La literatura picaresca surge en España durante lo que se considera el Siglo de Oro y tiene, como mayor exponente, una obra anónima titulada La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), que es un clásico de la literatura en lengua española y de la literatura universal. El contexto y las condiciones de producción de ¡Que viva la música! (1977), la novela de Andrés Caicedo, son totalmente diferentes. Sin embargo, hay ciertos elementos de esta novela colombiana que podemos relacionar con el clásico del siglo XVI.
Cuando se estudia el Bildungsroman, o la novela de formación o de aprendizaje, se suele colocar a El Lazarillo como precursor del género. Muchos críticos dieron en catalogar a la novela de Caicedo como "novela de iniciación", trazando una proximidad elocuente con esas novelas de aprendizaje. A decir verdad, tanto el Bildungsroman como la picaresca son géneros que presentan la evolución del personaje protagónico a lo largo de los años representados en la obra, y, en este sentido, en la novela de Caicedo también asistimos a diversas etapas en la vida de la protagonista, como podemos ver en el análisis que realizamos en esta guía de estudio. En este momento, nos detendremos en aquellos aspectos en los que Lázaro de Tormes, el pícaro protagonista de la obra anónima, y María del Carmen Huerta, la antiheroína de la novela de Caicedo, se vinculan en ciertos aspectos.
En ambos textos asistimos a una narración en primera persona y en retrospectiva: desde un presente de la enunciación en el que ambos consideran que han aprendido ciertos saberes que los hacen más aptos para la supervivencia urbana de su presente, narran cronológicamente los hechos de su pasado. Lázaro elige comenzar en su nacimiento; Mona decide iniciar su narración en el primer día de lo que considera su nueva vida. Desde allí, ambos avanzan hacia adelante en la narración de los acontecimientos que los transformaron en lo que son en el presente. En ambos se producen modificaciones físicas, morales, psicológicas, sociales y económicas.
En las dos narraciones, los aprendizajes recibidos son motivo de orgullo para los protagonistas, aunque la sociedad conservadora, que los mira con ojos inquisidores, los perciba como antiaprendizajes o malos ejemplos: Lázaro aprende a mentir, a engañar, a aparentar, a estafar; Mona aprende a consumir drogas, indaga en el sexo, se prostituye, se hace cómplice en el crimen y se aprovecha de sus padres. Lázaro, por su parte, considera que sus métodos de supervivencia lo hacen estar en la cumbre de la vida; Mona, aunque cada vez más deteriorada por el paso fugaz del tiempo sobre su cuerpo, se siente y asume ejemplar.
En los dos textos, los protagonistas son excluidos por su familia y por la sociedad. Lázaro es un pícaro, huérfano de padre y abandonado por su madre, quien no puede mantenerlo y lo entrega a su primer amo, un ciego; Mona es una "niña bien" de Cali que vive en una familia privilegiada de la alta sociedad que se acostumbra a vivir sin ella y le dan dinero para que tenga para sus gastos y no moleste.
En los dos textos, los narradores se dirigen a una segunda persona, el narratario, el lector que recibe y a quien está dedicado el texto. Lázaro le habla a Vuestra Merced, tal vez un amigo o superior del arcipreste; Mona se dirige al lector o a los lectores. Ambos, además, tienen un motivo para contar esas vidas antiejemplares. En el caso de Lázaro, el motivo es el "caso" que debe explicar y se relaciona con la supuesta infidelidad de su esposa. En el caso de Mona, el motivo no está del todo claro, pero, tal vez, son las habladurías en torno a su vida: "¿Cómo se mete de puta una exalumna del Liceo Benalcázar?" (223). Ambos, además, en lugar de dar una respuesta directa a esos interrogantes, deciden ir hacia atrás, hacia el origen, y explicar detalladamente todas las circunstancias que los llevaron a ser quienes son.
En síntesis, Mona es una pícara latinoamericana del siglo XX y su narración constituye casi una picaresca colombiana.