a descansar. Sikes les pregunta qué hacen ellos allí. Fagin explica que le han traído un poco de comida y, si bien la devora presurosamente, Sikes no se muestra agradecido sino que les reprocha que no lo hayan visitado durante toda su enfermedad. De todas formas, Fagin logra finalmente endulzarlo con palabras y le promete darle un dinero que Guillermo le pide. Fagin regresa a su casa, llevándose a Nancy, a quien está a punto de darle el dinero para SIkes cuando escucha que alguien se acerca. Se trata de Monks, y entonces Nancy pretende no prestar atención, pero en realidad estudia la escena con cautela. Monks y Fagin se retiran para hablar a solas arriba, y Nancy se las ingenia para escuchar a escondidas la conversación. Fagin regresa sin darse cuenta de que la mujer lo ha espiado, le da el dinero para Sikes y ella se retira. Sin embargo, Nancy no se dirige a lo de Sikes sino que corre en sentido opuesto, pero de pronto se detiene y se larga a llorar con desesperación, para finalmente volver a lo de Sikes.
Al día siguiente, Nancy actúa de manera extraña, pero Sikes está tan ocupado con su nuevo dinero que no repara en ella. Por la noche, sin embargo, su agitación ha crecido tanto que el hombre termina notándolo, aunque está muy cansado como para tomarlo seriamente, y elige confiar en que Nancy será siempre leal a él. De pronto, Sikes se queda dormido y el lector se entera de que Nancy le ha dado un narcótico con ese fin, lo que le permite huir sin que él se entere. Ella sale del departamento rápidamente en dirección al barrio más caro de la ciudad y, al llegar a una casa de familia, toca el timbre y pide ver a la señorita Maylie. Los empleados de la casa se niegan a dejar entrar a una mujer como Nancy a la casa, pero el cocinero se sensibiliza con ella y decide darle a Rosa el recado. La señorita Maylie acepta reunirse con Nancy.
Mientras espera que Rosa llegue a la habitación, Nancy siente vergüenza del extraño contraste que habrá entre ella, una mujer de vida miserable, y la señorita Rosa. Cuando esta llega a la habitación, se muestra tan amable y desprejuiciada que Nancy se larga a llorar. Entonces le confiesa a la señorita Maylie que ha sido ella la que secuestró a Oliver para llevarlo nuevamente con Fagin. También le cuenta que espió dos conversaciones entre Fagin y Monks, y que en la primera escuchó que Monks le decía a Fagin que le pagaría una buena suma de dinero a cambio de que el viejo convirtiera a Oliver en un ladrón. En la segunda conversación, Nancy aprende que Monks y Oliver son hermanos y que aquel ha logrado adueñarse del dinero de la herencia que le correspondía al niño. Escucha también que Monks desprecia a Oliver y no le basta con quedarse con su dinero, sino que también querría poder difamarlo y convertirlo en un criminal, para decepcionar y contradecir así las orgullosas esperanzas que depositaba en él el testamento de su padre. Incluso, el hombre llega a mencionar que, si no le trajera problemas, querría matar a Oliver.
Luego de estas confesiones, Nancy dice que debe irse antes de que Sikes note su ausencia. Pero Rosa, conmovida por el gesto de la mujer de haberse atrevido a poner en riesgo su vida con tal de salvar a Oliver, le ruega que se quede y le dice que ella puede ponerla a salvo y ayudarla a rehabilitarse. Pero Nancy le dice que ella no puede salvarse y denunciar a sus compañeros, porque eso implicaría traicionar a Sikes, quien seguro, por sus crímenes, sería condenado a muerte, y ella se siente muy apegada a él y no quiere ser la causa de su muerte. Entonces, Rosa le pide que al menos le diga dónde puede encontrarla, en caso de que la necesite para ayudar a Oliver, y Nancy le dice que cada domingo, entre las once y las doce de la noche, paseará por el Puente de Londres.
