Desobediencia civil

Desobediencia civil Citas y Análisis

Acepto de todo corazón la máxima: 'El mejor gobierno es el que menos gobierna' y me gustaría verla aplicada de una manera más rápida y sistemática. Llevada hasta sus últimas consecuencias conduciría a esta otra, en la que también creo: 'El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto'. Cuando los hombres estén preparados para ello, este será el tipo de gobierno que tendrán.

Thoreau, 17.

El ensayo Desobediencia civil comienza con estas palabras, que describen con claridad la postura de Thoreau sobre el gobierno y sobre cuál es el ideal que toda sociedad debe alcanzar: la de una mínima o nula intervención estatal. Aquí plantea su visión de un gobierno limitado, concebido como un mal necesario que debe reducirse lo más posible, hasta su eventual desaparición. Esta idea se relaciona con su concepción del individuo como un ser autónomo que debe aspirar a no depender de la asistencia de ningún gobierno para vivir de forma pacífica y justa con sus pares.

Creo que deberíamos ser hombres primero y después súbditos. Lo deseable no es que se cultive el respeto a la ley, sino a la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo.

Thoreau, 20.

Thoreau establece una clara prioridad de la conciencia individual sobre la obediencia ciega a la ley. Para él, el criterio moral no proviene de una legislación que tiende a ser corrupta e injusta, sino de la propia conciencia individual. La obligación primordial del individuo es actuar de acuerdo a su propio sentido de justicia, incluso si eso significa desobedecer a las leyes. De esta manera, Thoreau plantea una justificación moral para el derecho a la resistencia.

¿Cómo conviene que se comporte hoy un hombre respecto de este gobierno estadounidense? Yo respondo que no puede asociarse a él sin perder su dignidad. No puedo reconocer ni por un instante como mi gobierno a esa organización política que es al mismo tiempo el gobierno de los esclavos.

Thoreau, 22.

Esta cita es una declaración contundente de la crítica de Thoreau al sistema esclavista que, para 1849 –año en que se publica Desobediencia civil– todavía imperaba en los estados del sur de Estados Unidos. Aquí expresa su negativa a ser cómplice de una injusticia que se manifestaba en las políticas federales que obligaban a los ciudadanos a colaborar en la captura y devolución de personas esclavizadas que escapaban a los estados libres y, en particular, en la guerra contra México, que Thoreau considera un intento de expandir la esclavitud hacia nuevos territorios. En este sentido, la frase “gobierno de esclavos” cobra un doble sentido: es un gobierno que permite y se sostiene en la esclavitud, pero también es uno que esclaviza a sus propios ciudadanos por medio de la obediencia ciega y pasiva. Esta postura de Thoreau se basa en principios éticos más amplios que invitan a cuestionar cualquier forma de poder político que atente contra la dignidad humana.

Toda votación es una especie de juego, como las damas o el backgammon, con un suave tinte moral; un juego con lo justo y lo injusto, con las cuestiones morales, y naturalmente se acompaña de apuestas. El carácter de los votantes no se pone en juego. Quizá otorgue mi voto en función de lo que considere más justo, pero no estoy implicado vitalmente en que lo justo deba prevalecer. Estoy dispuesto a dejarlo en manos de la mayoría. La obligación, por tanto, nunca supera a la conveniencia.

Thoreau, 25-26.

Este fragmento presenta una visión crítica del acto de votar, que Thoreau describe como un juego superficial en el que los votantes, como jugadores, no arriesgan su propia conciencia o integridad moral. Si bien alguien puede votar por lo que considera justo, no hay una implicación vital o un compromiso real con el resultado, porque el individuo está dispuesto a dejar que la mayoría decida, incluso si esa opinión mayoritaria no es la más justa. Esto indica, para Thoreau, que la motivación principal para participar en una votación no es la obligación moral, sino la conveniencia. Esta perspectiva sugiere que el acto de votar no es suficiente para generar cambios significativos, puesto que la responsabilidad civil se diluye en la colectividad, permitiendo que el individuo evite comprometerse con lo moralmente correcto.

