Resumen:
Meursault piensa en el proceso. Considera que se habló más de él que de su crimen, y le molesta que el abogado y el Procurador lo hayan acusado y, cuando él sentía necesidad de intervenir y contestarle, su abogado defensor le dijera que no era conveniente. En verdad, le molesta que no le hayan pedido opinión aunque, cuando lo piensa bien, llega a la conclusión de que no tiene nada para decir.
Tratando de probar que el acusado ha planificado el asesinato, el abogado general reconstruye los hechos de manera secuencial: Meursault, insensible por la muerte de su madre, habiéndose divertido con su amante, escribe una carta para que una mujer caiga en manos de Raimundo y sea maltratada, luego provoca en la playa al árabe y, cuando su amigo es herido, toma el revólver y se dirige al manantial. Cuando encuentra solo al árabe, dispara una vez y, luego, con su objetivo ya quieto, dispara cuatro veces más para asegurarse. Visto así, hasta a Meursault le parece plausible la idea que tiene el abogado sobre la premeditación del asesinato.
El Procurador destaca que Meursault es inteligente, que sabe hablar y elegir las palabras. Por eso, está seguro de que premeditó el asesinato. A continuación lo acusa también de no tener alma y de que ningún principio moral le es accesible. El Procurador continúa: acusa a Meursault de ser el asesino moral de su madre y declara que un hombre que no conoce las reglas más esenciales de la sociedad es un peligro, pues apela a la destrucción de esa misma sociedad. Por eso, pide para el acusado la pena capital: demanda la cabeza de Meursault. El acusado está abrumado por el calor y el asombro. Pide la palabra y alega que él no tenía intenciones de matar al árabe. Cuando le preguntan entonces por qué lo hizo, responde que fue a causa del sol. Su abogado interviene y pide un receso de la audiencia hasta la tarde.
Por la tarde se retoma la audiencia y se lleva a cabo la defensa del abogado. Meursault no puede concentrarse. En un momento de la tarde, escucha el ruido del vendedor de helados en la calle y vuelven a él todos los recuerdos de una vida que amó y que, comprende, ya no volverá a tener.
Luego de la defensa, el tribunal se reúne en privado. Al volver, se procede a realizar las preguntas al jurado. El acusado es ubicado en una pequeña habitación donde debe esperar a que el proceso termine. Después de un tiempo considerable, se lo lleva de nuevo a la sala de audiencias para pronunciar el fallo. El presidente del tribunal pronuncia que, en nombre del pueblo francés, se le cortará la cabeza al acusado, en una plaza pública. Tras el fallo, el presidente le pregunta a Meursault si tiene algo que agregar, a lo que él responde que no. Entonces, los gendarmes se lo llevan de la sala.
Análisis:
En el capítulo 4 estamos frente al desenlace del juicio. El juicio moral que mencionáramos anteriormente recae ahora formulado por el Procurador:
Y traté de escuchar otra vez porque el Procurador se puso a hablar de mi alma.
Decía que se había acercado a ella y que no había encontrado nada, señores jurados. Decía que, en realidad, yo no tenía alma en absoluto y que no me era accesible ni lo humano, ni uno solo de los principios morales que custodian el corazón de los hombres. «Sin duda», agregó, «no podríamos reprochárselo. No podemos quejarnos de que le falte aquello que no es capaz de adquirir. Pero cuando se trata de este Tribunal la virtud enteramente negativa de la tolerancia debe convertirse en la menos fácil pero más elevada de la justicia. Sobre todo cuando el vacío de un corazón, tal como se descubre en este hombre, se transforma en un abismo en el que la sociedad puede sucumbir». (pp. 126-127)
Como ya hemos dicho, lo que se juzga en el tribunal no es el asesinato en sí, sino el alma del acusado. En este sentido, la institución estatal del poder judicial ejerce como un organismo de control social y se encarga de dar un castigo ejemplar a los sujetos que se alejan de la norma establecida.
Cuando se pide la muerte de Meursault no se lo hace para castigarlo realmente a él por el asesinato del árabe. Se lo hace para demostrar a toda una sociedad que no hay lugar en ella para quienes no se manejan con sus reglas. El mecanismo de control, en este caso, se lleva la vida de Meursault para dar una lección al resto. Esta lección no es solo sobre cómo hay que vivir sino, principalmente, sobre cómo hay que mostrarse frente a la vida colectiva, porque el problema de Meursault es, en definitiva, no haberse mostrado piadoso con su madre y no haber contemplado los pequeños ritos sociales de la buena conducta y la buena moral. Por eso se pide su cabeza.