Análisis
Esta sección de la novela retrata la primera escena romántica sincera que, luego del grotesco cortejo entre el señor Bumble y la señora Corney y su posterior matrimonio fallido, pone en evidencia que la novela exalta el amor entre personas de buenos valores más que el de aquellos personajes más viles. Enrique y Rosa comparten un fuerte amor el uno por el otro, y cada uno le desea al otro la felicidad ante todo, aun cuando ello derive en la imposibilidad de que ese amor se concrete. En efecto, la cualidad virtuosa de este tipo de amor queda confirmada en el gesto generoso de Rosa, quien prefiere resignar al amor de su vida con tal de que él sea feliz. La razón por la cual ella se niega a casarse con Enrique es su origen bajo, que contrasta con el prestigio y renombre de la familia Maylie: “hay en mi nombre una de esas manchas que el mundo hace recaer en seres inocentes y con la cual no quiero contaminar a nadie. Yo sola sobrellevaré el peso de mi desgracia” (246).
De este modo, este amor verdadero, sincero y modesto, contrasta notablemente con el amor falso entre Bumble y Corney, basado en el interés individual y económico, en la lucha de poderes y en la dominación. De hecho, en las escenas en que estos dos personajes aparecen luego de haberse casado se hace evidente el clima violento y competitivo, y el interés egoísta que mueve a cada uno de ellos a fortalecerse mediante el debilitamiento y la humillación del otro.
En esta batalla de poder, es sin dudas el señor Bumble el que sale perdiendo, mientras que la mujer se impone ante él. La señora Corney humilla a su marido de la peor manera posible para él: desautorizándolo frente a los pobres. “¡Solo esto le faltaba! Se veía deshonrado antes sus ojos y ya perdida toda su autoridad. Desde la cúspide de las importantes funciones de celador, había caído en el fondo de un abismo de humillaciones” (255), afirma el narrador. Con la metáfora de la caída, Bumble no solo ve desdibujado su poder, sino que también siente una inversión de roles, en la que ya no es él quien humilla a los pobres sino ellos a él.
Parte de la decepción de Bumble se debe también a verse en un lugar degradado, que lo hace arrepentirse de haber resignado su rol como celador. Nuevamente, se evidencia la importancia simbólica que la vestimenta tiene para los personajes al describirse el despojo que siente Bumble sin su tricornio de celador: “Si le quitan al obispo su sotana, y al celador su tricornio y su traje galoneado, ¿qué serán entonces? Hombres, y nada más que hombres. La dignidad, y a veces la santidad, son cuestiones de traje, mucho más de lo que se figuran algunos” (251). Con su tono irónico característico, el narrador deja entrever que los valores de los cargos de autoridad se miden más por la apariencia y la pompa de un traje, que por el verdadero virtuosismo o mérito de quien lo viste. Con ello parece deslizar una nueva crítica a las instituciones, que dan más importancia a las formas que a los contenidos sinceros que dicen defender.
Por otra parte, el poder creciente de la señora Bumble por sobre su marido podría contradecir el tema de la vulnerabilidad de las mujeres en la novela. Sin embargo, se hace evidente que el poder de la mujer únicamente puede hacerse efectivo en la medida en que se casa con el señor Bumble. Recién entonces logra no solo dominar a su marido, sino también usarlo a él para conseguir imponerse ante otros hombres, por ejemplo, a Monks. Pero si la mujer estuviera sola y desprotegida como lo está Nancy, no tendría la capacidad de imponerse.
La sección contiene también una tercera escena entre dos amantes: Nancy y Sikes. A diferencia de la señora Bumble, Nancy se encuentra atada y sometida a su vínculo con Sikes, e incluso cuando este se encuentra débil y enfermo logra controlarla mediante la violencia y el terror. Sin embargo, la mujer presenta muchas contradicciones, que le permiten, intermitentemente, rebelarse ante su sometimiento y redimirse de alguno de sus errores. Solamente mediante una acción extrema logra escaparse de Sikes, esto es, usando una droga para dejarlo dormido contra su voluntad. Si el vínculo entre Bumble y Corney es cómico, y entre Enrique y Rosa es ideal, el que hay entre Nancy y Sikes es trágico y tendrá un final acorde, que queda anticipado en la conversación con Rosa, cuando Nancy admite que prefiere morir antes que salvarse y ser la causa de la muerte de Sikes: “pero es lo cierto que ese hombre me atrae, a pesar de las crueldades, a pesar de los malos tratos de que me hace objeto, y volvería con toda seguridad a su lado, aun cuando supiese que habría de morir a sus manos” (283).
