Resumen:
El día siguiente al funeral de su madre es sábado. Luego de levantarse lentamente, Meursault se dirige a los baños del puerto, donde se encuentra con María Cardona, una antigua conocida a quien ha deseado en su momento. En las piscinas entablan contacto, nadan y toman sol juntos, y luego Meursault le propone ir al cine esa noche. Cuando María lo ve vestido con corbata negra le pregunta si está de luto, a lo que Meursault responde que sí, que su madre ha muerto el día anterior. Esto impacta momentáneamente a María, pero esa noche, en las películas, parece haberlo olvidado.
Durante la película, Meursault besa a María y, una vez finalizada la misma, ella lo acompaña a su casa y se queda a dormir. Cuando el narrador despierta, el domingo por la mañana, María ya no está en la casa. Él decide entonces quedarse fumando en la cama hasta el mediodía. Luego, como no tiene ganas de almorzar en el restaurant de Celeste, ya que quiere evitar preguntas, se queda en la casa y se prepara unos huevos cocidos.
Desde que no comparte el departamento con su madre siente que el espacio le queda grande. Menciona entonces que ha llevado la mesa y las sillas a su habitación, y que ha abandonado el resto de la vivienda. Entrada la tarde, se asoma al balcón y observa a los caminantes. El paisaje se le hace una tarde típica de domingo.
Cae la noche, se encienden las lámparas en la calle y Meursault se da cuenta de que está fatigado. El barrio comienza a quedarse en silencio y decide que ya es hora de comer algo. Se retira hacia el interior de su departamento, y el capítulo se cierra con el protagonista pensando que, después de todo, otro domingo ha pasado, que su madre está ya enterrada, que al día siguiente debe retomar el trabajo y que, en definitiva, nada ha cambiado.
Análisis:
El segundo capítulo nos introduce en la intimidad de Meursault en su hogar. El estilo narrativo produce también un efecto de distanciamiento: es difícil para el lector empatizar con la vida del narrador, al no conocer sus sentimientos y verlo obrar casi como un autómata.
El encuentro con María en los baños del puerto nos introduce una nueva faceta de Meursault: el hombre como sujeto atravesado por lo sexual. Pero incluso las pasiones carnales se presentan, en este caso, como despojadas de sensualidad y erotismo: el narrador menciona el roce de los senos de María y unos besos en el cine que, según su criterio, son besos mal dados, intercambiados con torpeza. Fuera de estos pequeños indicios, el sexo es un elemento más en el mundo, como cualquier otro; no merece demasiada atención.
El domingo transcurre sin grandes emociones para Meursault, pero en la narración se introduce un nuevo tema: el tiempo. El protagonista está atravesado por el transcurrir temporal y parece contar las horas y los momentos del día con atención. Pero no es el transcurrir del tiempo algo que preocupe a Meursault. Como ser en el mundo, él se limita a describir su entorno. El tiempo, en este sentido, es tan solo un indicador. Le recuerda que el fin de semana está terminando, que al día siguiente tiene que ir a trabajar y que hace pocos días enterró a su madre. Frente a todos esos sucesos, Meursault concluye que en verdad nada en su vida ha cambiado: "Pensé que, después de todo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a reanudar el trabajo y que, en resumen, nada había cambiado" (p. 33).
Es posible notar en este cierre del capítulo los mismos recursos de estilo que mencionamos en el capítulo anterior: las estructuras de adición (repetición y acumulación) ayudan aquí a construir el sentido de lo inexorable: fijan, en el mismo nivel de importancia, el fin del domingo, el regreso al trabajo y la muerte de la madre.