Si la injusticia es parte de las fricciones inevitables de la máquina del gobierno, dejemos que siga su marcha; tal vez la fricción termine por limarse —al fin y al cabo, la máquina se desgastará. Si la injusticia tiene sus propios resortes, poleas, cables o manivelas, quizá́ podamos considerar un poco más hasta qué punto el remedio sería peor que la enfermedad; pero si es de tal naturaleza que nos exige convertirnos en agentes de la injusticia para otros, entonces yo digo: incumplamos la ley. Transformemos nuestra vida en una fricción que detenga la maquinaria. En cualquier caso, cuidemos de no convertirnos en el instrumento de la misma injusticia que condenamos.

Thoreau, 30-31.

En este fragmento, Thoreau emplea la alegoría por la que concibe al gobierno como una máquina mientras advierte, a su vez, el riesgo de que el individuo se convierta en parte de esa maquinaria. Si la injusticia es una fricción inevitable, es decir, una consecuencia menor del funcionamiento del gobierno, se podría esperar que esta se desgaste con el tiempo. Sin embargo, Thoreau sostiene que cuando la injusticia se convierte en un mecanismo que obliga a los individuos a ser cómplices de la opresión, entonces la pasividad ya no es una alternativa. Para evitar que los ciudadanos se conviertan en instrumentos del mal, hay que incumplir con la ley para ser parte de la “fricción” que resista activamente la maquinaria del gobierno.

Si las alternativas son encerrar a los justos en prisión o renunciar a la guerra y a la esclavitud, el Estado no dudará en elegir. Si este año mil ciudadanos dejaran de pagar sus impuestos, esa medida no sería ni violenta ni cruel, como sí lo sería que los paguen, ya que de este modo dan su consentimiento para que el Estado cometa actos de violencia y derrame sangre inocente. Esta es, de hecho, la definición de una revolución pacífica —si es que tal cosa es posible.

Thoreau, 34.

Thoreau propone una forma muy concreta de ejercitar la desobediencia civil: negarse a pagar impuestos. Argumenta que este acto es una forma de resistencia no violenta que expresa el no consentimiento a que el Estado cometa actos criminales en nombre del contribuyente. Pero para que este acto se convierta en una “revolución pacífica”, es necesario que sea llevada a cabo por un número significativo de ciudadanos. Ante esta situación, el Estado se vería obligado a encarcelar a todos los que se oponen a sus medidas o renunciar a la guerra y la esclavitud. Por eso, Thoreau sostiene que una minoría es impotente cuando acepta la voluntad de la mayoría, pero “cuando se opone con toda su fuerza, es imparable” (34).

En términos absolutos, la ecuación sería: a mayor riqueza, menos virtud, pues el dinero se interpone entre el hombre y sus objetivos, y los obtiene para él, de modo que conseguirlos no supone, desde luego, ninguna gran virtud. El dinero silencia muchas preguntas que de otra manera los hombres tendrían que hacerse, reduciéndolas a una única nueva pregunta, tan difícil como superflua: ¿cómo gastarlo? Así es cómo los principios morales se desfondan bajo sus pies.

Thoreau, 35.

Thoreau no solo aboga por la desobediencia civil como forma de poner en práctica el sentido de justicia para mejorar la vida en sociedad; también propone llevar una vida más sencilla y liberada de compromisos materiales, lo que él mismo pone en práctica durante sus dos años de residencia en el bosque. Thoreau considera que el dinero actúa como un obstáculo entre el individuo y su conciencia, porque la riqueza elimina la necesidad de cultivar la virtud al permitir que los objetivos se consigan por medios materiales. El dinero, en este sentido, conduce al deterioro de los principios morales, ya que la acumulación de riqueza desvía la atención de lo que realmente importa. Por eso sostiene que las personas pobres tienen más libertad para resistir que las ricas, porque estas últimas obedecen al Estado por temor a que sus propiedades materiales queden desprotegidas.

