Desobediencia civil

Desobediencia civil Resumen y Análisis Tercera parte: Una noche en la cárcel

Resumen

Tras negarse a pagar el impuesto de empadronamiento durante seis años, Thoreau es encarcelado por una noche. Al contemplar los muros de la prisión, reflexiona sobre la separación entre mente y cuerpo. Mientras el Estado considera que el confinamiento físico es una forma de castigo, y asume que el principal deseo del preso es “estar del otro lado del muro” (39), Thoreau se da cuenta de que el castigo es inadecuado e inútil en su caso, ya que sus pensamientos son más amenazadores para el Estado que cualquier acción que pudiera emprender fuera de la cárcel. La única ventaja del Estado es su “fuerza bruta” (39); por lo demás, carece por completo de autoridad moral o intelectual, y no puede forzarlo físicamente a pensar de una manera determinada. Thoreau compara al individuo con una bellota y una castaña que “obedecen sus propias leyes” y que deben “vivir según su naturaleza” (40) o perecer.

Thoreau continúa dando un relato detallado de su encarcelamiento. Está fascinado con su compañero de celda, un hombre que afirma haber sido acusado injustamente de provocar un incendio. También lee los panfletos que dejaron los presos que lo antecedieron. Esa noche, al mirar por la ventana, Thoreau siente que ha viajado “a un país remoto que jamás hubiera esperado conocer” (41). El confinamiento le otorga una visión extrañamente novedosa e íntima de su ciudad natal y sus instituciones. Se convierte en un “oyente involuntario” de todo lo que ocurre en una posada vecina y escucha las campanadas del reloj del pueblo, que evocan la imagen de una ciudad medieval. Pero cuando sale de prisión, Thoreau siente que "un cambio importante" (42) se presentó ante sus ojos. Ahora, el Estado en el que vive se le presenta con nitidez, mientras advierte hasta qué punto la amistad de sus vecinos “[es] únicamente para los buenos tiempos” (43).

Thoreau sostiene que, como él es un buen vecino, está dispuesto a apoyar otras medidas del gobierno, como la construcción de carreteras y escuelas. Pero no está dispuesto a “instigar la injusticia más allá de lo que exige el Estado” (44). Thoreau reconoce que, desde un punto de vista realista, es imposible privar al gobierno únicamente de aquel dinero que recauda para las políticas específicas a las que uno desea oponerse. Aun así, sostiene que el pago completo de los impuestos equivale a expresar una lealtad total al Estado.

Análisis

La narración en primera persona, que Thoreau utiliza a lo largo de todo el ensayo, confiere una nota llamativa de autenticidad y convicción personal, especialmente en su relato sobre su estadía de una noche en la cárcel. Este pasaje, que pudo haber sido escrito con anterioridad como una entrada de diario, documenta las impresiones que Thoreau tuvo en ese momento y capta la espontaneidad de su imaginación y de sus sentimientos, lo que contrasta con el estilo más lógico y filosófico de otras partes de Desobediencia civil. Aquí, en vez de presentar un argumento moral cuidadosamente razonado que el lector es libre de aceptar o rechazar, Thoreau opta por describir su propia experiencia, cuya validez no puede ponerse en duda. Como gesto retórico, esta sección le sirve para defenderse de la acusación de santurronería o grandilocuencia moral, la que él mismo cuestiona en párrafos posteriores. De esta manera, Thoreau puede dar fe de que ha puesto en acto sus palabras.

La narración en primera persona le permite, además, abordar una cuestión política abstracta y compleja desde una voz que puede dar testimonio directo del efecto y las consecuencias humanas de la opresión gubernamental. También le muestra al lector su proceso de reflexión y auto-examinación, con todos sus vaivenes, animando a que sus semejantes emprendan el mismo proceso en su conciencia. Aunque Thoreau es firme en su convicción de que la esclavitud es moralmente incorrecta, evita en general las declaraciones dogmáticas y autoritarias, optando por una voz en primera persona más prudente y moderada. Prefiere formulaciones cautelosas como “esta es mi postura actual” (45) a otras más determinantes que podrían distanciar al lector o ponerlo a la defensiva.

Además de la recurrente comparación del Estado con una máquina, Thoreau compara el comportamiento estatal con el de “las mujeres solitarias que temen por sus cucharitas de plata” (39). Así, en vez de presentar al gobierno como un agente mecánico de la injusticia, lo concibe como un objeto feminizado que le genera desprecio y compasión. Su enfrentamiento con el Estado, que toma una forma concreta en su encarcelamiento, le demuestra que la violencia física es menos poderosa que la conciencia individual. Los cuerpos pueden contenerse tras los muros pero las ideas, no. Durante su permanencia en prisión, Thoreau llega a la conclusión de que, lejos de ser una fuerza bruta formidable, el gobierno es en realidad débil y moralmente patético. El hecho de que elija la figura de una mujer para plantear esta cuestión revela una interesante concepción sexista de la desobediencia civil, dado el recurrente contraste entre las virtudes de los hombres y el Estado, aquí personificado como una mujer.