La impotencia de Nancy en esta sección es muy evidente, aún cuando encuentra algunos resquicios para superar su sometimiento y ayudar a los demás. En cuanto logra finalmente ingresar a la casa de Rosa, se siente incapaz de enfrentarse a ella por su condición miserable, criminal y baja, e imposta un orgullo que luego se quiebra en cuanto conoce la generosidad de la señorita: “el tono benévolo que acompañó a esta respuesta, la dulce voz y las maneras afables de la joven, que no revelaban orgullo ni descontento, excitaron la sorpresa de Nancy y rompió a llorar” (280). Y sin embargo, aunque Rosa parezca en una posición más favorable, las dos mujeres son conscientes de que sin la ayuda de un hombre no podrán hacer nada. Nancy le dice a Rosa que con la información que ella le ha traído puede informar a un caballero: “Seguramente tendrá usted algún caballero bueno que escuchará de sus labios la repetición de mi historia y la aconsejará lo que deba hacer”. Del mismo modo, Rosa intenta convencer a Nancy de que abandone su vida miserable, asegurándole que un caballero que ella conoce puede protegerla: “Si usted repite las palabras que me ha dirigido a un caballero que se encuentra en la habitación contigua, y a quien llamaré inmediatamente, antes de media hora se la llevará a sitio seguro, a sitio donde no correrá el menor peligro” (283). La acción de las mujeres debe estar mediada, entonces, por la participación y la ayuda de un hombre.
Además, Nancy se encuentra completamente atrapada por su vínculo con los dos hombres que la dominan, Sikes y Fagin, por lo que, incluso con la esperanza que le da Rosa para su salvación, ella decide no traicionarlos. Por lo tanto, si bien la mujer exhibe una voluntad individual al intentar ayudar a Oliver, no logra disponer de esa misma voluntad para salvar su propia vida, lo que consolida, en suma, su total impotencia por sobre su destino.
Por otra parte, el diálogo entre Nancy y Rosa retoma uno de los temas ya mencionados: el de la importancia de una crianza y una educación adecuada en la configuración de las personas. Tanto Nancy como Rosa tienen un origen indigno, bajo, pero las maneras en que han sido criadas son tan distintas que dan lugar a dos resultados muy distintos. Nancy es potencialmente buena, y lo demuestra al intentar ayudar a Oliver, pero ha carecido del cuidado y el amor que Rosa sí ha tenido, y las malas influencias de las que se ha rodeado terminaron por configurar su vida miserable: “yo soy la miserable de quien ha oído usted hablar y la que vive en medio de ladrones sin haber conocido nunca otra existencia. ¡Jamás oí hablar otro lenguaje que el de ellos!” (281). En esta cita, la mujer demuestra saber que el contexto en el que se crió no contribuyó a que llevara una vida honesta y, si bien sus intenciones son buenas, se siente condenada a esa vida y es incapaz de elegir otra distinta. Por el contrario, Rosa ha tenido más oportunidades que Nancy, y también se muestra en muchas oportunidades consciente de esa suerte. Por eso es insistente en su gratitud hacia la señora Maylie, que la crió con amor y amabilidad.
La escena en que Nancy visita a Rosa también es significativa pues pone en evidencia otro de los temas que atraviesan la novela: las clases sociales. Oliver Twist, en tanto novela social, retrata las desigualdades estructurales que caracterizaban a la sociedad inglesa de comienzos del siglo XIX. Oliver mismo experimenta la vida tanto en los sectores más vulnerables de la sociedad (el asilo, la calle, la casa de Fagin) como en los más ricos (la casa de Brunlow y la de la señora Maylie). Cuando Nancy ingresa a la casa de la señora Maylie, siente vergüenza del contraste entre su vida miserable y la riqueza que se le presenta. Su incomodidad pone de manifiesto la brecha social y las dificultades que se presentan en esa sociedad para mejorar el estatus social, más allá de la voluntad individual. También la discusión entre Rosa y Enrique Maylie en torno a la posiblidad de casarse retoma el tema de las clases sociales y evidencia la importancia que la sociedad victoriana le daba al estatus social: Rosa comprende que, si se casa con Enrique, su origen dudoso implicaría degradar la posición de este. En efecto, será recién cuando él renuncie a los beneficios de esa posición que Rosa y él podrán casarse.