Yo no podía sino sonreír al ver con qué cuidado me encerraban tras las rejas, siendo que mis pensamientos los seguían allá́ fuera sin oposición ni obstáculo y ellos —mis pensamientos— eran en todo caso los únicos peligrosos. Como no podían alcanzar mi alma, resolvieron castigar mi cuerpo, a la manera de esos niños que, incapacitados para ajustar cuentas con la persona que los fastidia, maltratan al perro.

Thoreau, 39.

Al reflexionar sobre su experiencia en prisión, Thoreau vuelve a oponer la obediencia al Estado y la conciencia individual como dos fuerzas en pugna. La del Estado es una fuerza física que se impone sobre el cuerpo, al que encierra tras cuatro paredes. Pero el verdadero peligro no está en el cuerpo, sino en las ideas, a las que el Estado no puede aprisionar. Por eso compara burlonamente la acción del Estado, al encarcelarlo, con la de un niño que se desquita con un perro al no poder enfrentar a quienes verdaderamente lo molestaron. Esta comparación subraya la ineficacia del castigo que le han impuesto y pone en evidencia la incapacidad del gobierno para comprender y tratar la disidencia de manera inteligente.

Para Thoreau, la verdadera libertad reside en la mente y el espíritu, y la opresión física no puede doblegar la integridad moral del individuo. Es así como utiliza su experiencia personal en la cárcel para afirmar su independencia y para cuestionar el autoritarismo estatal.

Como me importa ser tan buen vecino como mal súbdito, nunca me he rehusado a pagar el impuesto de carreteras; y en lo que respecta a la subvención de las escuelas, ahora mismo estoy contribuyendo a la educación de mis compatriotas. Mi negativa a pagar los impuestos no tiene nada que ver directamente con esa ley: lo que deseo es negarle mi lealtad al Estado, hacerme a un lado y mantenerme al margen de manera efectiva.

Thoreau, 44.

En este fragmento, Thoreau explica que su negativa a pagar ciertos impuestos no se debe a una objeción generalizada a todo tipo de tasas, sino a un acto específico de desvinculación del Estado. Él está a favor, como buen vecino, de pagar impuestos que beneficien a la comunidad, como mantener las carreteras y subvencionar la educación. Esta distinción revela que su desobediencia no es un acto de egoísmo o de irresponsabilidad social, sino un rechazo a la autoridad del Estado y una forma de negarle su lealtad. Al separar los impuestos que apoyan el bienestar común de los que sostienen un gobierno con el que está en desacuerdo, Thoreau busca actuar de acuerdo con su conciencia, evitando ser cómplice de un sistema que considera corrupto. Esto demuestra que su desobediencia civil es un acto que lo separa del Estado, pero no de la sociedad.

Si un hombre piensa con libertad, sueña con libertad e imagina con libertad, difícilmente le podrá parecer verdadero aquello que no lo es, y ni los gobernantes ni los reformadores obtusos podrán interferir de modo decisivo en su camino.

Thoreau, 47.

En esta cita, Thoreau destaca la importancia fundamental de la libertad de pensamiento como una herramienta de discernimiento y resistencia. Esto es importante en cuanto otorga un argumento para su creencia en que el sentido de lo justo y lo moralmente correcto puede emanar de la propia conciencia individual. Si un individuo cultiva su pensamiento y su imaginación libremente, desarrollará la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso y, por lo tanto, será inmune a las manipulaciones y restricciones impuestas desde el gobierno.

La idea central es que cuando el pensamiento es libre, ninguna autoridad externa, ya sea el gobierno o cualquier otro tipo de poder, puede desviar al individuo de su camino o perturbar su visión de la verdad.