Desobediencia civil

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La guerra

En su crítica a la guerra de Estados Unidos contra México, Thoreau utiliza diferentes imágenes visuales que transmiten una visión negativa de la experiencia bélica. Describe una “fila de soldados” que marchan “en un orden admirable por colinas y valles hacia la guerra en contra de su voluntad” (20), para que la imagen visual de uniformidad y movimiento enfatice la pérdida de individualidad e insensibilidad que produce la guerra. También propone que contemplemos “a un infante de marina” para ver “lo que puede hacer de un hombre el gobierno estadounidense […]: una mera sombra y remedo de humanidad, […] un hombre en apariencia vivo y en posición de firmes, pero, se diría, ya enterrado bajo las armas, con todo y cortejo fúnebre” (20-21). Aquí, Thoreau emplea una imagen visual fuerte y sombría, que evoca una sensación de muerte y refuerza esta idea de pérdida de individualidad.

La cárcel

Cuando Thoreau cuenta cómo fue su estadía de una noche en la prisión, acude a diferentes imágenes sensoriales que transmiten lo que aprendió de esa experiencia. Por un lado, realiza una descripción visual del espacio, al mencionar “el grosor de los muros de piedra de sesenta u ochenta centímetros”, “la puerta de hierro y madera de treinta centímetros y las rejas de hierro entre las que se filtraba la luz” (38), imagen del confinamiento que Thoreau ridiculiza al sostener que aquella institución lo trataba “como si únicamente fuera carne, sangre y huesos que encerrar” (38). Por otro lado, también construye imágenes visuales y auditivas para transmitir una idea contraria a la del encierro físico, al mencionar que “los prisioneros, en mangas de camisa, disfrutaban de una charla y del fresco de la tarde” (40), o cuando menciona “los ruidos de la noche” (41), como las campanadas del reloj del pueblo o “todo lo que pasaba y se decía en la cocina de la posada contigua” (42). De tal manera, la experiencia de prisión también transmite una sensación de relajación que le otorga a Thoreau un conocimiento más íntimo y profundo de su ciudad natal.

La vida en comunidad

Thoreau cuenta que, antes de ser encarcelado, “iba de camino al zapatero, donde debía recoger un zapato que acababan de [arreglarle]” (45). Luego, describe cómo reanudó aquella actividad que había tenido que suspender brevemente por ir a la cárcel:

“Una vez libre, procedí a terminar mi mandado y, después de ponerme el zapato, me uní a un grupo de recolectores de moras que se mostraban impacientes porque les sirviera de guía. En media hora, gracias a que aparejé el caballo a toda prisa, estábamos en medio de un campo de moras, en una de nuestras colinas más altas, a tres kilómetros de distancia, y desde allí́ el Estado no se veía por ningún lado” (45).

Es interesante que Thoreau finalice su relato sobre la cárcel con esta descripción de la vida cotidiana en comunidad. Con estas imágenes, Thoreau no solo muestra cómo valora la vida sencilla del trabajador –lo que se manifiesta también en su biografía, dado que realizó todo tipo de oficios– sino que también remarca que el vínculo con el vecino o el conciudadano es mucho más genuino en entornos naturales alejados de los espacios que ocupa el Estado, como la prisión misma.